urnas elecciones generales
Antonio Gil

Pasadas unas horas de las elecciones, contrasta la euforia del vencedor con la decepción de los ‘vencidos’, pues sólo uno ganó, así es, aun restando parte del peso que antes tenía. Ahora comienzan las temidas cábalas, negociaciones donde puede pasar de todo.

Después del momento de ir a votar, me consta que muchos son los ciudadanos que están decepcionados; esto tiene una explicación, aunque tenga que ver con la abstención que se ha producido. A muchos votantes les habría gustado que su papeleta hubiese estado impregnada de mayores razones que motivaran su elección. Sienten con pesar que los programas de los candidatos vencedores y vencidos no tuvieron la carga suficiente, que no les ilusionaba lo bastante vamos, y mucho menos los encontraban transformadores.

Y llevan toda la razón. Acaso no echan ustedes también de menos que los programas electorales hubiesen contenido un paquete de medidas tales como que: se asegurasen por Ley las Pensiones y que, ligada a ésta propuesta, hubiese otra en la que el derecho de los políticos a cobrar una pensión se equiparase al del resto de los ciudadanos y dejaran así de ser unos privilegiados como hasta hoy viene ocurriendo.

Reducir drásticamente el número de cargos, limitar el número de coches oficiales, acabar con las prebendas, legislar para evitar las puertas giratorias, cobrar a los bancos el dinero que se les prestó, etc. Todas estas también ayudarían a evitar la abstención.

No me consta que alguno haya abordado todos los problemas que tiene nuestro país como algo fundamental, sin ambigüedades. Ninguno se plantea cambiar las leyes para acabar con sus privilegios y, lo que es peor, a sabiendas de que viven en un país donde el drama del desempleo afecta a la mayoría de las familias. A pesar de eso, prefieren esconderse con argumentos como: la diversidad de nuestras identidades, la unidad de España o atrincherarse en cualquier otra imbecilidad que distraiga al pueblo para huir de lo que de verdad le interesa y de verdad nos une.