El tiempo, siempre el tiempo


El tiempo, siempre el tiempo
    Hacía más   de dos años que nos despedimos  en aquel  café del centro.” Dos años , siete meses y once días” me corrigió él  con una precisión perfecta. Pensé que los  contaba  diariamente …  estuve a punto de preguntarle por las horas que nos habían separado para que me explicara si fue una  mañana [...]

 

 

Hacía más   de dos años que nos despedimos  en aquel  café del centro.” Dos años , siete meses y once días” me corrigió él  con una precisión perfecta. Pensé que los  contaba  diariamente …  estuve a punto de preguntarle por las horas que nos habían separado para que me explicara si fue una  mañana o una  noche, quizás una  tarde… Yo sabía con una certeza absoluta que habían pasado dos de mis cumpleaños sin él, dos agostos de levantes y Feria sin él. Dos otoños…

Me miraba apurando cada detalle, repasando mis gestos, mis manos. La manera de cruzar las piernas y la coquetería de atusarme el pelo. “Te ha crecido mucho. Eras una pelirroja de pelo corto, ahora luces una melena larga y negra” Sonreí. “Estas más delgada y más guapa”

Lo miré “con los ojitos llenitos  de ayer”, el tiempo lo había envejecido, entristecido, cubierto de una pátina gris que le pesaba en las pestañas y desteñía su mirada.

 Atesoraba el cansancio de los días iguales, de la rutina triste que se repite, de la abulia que nos marchita antes que el sol se ponga. “Muchas mañanas no quiero levantarme, no encuentro sentido a empezar el día, y no tengo razones….”

Lo oía mientras pensaba en las mujeres que cruzan la frontera del Tarajal  para trabajar por poco dinero, por las que cargadas como mulas pasan el Biuz, las que después de romperse el alma, la espalda y las manos sacan tiempo viniendo a nuestros talleres a aprender español, las que se ríen,   me traen fotos de sus hijos y de sus hijas , hacen planes de futuro, sueñan con enamorarse…

“No,  no tienes razones” le dije, “o quizás las tienes todas. Todos tenemos derecho a deprimirnos pero no tenemos derecho a que nos dure mucho.”

Recordé “Palabras para Julia”.

“Te echo mucho de menos, tu entusiasmos, tu alegría. Tu manera de acurrucarte cuando dormías. Tu risa.”

Pensé que el tiempo es injusto, y relativo, él había envejecido tanto ante mis ojos , yo me sentía más joven, como antes de él. Dos seres distintos, en edad, en ideas, en clase social (siempre fue tan clasista) , en pensamientos mirándose cara a cara. Él echándome de menos y yo dejándome echar de menos.

Un sentimiento agridulce me subía desde la planta de los pies hasta la nuca, como una tibia caricia que me susurraba que no hay más Macondos, ni mangos dulces, ni arenas de playas color azafrán  para aquella que asumió su disidencia…

Yo me morí de dolor tras la ruptura, morí y renací. Muerta de pena viví día a día  hasta llenar los días de vida, de  razones para lavarme la cara y buscar el pan y la alegría.

Él hizo lo más conveniente, su vida se fue tiñendo de gris  y se condenó a una perpetuidad de aburrimiento…

Había pasado más de dos años, “.” Dos años , siete meses y once días”.

 

 

 



Posted originally: 2010-03-28 00:52:07

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El tiempo, siempre el tiempo


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