SUMARIO

Antonio López, el coleccionista de arte sin criterio

Antonio López, el coleccionista de arte sin criterio
Joan Miró. Sobreteixims I Escultures (Textiles And Sculptures), 1972
Una galería estadounidense ha pedido a Ceutaldia casi 6.000 dólares por esta litografía.

No hay operación de corrupción que se precie sin su Miró de por medio. Y Antonio López no iba a ser menos. No llega, eso sí, a tener una obra de arte millonaria colgada en el baño, como el Miró de Juan Antonio Roca, el cerebro de la 'operación Malaya', pero si podía presumir de litografías del mismo artista y no precisamente baratas. Por una de ellas, la que encabeza este reportaje, le han pedido a Ceuta al Día 5.800 dólares en una galería estadounidense.

No imaginen un tesoro artístico como el que escondía Roca, con más de diez cuadros de Picasso, tantos que tuvo que llevarse a Miró al baño. Además de la litografía de Miró, ‘Sobreteixims I Escultures’ (1972), con una tirada de 150 (por eso vale lo que vale) y el cuadro que inicialmente se atribuyó a Romero de Torres (pero que solo pertenece a la misma escuela y la misma época) valorado en 100.000 euros, la colección de arte que colgaba de las paredes del dúplex de Antonio López en Marbella no tiene excesivo valor. Ni tampoco demasiado criterio. Así lo creen fuentes muy cercanas a la investigación pericial y que estuvieron presentes en el registro, aquel fatídico San Valentín para Antonio López.

“Lo más caro rondaría los 5.000 euros”, calcula quien estuvo aquel día en el dúplex del ex gerente de Emvicesa. Recuerda una casa decorada en grises y plata y con una colección de arte “sin mucho criterio” en la que se mezclaban muebles modernos con sillas isabelinas y figurillas de estilo itaiano. Y el resto de obras de arte no tienen precisamente valores estratosféricos. Otra de las litografías, esta de Picasso, la adquirió López por 675 euros; esculturas de 900 euros o figurillas de mesa por 1.900.

Un gusto por el arte ciertamente disperso. “Yo no lo llamaría coleccionista de arte”, zanja, apuntando que, además, aún faltaría certificar la autenticidad de las piezas, desde el presunto Romero de Torres hasta, incluso, las litografías de Miró Picasso, que tienen en el dorso su etiqueta de originalidad. “Hay mucho engaño”, advierte.

“Lo más caro rondaría los 5.000 euros”, calcula quien estuvo aquel día en el dúplex del ex gerente de Emvicesa

En muchas ocasiones, esos sellos de garantía carecen precisamente de garantías. “Fulano de tal, de tal galería o de tal casa de subastas certifica que esto es una litografía original, pero es como si Casa Dalí certifica que eso es un Miró”, explica, “hay mucha ignorancia (sobre el arte) y por tanto hay mucho engaño”. Y lo mismo, insiste, es aplicable al fallido Romero de Torres, aún debería pasar la prueba de un especialista, uno de verdad, no quien te lo vende, para determinar su valor exacto.

Y no es tan estable como pueda parecerse, el arte está sujeto a modas, especialmente el arte contemporáneo y más aún si se invierte en muebles o decoración. Por ejemplo, quien creyera que esa escultura de marfil se revalorizará con el tiempo se llevaría una sorpresa al saber que en los últimos años se ha devaluado notablemente. Lo que antes valía decenas o centenares de miles de euros ahora apenas alcanza los 10.000 euros y gracias. “Ya no está bien visto”, argumentan.

Eso sí, el arte tiene una ventaja. No deja rastro sobre su propietario, su compra es sencilla y anónima pues permite, como le recordaba una casa de subastas madrileña a Antonio López, en una carta en la que instaba a abonar el lote por el que había pujado, el pago, apuntaba, “se podrá efectuar personalmente en nuestra Sala, mediante cheque, tarjeta o efectivo, si es menor de 2.500 euros”.

No son pocas las facturas y correspondencia de dos galerías y casas de subastas madrileñas del entorno de la calle Serrano. Especialmente de joyas. Pulseras de oro y diamantes “estilo años 50” por 4.800 euros, lotes de sortijas y pendientes de oro, diamantes y esmeraldas por valor de 6.000 euros, con factura por cada producto, esculturas “de estilo italiano” por 1.600, damiselas, pastorcillos, jarrones, muebles de estilo chino…

Y si no colecciona arte, o lo hace sin criterio aparente, ¿para qué acudía asiduamente a casas de subastas de arte y joyería? También se lo pregunta la UDYCO, que entre las acusaciones incluye también la de posible blanqueo de capitales y cree haber encontrado la respuesta. Así consta en el sumario: “De una conversación entre Antonio (López) y su pareja sentimental R., se evidencia que Antonio puede tener en su vivienda muebles o antigüedades de alto valor, hecho éste que evidenciaría nuevamente el uso del dinero fraudulento, obtenido de la venta ilícita de viviendas, en la compra legal de objetos de valor, es decir, se evidencia indicios racionales en la comisión de un delito de Blanqueo de Capitales”.

Así y todo, salvo la excepción del presunto Romero de Torres, lo más caro que coleccionaba López eran sus relojes, un Rolex de 12.000 euros o un Cartier de 10.000. Eso sí, ambos, terminó revendiéndolos a una joyería de Puerto Banús por menos de la mitad de su valor para conseguir efectivo.

Antonio López, el coleccionista de arte sin criterio


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