Un parado desde la grúa: “El trabajo de Ceuta, para los ceutíes”

Un parado desde la grúa: “El trabajo de Ceuta, para los ceutíes”
La bandera de Ceuta ondea con Chaieb al fondo sentado en el borde de su grúa

- La crisis de los parados subidos en grúas se cierra finalmente sin lamentar ninguna tragedia.

- Sobre las ocho y cuarto de la tarde, descendieron los últimos. Llegó a haber hasta siete a la vez, pero en total subieron 9

- Aróstegui, que se llevó una multa, y Alí acudieron a disuadir, con éxito, a los últimos para que bajaran

- Los obreros de Construcciones y Vías comprenden los motivos de los parados y creen que lo justo sería contratar parados de Ceuta al tiempo que reconocen que a los de fuera se les trae "para pisarles un poco más"


Cita Paul Bowles en ‘El Cielo Protector’ a Kafka: “A partir de cierto punto no hay retorno posible. Ese es el punto al que hay que llegar”. La crisis y el nuevo Dios Mercado parece empujar cada día a muchas familias a ese punto de no retorno. En cada caso el punto es distinto y no acaba de discernirse cuando fue que se llegó, exactamente. Si fue cuando hace más de un año, o dos, o seis –como algún caso de los obreros que protestan en Loma Colmenar– se dejó de trabajar o fue otro día. Cruz Roja pide alimentos porque su despensa ya no da para atender a tanto indigente incapaz de llenar no ya la nevera o la despensa sino los estómagos de sus hijos. Y un grupo de hombres, parados, y con oficios en la Construcción piden trabajo y dignidad en Loma Colmenar. Su reivindicación este martes se les fue de las manos.

A otro punto sin retorno se encaramó Chaieb sobre las 11.45 de la mañana. Gruísta, con experiencia y en paro, cobrando la famosa ayuda de 400 euros de Zapatero, recortada porque se le pasó el día de ir a la oficina de empleo: “Uno tiene la mente en encontrar trabajo, no en sellar”, intenta justificar a eso de las 13.30 vía telefónica desde la punta de una grúa, suspendido a 50 metros sobre el suelo, más frágil que nunca. Cinco hijos, mujer, hipoteca, boca propia y paro.

Un paro exasperante en su situación. Un paro “injusto” a su entender cuando el Estado, la Delegación del Gobierno, contrata la construcción de 377 viviendas de promoción pública en Loma Colmenar, a la puerta de su casa, como quien dice, y él, gruísta con experiencia, no puede trabajar en esa obra. Trabajan otros, llegados desde la península o desde Marruecos.

“El trabajo de Ceuta para los ceutíes”, resume, aunque no explica, Hali, sobre las cinco de la tarde, desde unos 20 metros sobre el suelo, en la escalera de la misma grúa en la que permanece aún a esa hora, Chaieb, recostado, en la punta de la grúa. Esperando a las seis de la tarde, a que acabe la jornada que no tiene, para bajar de la grúa, tal y como prometió a la Policía, al secretario de Organización de Comisiones Obreras, Ramón del Valle-Inclán y al bombero que subió allá por las dos a llevarle agua, una gorra y un arnés. Rechazó la gorra y el arnés.

En la obra que la Administración adjudicó a Vias y Construcciones trabajan algunos obreros de Ceuta, otros, vienen de fuera de la ciudad. Este martes, finalmente se han visto obligados a parar. La situación lo obligaba. Un obrero en paro había burlado todas las medidas de seguridad y se había subido a la grúa en la que quiere trabajar.

Por la tarde, sin poder trabajar, obligados por la situación, un grupo de obreros de diversas subcontratas de Vias y Construcciones, charlan con preocupación y ánimo en la puerta de la entrada. “Tienen toda la razón del mundo”, dice de pronto uno de los trabajadores. Y reconocen dos cosas, que sí, que alguno de Ceuta trabaja en la obra, y que efectivamente la empresa se trae gente de fuera “para pisarles más de lo que deben”. Tesis del sindicato y de los parados corroborada ‘sottovoce’ desde dentro de la obra. Y más allá incluso de lo legal o no, reconocen que la moralidad obliga: “Si aquí hay parados, lo lógico es que tiren de la gente de aquí, que tengamos que venir algunos de fuera, bien, pero no tiene sentido esto”, reconoce en un ataque de solidaridad uno de los foráneos de la obra.

“Yo estuve en una obra en Barbate y el patrón allí tenía muy claro que primero contrataba a los de Barbate y luego a los que fuera necesario que veníamos de otros lugares”, apunta un parado ceutí, gruísta de oficio, pero al margen de la protesta.

Es lo que piden los de la protesta, los que llevan desde el viernes pasado yendo a la obra. Para hacerse visibles. El jefe de la obra ya les advirtió que las subcontratas serían todas de fuera. “Antes nos contrataban, ¿qué pasa? que ahora no valemos para este trabajo. Siempre hemos trabajado con gente de fuera. Nosotros no decimos que no les contraten a ellos, pero que también miren a los parados de aquí”, explica uno de los obreros. “No más pases transfronterizos, señor delegado del Gobierno. Basta de españoles que los explotan aquí. Nosotros también somos españoles” , espeta otro parado.

La Inspección de Trabajo, según esos trabajadores de Vias y Construcciones, estuvo esta misma mañana de martes en la obra. Pidió papeles. De momento, nada más.

El compañero de Chaieb de protesta y de profesión, parado, Hali, elucubra aún en tierra, con lo que se le pudo pasar por la cabeza a Chaieb para subirse a la grúa. “Yo le dije que si algún día había ahí (señala al lugar de la protesta) 150 personas luchando conmigo por que el trabajo nos lo den a los de aquí era capaz de subir a lo más alto. Y al poco apareció ahí arriba”, relata Hali. Del mismo modo que un rato más tarde él también apareció ahí arriba.

Tensión

La situación se tensa por momentos. Hay miedo, aunque cierta tranquilidad, Chaieb, es un tipo experimentado en moverse en las alturas. Es su oficio. Lo conoce. Y se le ve moverse con soltura y firmeza por la grúa. Pero hace calor, mucho calor, y se teme por cualquier despiste, por cualquier mareo que el Sol pudiera provocarle. Incluso, aunque Chaieb parece un tipo calmado, de los que se visten por los pies, se teme porque Chaieb, en la soledad de la altura de la grúa, encuentre que ha llegado a su punto de no retorno y no vuelva.

Se tarda en reaccionar. Llegan los Bomberos y pronto concluyen que no pueden hacer nada. Que Chaieb baje es sólo posible como resultado de su voluntad, de que encuentre el punto de retorno. Tampoco hay negociador o psicólogo experto en disuasiones. La Policía Nacional contaba con uno, pero pidió destino y se fue a Melilla, explica un agente.

A las 14 horas, Comisiones da por terminada la protesta de forma oficial, tal y como tienen notificado a Delegación del Gobierno. Chaieb sigue en la grúa. No baja. Lo hará a las seis, cuando termina la jornada de la obra. Nunca antes. El sindicato desaparece, pero quedan sus solidarios compañeros. Arropándolo. Aparece en escena la familia, su mujer, sus hijas y su hijo. Recrece la tensión. Nadie apuesta por un desenlace rápido. “Qué va a perder si no tiene nada”, resume el hijo de Chaieb.

Se suben más

Y en un despiste, Mohamed Laarby, aparece en lo alto de otra grúa. Es el cabecilla de la protesta . A la Policía y a la obra se le multiplican los problemas. Y así, hasta siete.

Todos los demás en la misma grúa que Chaieb. Se fueron colando, dos primero, dos después y un último que intentó ya cerca de las cinco cargar con una bolsa de bocadillos y bebidas. Le ganó la carrera al agente de policía, pero en el trote se le cayó la bolsa. El incidente provocó un aluvión de insultos a la Policía Nacional, insultos que rápido derivaron en tono racista.

Aparecen los antidisturbios. Se reproducen los efectivos policiales, como anunciando el fin. Pero la lucha sigue y el final se eterniza. Nadie baja de la grúa. Se acercan las seis. Pero el mensaje de los parados ahora cambia. No bajarán hasta que alguna autoridad, el delegado del Gobierno o el jefe de obra, acceda a hablar con ellos. Chaieb va al margen. Mantiene que bajará a las seis. Hay promesa policial de no denunciar, si bien, dejan claro que tomarán los datos.

Bajan los primeros



A las seis Chaieb desciende de la grúa. Lo hace también Hali, mareado, exhausto por el calor. Agazapado en una sombra atiende como puede a los medios: “Mis hijos padecen necesidad, más claro yo no puedo decirlo. Mis hijos padecen necesidad y nos encontramos en una situación que no tiene ya cabida. El señor delegado del Gobiernos se ríe de nosotros. Nos manda para la prisión, cuando estamos en la prisión, nos pide cualificación, cuando nos la sacamos, nos dicen que tenemos que sacar el de ocho horas no, el de 20 horas, y aquí hay un padre de familia jodido, perdonen la expresión”, resume sus razones, su hartazgo, su no retorno particular. Similar al de otros muchos.

“Es padre de familia tiene cinco hijos y no tiene ni para pagar la luz ni para pagar el agua. ¿Por qué ha subido? No tiene. La nevera da bocados. La nevera de sus hijos está dando bocados. No tiene ni una puta barra de pan”, explicaba las circunstancias de Chaieb un parado, que acabaría siendo uno de los últimos en bajar, a eso de la una y media de la tarde. “Lo que no puede ser es que viene la gente de fuera y se lleva nuestro dinero para fuera. Los que trabajamos aquí lo gastamos aquí”, le apuntaba entonces otro.

“Mis compañeros dicen que bajen que tienen en mente algo con nosotros. A cuatro o cinco gatos se les cierra la boca y el resto a los cafetines del Príncipe. Yo tengo cuatro críos, me mareo mucho, no quiero perder la vida y he decidido bajar”, resume Hali en el suelo, mareado y cada vez más emocionado con lágrimas de necesidad asomando en sus ojos. “Esto es una reivindicación para todos los trabajadores de Ceuta”, prosigue, “siento mucho no saber explicarme. No he tenido tantos estudios como hubiera querido. Si no, no me encontraría en la situación que tengo”, concluye y rompe a llorar.

Chaieb se demora en abandonar la obra, habla con sus responsables: “Han prometido que van a meter gente de aquí”, pero desconfía, “de lo prometido a lo hecho… Habrá que verlo, los hechos”. Y justifica su protesta: “estamos asqueados ya. Estamos siendo discriminados totalmente. Cualquier empresa que vayas y le dices que eres de aquí de Ceuta y encima musulmán, te dan la espalda, cogen el currículum y lo tiran a la papelera. Esta situación no puede seguir así y si no iremos a la Delegación del Gobierno o a donde sea”.

Hali y Chaieb están en tierra, antes ya había bajado el de la bolsa de comida. Quedan arriba, cinco compañeros. Se resisten a bajar. Quieren una autoridad. Una contra las que cargaba, por ejemplo, Mohamed Laarby, horas antes, megáfono en mano. Tuvo para todos, para Vivas, al que volvió a tildar de “traidor”, como ya hiciera el viernes, y le recomendó que “dejara de darse golpes de pecho diciendo que es de Ceuta” mientras se contempla que las empresas que trabajan para la administración importen su mano de obra y siga creciendo la lista de parados locales. Pero también para el Delegado del Gobierno “¿Dónde está? Escondido, como siempre” o para Carracao y para Alí. Todos políticos, todos corruptos, para ellos y para cada vez más ciudadanos.

Desenlace con multa

Y esa autoridad no aparece. Otros compañeros se desmoralizan y se muestran sorprendidos por eso mismo, por la no interlocución de nadie. Ni el viernes , ni el lunes ni este martes de tensión en las alturas. Ninguna autoridad, ni política ni empresarial se ha ofrecido, ni con la situación límite de siete personas subidas en una grúa y la obra paralizada a intermediar, a escuchar las demandas de los parados, al menos a ofrecerse.

Mohamed Laarby permanece en la grúa, con él otros dos compañeros, uno desiste y se baja. Son las siete y cuarto de la tarde. Quedan dos, pero por el fondo de la obra, otros dos parados se suben a otra grúa. Vuelve a haber cuatro, esta vez, repartidos en tres de las cuatro grúas que se elevan en la obra.

Al final, bajan sus pretensiones y reclaman a Alí y Aróstegui, vía telefónica mediante el secretario de Organización de Comisiones Obreras. Aparecen los de Caballas, ya cerca de las ocho de la tarde. A Alí le increpan, le insultan en árabe, los de tierra. Tampoco cae bien. Los dos entran en la obra, se acercan a pie de grúa y hablan a voces con los parados. Les disuades y deciden bajar. “No les hemos prometido nada. ¿Qué les voy a prometer yo?”, explica un incrédulo Alí, que prefiere dejar cualquier valoración política para otro día, aunque apunta una, a modo de complemento a su asombro y a su explicación: “Si aquí el que tenía que estar es el delegado del Gobierno, no yo”.

Aróstegui, entre más incrédulo aún y prefiriendo ver el lado positivo apunta una explicación: “Sólo les hemos pedido que se bajaran de una vez”. Ríe, porque de todo “este follón” lo que se lleva es una multa puesta por la Policía Local a “requerimiento de la Policía Nacional. Esto es de chiste. El único multado de todo el movidón soy yo”, exclama mientras ríe. Su delito fue acudir a la llamada para tratar de disuadir a los protestantes de que pasaran la noche en la grúa, esa era su pretensión, y dejar el coche en la puerta de la obra.

Por suerte, este martes, Chaieb, Laarby, Hali y el resto de sus compañeros encontraron el retorno desde las alturas de las grúas. Pero aún andan pensando si no habrán llegado ya a ese punto a partir del cual no hay retorno posible. Ese al que Kafka decía que es el que había que llegar y ese al que ellos no quieren llegar, aunque temen estar en él, sin trabajo, sin recursos, sin dignidad. Mientras, sigue siendo una semana clave para el euro, como las últimas 52, tal vez también para Ceuta y sus parados, más de 12.000.

Lea también:

- Siete parados se amotinan en dos grúas de 'Vías' exigiendo la presencia de las autoridades

- La foto en la que nunca sale Vivas

Un parado desde la grúa: “El trabajo de Ceuta, para los ceutíes”


Entrando en la página solicitada Saltar publicidad