Hermandades de otros tiempos


Hermandades de otros tiempos
Dallas y Travis Good remiten a la psicodelia de los últimos años 60 en un concierto áspero y rotundo

En contra de lo que pudiera hacernos creer en el pasado reciente la escuela de Manchester, las asociaciones fraternales en una banda de rock pueden llegar a ser armónicas, pacíficas y hasta provechosas. Tanto como para acabar el concierto cruzando los mástiles y tocando cada uno en la guitarra del otro. Y eso que para entonces la iluminación se había declarado en huelga (la normalidad hubo de esperar a los bises) y los acontecimientos tenían lugar entre penumbras en el escenario.

Travis y Dallas Good, la consanguínea bicefalia al frente de The Sadies, se afincaron este miércoles a izquierda y derecha del escenario de Shoko para ejercer el mando desde una prudente disposición simétrica. Y así, con batería y contrabajo en la franja central, transcurrió un concierto que comenzó áspero y algo tenso para terminar, a modo de metáfora, en feliz hermandad con la parroquia. “Odio los músicos que protestan, pero… ¿podríais hacer menos fotos?”, había implorado Dallas al cuarto de hora, abrumado por los permanentes fogonazos de los ‘flashes’. La reconciliación, como en las buenas familias, llegó al final: tras consultar la hora con el público, prometió “aprovechar bien el tiempo” hasta las once. Los canadienses apuraron incluso diez minutos más y aprovecharon para suministrar una celebradísima lectura de ‘A house is not a motel’, el clásico de Love.

Ni Travis (el del pelo revuelto) ni Dallas (inenarrable su traje dorado) son dueños de unas voces particularmente armadas o rugosas, pero ambos imprimen un agradable aroma a rock primitivo a todo cuanto pasa por sus gargantas. Dallas incluso exhibe en algún fugaz pasaje el registro de Johnny Cash, ese que parece provenir de las entrañas de la tierra. El juego de las dos voces evoca una y mil veces a los Jayhawks, solo que con un regusto siempre más sucio y ‘garajero’. Son, por decirlo en pocas palabras, más asilvestrados que silvestres.

Con una producción ya muy extensa, los de Toronto no necesitaron jugar todas las bazas a partir del reciente ‘Internal sounds’. Con todo, algunos de sus argumentos resultaron magníficos: en particular, ‘The first 5 minutes’ (psicodelia cruda de la que rubricarían hace 45 años The 13th Floor Elevators o ?uestion Mark & The Mysterians) y ‘Starting all over again’, seguramente el tema que de mejor grado habría producido Gary Louris. En sus guitarras arpegiadas se cuelan las enseñanzas de The Byrds, otra referencia tan añeja como coherente: nada de cuanto acontece en escena nos remite a 2014, empezando por la propia urgencia de las canciones, esa necesidad imperiosa de rematarlas en tres minutos. O en dos.

Es difícil resistir la fascinación en torno a aquellos años en que la liberación juvenil viajaba a 45 revoluciones por minuto. Los bien avenidos Good erigen así una hermandad que remite a otros tiempos: la mencionada psicodelia, el rock de adscripción campestre (ahí está el ocasional violín de Travis para despejar dudas), los interludios instrumentales en clave de ‘surf’. En realidad, solo la lluvia de ‘flashes’ y tuiteos compulsivos nos ubicaban en el momento presente. Hemos mudado la ilusión en sofisticación tecnológica, pero no está claro que hayamos salido ganando.


Posted originally: 2014-01-30 10:14:09

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