Morat en concierto: “Mañana le toca a mi hija venir a ver a Coque Malla”

Morat desconciertan. Es una banda colombiana, pero no lo parece, ni por color ni por sabor; hacen folk pop –eso dice Wikipedia- pero se comportan en el escenario a medio camino de unos pomposos Arcade Fire pero con el copyright latino de Maná; es una boy band pero componen, escriben y son multi instrumentistas; son asquerosamente jóvenes, una media de edad de 22 años, pero suenan perfectos, compactos, nítidos. Llevan desde el colegio tocando juntos.

Entre el público, mayoritariamente femenino, preadolescentes muchos, adolescentes la mayoría y padres y madres, resignados unos, entregados como sus hijos otros. Y no solo familias, claro. Público tranquio y variopinto de género femenino por abrumadora mayoría.

Tres temas seguidos arrancaron el concierto, solo de banjo incluido con actitud roquera de Juan Pablo Villamil  y catálogo de posturitas del bajista Simón Vargas, más cercanas al Yoga que a Keith Richards. Un Vargas protagonista de una sentida e intensa introducción a un tema de desamor que dejó tan boquiabierto al reportero como a muchos de los padres y madres que por vez primera escuchaban a esa banda colombiana. Padres que en ese preciso instante se preguntan si a su hija de trece años, que corea la canción con lágrimas en los ojos, le han roto ya el corazón.

Otros, ajenos a las penas del corazón de sus hijos/as, se distraían con el móvil, o miraban de reojo el reloj a la tercera canción. Farid, cuarentón y padre de una fan de Morat, trata de disimular luciendo una camiseta de los Rolling Stones y asegurando que esta noche no saldrá gratis: “Mañana le toca a mi hija venir a ver a Coque Malla”.



Entrando en la página solicitada Saltar publicidad