Coque Malla, cuando el rock alcanza la madurez

Sucede que pasan los años y te importan más los matices que la potencia; te atraen más los silencios que la furia, los interludios que el cénit. Pasan los años y ya ni te acuerdas de aquello de adiós papá, adiós mamá,  consíguenos un poco de dinero más… Tu público engorda, pierde pelo, pero sigues en el escenario y atraviesas la adolescencia, la juventud, la Edad de Oro y años de vacas flacas, crisis y cambios de siglo. Pasan los años y ganan terreno las baladas, hasta los valses; a tu alrededor mueren mitos, desaparecen o caen en el olvido y tú, paso a paso, canción a canción, peleando cada bolo, cada disco, descubres que no puedo vivir sin ti, que no hay manera y pese a todo tocas el cielo con solo lograr sacar la cabeza del agua.

Y todo empieza a encajar. Quienes eran tus sucesores son ahora tus herederos. Has logrado esquivar las siempre afiladas etiquetas y escapar del influjo de la nostalgia. Media docena de discos te contemplan desde que abandonaras tu banda de juventud, aquellos primeros Ronaldos, único estandarte del rock americano en la España popera de los 80, preludio de las languideces que vendrían después y que nos acompañan hoy. Los Ronaldos (junto a Tequila) era una de las escasas concesiones roqueras de aquellos años del felipismo. Hoy, Coque Malla es de los pocos que esgrimen una guitarra y empuñan el micrófono con el respeto necesario que merece el rock.

Un respeto y un cariño por el matiz, por el trabajo bien hecho, que lució Coque Malla en su paso por Ceuta con la gira Irrepetible. Medio millar de personas acompañaron al madrileño en el último concierto de la programación ‘Verano en las murallas’. Acompañado por una banda compacta, perfecta, desgranó los temas que han construido su carrera, con solo una pequeña concesión a su pasado como líder de Los Ronaldos. El pasado no le interesa, casi ni el presente, solo el fututo, confesaba a los medios locales poco antes del concierto. Y no le duelen prendas.

Le costó, pero Coque Malla logró levantar de sus asientos al público que se había acercado a las Murallas Reales, muchos de ellos esperando escuchar de nuevo canciones de juventud que nunca llegaron, pero les dio igual. Porque sucede que pasan los años y te importan más los matices que la potencia; te atraen más los silencios que la furia, los interludios que el cénit. Pasan los años y ya ni te acuerdas de aquello de adiós papá, adiós mamá,  consíguenos un poco de dinero más…



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