CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS

Día 3 de encierro. “Cómo si fueras a morir mañana”

Día 3 de encierro. “Cómo si fueras a morir mañana”
viajeros puerto covid19
Dos viajeros esperan para embarcar este martes de cuarentena en el Puerto de Ceuta.
Las calles vacías, los supermercados con muchas secciones agotadas por las compras compulsivas provocadas por el miedo, mascarillas y megáfonos sonando en espacios públicos con mensajes propios de una distopía componen este martes, tercer día de encierro, la imagen de una Ceuta en combate silencioso contra el virus

“Tú sabes que te va alcanzar

Y que a veces lo mereces

Y nunca es para tanto

Lo Harías otros veinte años más

Ya se ha dormido la ciudad

Y quedamos los de siempre

Sólo un sobresalto

Me recuerda que soy de verdad”

Lo canta Leiva en uno de sus temas más icónicos de su último trabajo ‘Como si fueras a morir mañana’. La ciudad, Ceuta, se ha dormido a las 12 del mediodía. El sol luce entre nubes que vaticinan un temporal, pero las calles languidecen en una postal apocalíptica. No quedamos los de siempre en la calle. Más bien no queda casi nadie, porque está entre no recomendado y prohibido. Sólo unos pocos desafían al miedo y a la prudencia y a la Ley y a la etiqueta del #quédateencasa tan necesaria para que este infierno parsimonioso no se prolongue hasta hacernos más conscientes de en qué nos hemos convertido.

Como ustedes no pueden o no deben pisar la calle, los que al parecer, somos inmunes al virus y podemos, vamos a intentar contarles un poco lo que se están perdiendo: Prácticamente nada.

En ese primer verso de Leiva está un poco el espíritu de muchos hoy, saben que les va alcanzar. Es el caso de Sergio, que sabe que tiene vecinos esperando resultados y se da poco menos que por infectado. No hay presunción de inocencia tampoco en la pandemia. Nadie parece muy esperanzado en que los casos en Ceuta (de momento uno positivo) no crezcan. Aunque en el sentir colectivo, en realidad, nadie duda de que de esta se sale.

Y en el estribillo de la canción de Leiva hay otra clave para explicar la realidad, una clave llena de contradicción y paradoja como la vida  misma, como esta crisis sin precedentes, “¡Hazlo! Como si no supieras que se acaba / Como si fueras a morir mañana”.

Las piezas de fruta se resbalan de las manos como la rutina y la normalidad de los días que quedan por venir de la vida de cada uno

A juzgar por lo que se palpa en los mercados, los ceutíes no creen que vayan a morir mañana. Más bien creen que necesitan víveres y suministros para una epopeya nuclear que pueda prorrogarse por meses. Y esa es la frase que me repiten dos tenderos del mercado cuyos puestos distan mucho más que el metro de separación legal que rige desde la medianoche del sábado la vida social por decreto ley. “Cómo si fueran a morir mañana”, puede que quizá dijeran “Cómo si el mundo se acabara mañana”.

Pero tanto Mustafa como Tarek se quejan de la ansiedad con la que su clientela les está obligando a trabajar en tiempos en los que la fruta y la verdura no se coge igual por los dichosos guantes. Las piezas se resbalan de las manos como la rutina y la normalidad de los días que quedan por venir de la vida de cada uno.

En los supermercados la gente se ha abalanzado a llevarse no sólo el papel higiénico, icono nacional de la crisis, de nuestra aprehensión y probablemente de nuestra estupidez. Las estanterías medio vacías abundan en casi todas las secciones

El mercado es un ejemplo de lo que pasa, los puestos que quedan abiertos -unos cuántos han optado por cerrar- trabajan más bien más que antes, pero de otra manera. “Mucho teléfono”, apunta uno, “y mucha prisa, creen que se acaba porque en las grandes superficies…”. En los supermercados la gente se ha abalanzado a llevarse no sólo el papel higiénico, icono nacional de la crisis, de nuestra aprehensión y probablemente de nuestra estupidez. Las estanterías medio vacías abundan en casi todas las secciones por las que pasean compradores con guantes y mascarillas en una soledad de domingo a las cuatro de la tarde.

Los súper que nunca han podido combatir la calidad y el precio de los frescos de los mercados muestran hoy cajas dadas la vuelta en las secciones de fruta y verdura, neveras casi vacías en carnicería y mucho hielo a la vista en la pescadería. La harina es parecida al papel higiénico. “La gente se la está llevando para hacer repostería y pan en casa y entretenerse”, explica una cajera con la voz tamizada por una mascarilla. Las cajeras y los cajeros son hoy por hoy fedatarios de nuestra ansiedad y nuestra conducta, llevan días multiplicando el gesto de pasar productos por el lector de los códigos de barras y percibiendo eso que ya ha llegado al mercado, las prisas, los nervios por contar en casa con hasta el último producto necesario para no se sabe muy bien qué. Da igual, si existe, mejor tenerlo, no vaya a ser que mañana ya no nos dejen ni ir a comprar.

El levante y la primavera, de momento, son los únicos que pueden presumir que no han alterado su rutina por un virus con corona

Cabría pensar que el suave azote del levante que ya se anunciaba este martes a primera hora, gritando ahí voy, habría llevado a la gente a comportarse así, por si los barcos con camiones y mercancías dejan de llegar. Se sabe que no es así porque el sábado ya era igual, el domingo siguió igual, y ayer la cosa no cambió. Es más, este temporal, que viene con vientos que pueden alcanzar los 80 kilómetros por hora en la madrugada del martes al miércoles y que ha hecho que la Agencia Estatal de Meteorología nos ponga en alerta naranja, es en realidad el de todos los años en el equinoccio de primavera. El levante y la primavera, de momento, son los únicos que pueden presumir que no han alterado su rutina por un virus con corona. Y si esto ha pasado más veces y no se ha agotado el papel higiénico en el súper, cabe suponer que esta vez tampoco sucederá salvo que nuestra propia conducta lo provoque.

Pero la gente a lo suyo, ‘como si fuera a morir mañana’. Tanto así, que quizás estamos menospreciando esa ansiedad en las redacciones y deberíamos empezar a informar de cuando reponen en los súper. Aunque seguramente algún ministro publicaría en BOE que no podemos seguir haciéndolo para evitar aglomeraciones y que el virus se pueda dar una fiesta.

Si no nos mata el virus, otra cosa lo hará. Hasta este párrafo hay gente haciendo bollería para tiempos en los que sin salir de casa difícilmente queme esas calorías, gente comprando comida por encima de sus posibilidades digestivas y gente fumando más

En algunos puestos del mercado la ansiedad no la ponen tanto sus clientes sino la readaptación que han tenido que hacer por la situación, trabajan más, pero con menos personal, sin trabajadores transfronterizos que ayuden a los cuidados en casa o en la propia tienda, se pierden brazos al tiempo que los pedidos se mantienen a pesar del cierre de la hostelería.

En las calles desiertas permanecen abiertos los quioscos y los estancos. Sin mucha actividad. Eso sí, lo de soplar los cigarrillos electrónicos está en auge por el encierro y una estanquera me cuenta que tendrá que racionar la venta a su clientela para poder atender a todos, mientras de cara al próximo pedido duplica la petición de este tabaco electrónico. “Es por el encierro, la gente fuma más”, explica.

La suerte también está en cuarentena. Hoy por hoy hacerse millonario de golpe no sirve para nada

Si no nos mata el virus, otra cosa lo hará. Hasta este párrafo hay gente haciendo bollería para tiempos en los que sin salir de casa difícilmente queme esas calorías, gente comprando comida por encima de sus posibilidades digestivas y gente fumando más.

La lotería, por cierto, se ha suspendido. No sólo la de Cruz Roja, todo. La suerte también está en cuarentena. Es el pequeño granito de Loterías y Apuestas del Estado para que centremos nuestras esperanzas en salir de esta pandemia y poder volver a la vida normal. Hoy por hoy hacerse millonario de golpe no sirve para nada.

En la playa de la Ribera una solitaria figura humana pasea dos perros ante la indiferencia de las gaviotas, reinas del arenal y tranquilas como nunca. Espero que lo haya disfrutado. Mañana ya no podrá hacerlo. Las playas están oficialmente cerradas en toda España.

De camino al puerto un taxista se queja: “Nuestro sueldo es el que te llevas a casa cada día y hoy está ganando el que no le toca trabajar, porque no hay nadie en la calle”. No hay nadie a quien llevar a de la calle vacía a ninguna parte. En Marruecos el uso del taxi colectivo como medio de transporte público contribuyó durante años a que su tasa de tuberculosis fuera de las más elevadas del mundo. Quizás por esas cosas, los taxistas, según el relato de la radio habían pedido la reducción al 50 por ciento del servicio hace ya muchos días.

Destacan y mucho por eso, son como una foto que recuerda cómo era la vida antes del sábado: Viajeros felices con maletas yendo de un lado a otro a descubrir otros mundos a pasear otras calles cuando hoy no podemos ni pasear las nuestras.

En el puerto la visión no es menos apocalíptica que en el centro o en Hadú, por donde de pronto se cruzan varios camiones del Ejército, uno con una cruz roja enorme. Nada más abrir la puerta del coche en la Estación Marítima saluda la megafonía con voz grave, a medio camino entre un robot y el tono cinematográfico propio de las distopías como esta que vivimos: “La Policía Nacional comunica que se requiere a los ciudadanos que sin causa justificada se encuentran en las vías públicas para que se dirijan a sus casas y permanezcan en ellas. Nos encontramos en una emergencia sanitaria grave. La Policía Nacional vela por su seguridad”. Y así en otros tres idiomas: inglés, francés y árabe. En bucle.

En la Estación Marítima aún hay gente yéndose. Venir, sólo se puede con salvoconducto del Gobierno. Dos jóvenes están sentados en la planta de arriba frente al acceso al embarque, rodeados de maletas medianas. Tienen aspecto saludable, se les ve tan felices como ajenos a la psicosis colectiva. Destacan y mucho por eso, son como una foto que recuerda cómo era la vida antes del sábado: Viajeros felices con maletas yendo de un lado a otro a descubrir otros mundos a pasear otras calles cuando hoy no podemos ni pasear las nuestras.

Regresan a Barcelona y todo esto les cogió de vacaciones en Marruecos. Tenían vuelo desde Fez a Barcelona para este próximo sábado. Lo cambiaron para volar de Fez a Bruselas y luego de Bruselas a Barcelona, pero previendo que de aquí al sábado todo empeorará un poco más han optado por llegar a Ceuta, subirse al barco y buscar tren. “Y si no, lo mismo alquilamos un coche”, dice el chico ajeno a que cualquier cosa que antes se podía con facilidad hoy cuesta un mundo. Sigue de vacaciones, sigue en los tiempos antes del Estado de Alarma. Vive como si no fuera a morir mañana. ¡Qué encanto!

Día 3 de encierro. “Cómo si fueras a morir mañana”


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