Mi vida en un garaje
habitación principal

-Fatima Embarek se está quedando calva de la ansiedad que le produce vivir desde hace ocho años en un garaje de menos de 20 metros cuadrados con sus dos hijas y su marido. Ella misma nos lo muestra en un vídeo

-Su caso no es peor que el de otra de las mujeres que forman el colectivo de demandantes de VPO, con una hija con una minusvalía del 69 por ciento


Detrás de todo colectivo se esconde la particularidad. Las mujeres que han dado un paso al frente, “perdiendo la vergüenza” y la semana pasada se ponían frente a la puerta del Ayuntamiento reclamando “no más viviendas por debajo de la mesa” y una atención a su situación no son una excepción.

Entre ese colectivo de unas 30 familias que reclaman un trato más atento de Emvicesa dada su longevidad como demandantes (en algún caso llegan a los 25 años), hay situaciones verdaderamente desesperadas.

Es el caso de Fatima Embarek que lleva 8 años viviendo en un garaje en Zurrón junto a su marido (en paro) y sus dos hijas y que en el vídeo que se puede ver más abajo muestra su vivienda al tiempo que expresa su ansiedad, que le está llevando a quedarse calva y su desesperanza, recobrada en parte gracias a la Asociación.

Ella misma califica su vivienda como “indigna”, “mierda” y cree que “viven como las ratas”. Lo sorprendente es que sus hijas marchan sobresalientemente en la escuela, a pesar de la imposible situación para el estudio que proporciona su miseria.

Su hija más pequeña de tres años, simplemente quiere “una casa con ventanas grandes y un cuarto para guardar el patinete y tener ordenadas mis cosas”. Y es que hoy por hoy en su garaje más que luz, lo que entra es agua en invierno cuando llueve.

Tal es así que el único lujo que tiene la vivienda es un televisor plano que preside el salón. “Lo pago a plazos y lo compré después de trabajar en el Plan de Empleo seis meses porque el otro que tenía se rompió al caerle agua encima un invierno que llovió y nos entró agua. Al menos que mis niñas tengan algo con lo que entretenerse”, justifica Fatima Embarek.

Sin probablemente conocer a fondo el 15M ni que demanda, Fatima no para de repetir y preguntar a lo largo de todo el vídeo “¿dónde está la Ley aquí?” en alusión a la Constitución que consagra el derecho a una vivienda digna. Lleva años demandando una vivienda y paga alquiler por su garaje lleno de humedad, cucarachas y ratas. Es lo más digno que se ha podido procurar hasta ahora.

Si su garaje pone los pelos de punta, no es menos doloroso el caso de Maimouna Amar. Comparte con Fatima miseria. Menos de 20 metros cuadrados en los que vive con su marido en paro y sus dos hijas de 3 y 7 años. Una de ellas presenta una minusvalía del 69 por ciento. Nació con cinco meses y sufrió una parálisis cerebral de la que ya nunca se recuperará. Es dependiente en el máximo grado que reconoce la Ley de Dependencia. Y por ello reciben ayuda del IMSERSO: Lo último, cinco aparatos ortopédicos de más de 2.000 euros que ha sufragado el ente público estatal.

Su caso está más que documentado, tienen informes de prácticamente todos los organismos públicos que tienen algo que decir, Servicios Sociales, Imserso, sanidad, en todos

“Los problemas de salud de la menor se acrecientan de forma considerable por las condiciones de la vivienda que son poco adecuadas para personas con estas características, tal y como podrá observarse en epígrafes posteriores. Las condiciones de humedad y hacinamiento de la vivienda, unido a las especiales características de Amal, producen continuos problemas respiratorios, que merman considerablemente su calidad de vida”, recoge uno de esos informes.

Su vida en su bajo de Zurrón es un infierno, a la humedad y el hacinamiento se suma otro problema nada más salir de casa. La vivienda está rodeada de escaleras que han de transitar con su niña impedida todos los días varias veces.

También al igual que Fatima el único lujo en la vivienda de Maimouna es un televisor plano. La explicación, la misma: a plazos, con dinero ganado en el último Plan de Empleo y como único entretenimiento posible para sus hijas en su indigna vivienda de Villajovita. Maimuna teme a las cámaras y prefiere no salir ante ellas.

Sus casos encogen el corazón y encienden la solidaridad. “Yo creía que estaba mal, pero cuando he visto como viven ellas me he dado cuenta que nosotros podemos aguantar y que me conformaría con que a ellas se les diera una solución”, se sincera la promotora de la Asociación de Demandantes de Empleo, Mina.

Su marido es de los que trabaja, aunque no siempre, como ayudante de cocina, eso sí arreglándose ahora después de años los papeles, ya que su marido a diferencia de ella no es de Ceuta, es de Marruecos. Es de las que lleva pidiendo vivienda para el cupo de futuros matrimonios desde los tiempos en los que lo que se adjudicaba eran las viviendas de la Estación del Ferrocarril.

Vive en una casa pequeña con sus cinco hijos y su marido en la cuesta parisiana. Ha pasado por casas en ruinas, por realojos, por ayudas de Servicios Sociales, por dejar de pagar el alquiler, por depresiones, por muchas situaciones desagradables, ahora espera justicia y que la situación de su familia y las demás del colectivo se vaya arreglando poco a poco y sus antigüedades y situaciones particulares se tengan en cuenta. “Que miren nuestros expedientes, que al menos los estudien”, reivindican.

Su indignación estalló al sospechar que el tiempo en la lista de solicitantes no iba a contar para anda, algo desmentido ya por Emvicesa, pero sospechan. El primer día de protesta ya lo dejaron caer:

"Sabemos que hay viviendas de Emvicesa que se conceden a personas que ya tienen otra en perfecto estado, que algunas se venden, que otras se alquilan, que otras permanecen cerradas, mientras nosotros seguimos dependiendo de los Servicios Sociales para sobrevivir", dijo la semana pasada una de las manifestantes.

Ahora siguen viviendo en condiciones infrahumanas, pero al menos han recuperado algo de esperanza. Y mientras esperan advierten: Si no hay solución, ahora en verano, irán a la puerta del Ayuntamiento con sus niños.


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