S. J.

Carlitos a sus 8 años tiene las diversiones de cualquier niño de su edad.

Dicen que es un niño algo travieso pero noble. Se le ve por el parque jugando animadamente con su hermana Marta.

En la escuela es un niño tranquilo, los profesores dicen que es buen estudiante aunque algo remolón.

Le gusta mucho el fútbol y a veces se le ve en la calle jugando con sus amigos llevando puesta la camiseta de Messi.

También le gusta mucho pensar que es un bombero, le agradan esas profesiones en los que ayuda a la gente y además van vestidos con ese uniforme que tanto le mola.

De vez en cuando lo pasa mal porque sus padres discuten en voz alta y se estresa, no son muchos momentos pero cuando ocurre los gritos lo ponen muy nervioso.

Salvo eso, su vida es plácida y tiene toda una vida por delante para crecer, conocer, viajar, enamorarse, sufrir, trabajar, desenamorarse, enamorarse, consolar a su hermana, reìrse con ella, ayudar a sus padres, etc. Toda una vida por delante.

Martita tiene 5 años. Es un trasto, no para. Siempre juguetona y gastando bromas a su hermano.

En el cole es igual: animada, divertida, graciosa.

En las "peleas" con su hermano  se las apaña para salir airosa. Con esa carita angelical es imposible enfadarse con ella.

Le encantan las pelis de dibujitos, en casa pasa horas echada en el sofá viendo a Ariel, a la princesa Frozen, a la bella y la bestia, le encanta la bestia  porque dice que es bueno.

Al igual que su hermano, solo lo pasa mal cuando sus padres discuten, además llora y siempre busca a su hermano para que la abrace.

Una noche ninguno de los hermanos entienden porque llaman a mamá y no viene. Si hace un rato cenaron con ella? ¿dónde ha ido? ¿ha ido a casa de la vecina?

Su padre entra y los llama para que se sienten con èl. Les dice que tienen que dormirse, que mamá ha salido y vuelve en un rato.

Huele mal, huele raro. Papá les dice que no se preocupen, que viene de la calle, que se duerman.

Ellos duermen, duermen pero para no despertar jamás.

Y en un rato, así, sin más, ya no hay sueños  por cumplir, ni amores por los que llorar, ni profesiones que ejercer, ni amigos a los que ayudar, ni viajes para descubrir, ni risas que soltar, ni abrazos que recibir, ni fiestas a las que ir, ni coches que estrenar, ni perritos a los que cuidar, ni pelis por ver, ni, ni, ni..., así, sin más, sin explicaciones, sin motivos, sin consideraciones sobre lo que es justo o injusto, sin contemplaciones, solo así, porque sí, sin más.

Al día siguiente ocupan dos minutos en los telediarios: fin. Y la vida sigue, porque siempre sigue, sin más.

Pero sigue sin Carlos y Marta, que seguro que nunca hicieron daño a nadie, la vida es así.

Siempre me hago la misma pregunta: " y tú, padre miserable y ruin, ¿por qué no te tiraste por la ventana antes de matarlos? ¿Tan difícil era cambiar la cronología de los hechos? Primero te tiras y luego Dios dirá...

Y la vida sigue, así, sin más, pero con dos menos.