Son las dos víctimas ceutíes que ETA dejó en su camino. Dos jóvenes caballas, uno Guardia Civil, el otro Policía Nacional, destinados ambos en Guipuzkoa. Hoy, más de tres décadas después de su muerte, sus familias siguen añorándolos. “Aunque pasen los años tienes el mismo dolor que el primer día”, explica con entereza Aisha Mohamed, madre del policía asesinado en Irún. “Es un recuerdo que te deja marcado para siempre, es totalmente brutal”, recuerda Laura, hermana de Pascual Andreu.
Ambas han revivido hoy aquellos años y han agradecido el gesto de no olvidar a las víctimas, algo que la sociedad no debe permitirse y que, a juicio de Mohamed, debe llevarse a las aulas, para que no caiga en el olvido: “Reivindico que los colegios, la cultura en general, debe ir acompañada se mucha información sobre todo esto, mucha charla para todas las generaciones que están viniendo, que yo tengo sobrinos que ni saben que es esto, se le ha ido olvidado a las nuevas generaciones”.
Un dolor que muchos han olvidado ya pero que a ellos les acompaña “toda la vida”. “Es un sufrimiento muy grande, las familias siempre viven con esto, las secuelas nunca se van”, explica Aisha Mohamed que aboga por no olvidar. “Esto no se tiene que olvidar, la memoria de todas las personas que han sufrido y les han quitado la vida por ser personas de bien, que esto no se olvide, que la Ley que nos ampara a las víctimas lo dice y debe cumplirse”.