La calle Real se disfrazó este sábado de una especie de onda gravitatoria por la que se podía viajar en el tiempo y en el espacio, de la selva a la era de los dinosaurios pasando por el celuloide, e incluso sí se tenía amor suficiente y un ratito casarse con los Popi. Es lo que tiene el carnaval y su cabalgata que todo cabe.

Las agrupaciones que concursaban hace una semana en el Concurso Oficial no faltaron a la cita, ni los disfraces eran capaces de tapar las ojeras y los gestos de cansancio de una semana de ilusión y frenesí que termina ya dando paso a la cuaresma, no como mandan los cánones, con retraso, al fin y al cabo las ondas gravitatorias están ahí y existen.

Y los ceutíes respondieron a la llamada en tanto en cuanto respetó la lluvia a la cabalgata, después de una mañana en la que pareció por instantes que todo sería efímero, que el agua disolvería la manifestación de alegría y máscaras. Nada la hizo temblar y de Maestranza a la Constitución el gentío arropó el paso de quienes iban disfrutando del verdadero día grande del carnaval ceutí.

Este sábado muchos transmutaron su yo rutinario y gris en otro ser más atrevido o más tímido que de todo había, otro distinto en cualquier caso, que les redimió por un momento de su día a día y les vistió por encima de cualquier cosa de una diversión distinta y diferente.