Un agente de la Policía local
José Manuel Ortega, delegado de CCOO

Soy Jose Manuel Ortega, delegado sindical de CCOO y quiero hablar en primera persona, como Policía Local, como compañero, como amigo, y más que ello, en estos momentos, como humano, dejando las siglas a un lado quiero dirigir esta carta al Presidente de la Ciudad Autónoma.

Para no despistar la cuestión, voy a enfocar esta reflexión en voz alta hacia el propio colectivo; al que siempre se le critica pero está ahí, continuamente dándolo todo, trabajando con ahínco y tesón; unos días bien y otro días mejor, a la que muchos odian pero son los primeros a los que les llaman por necesidad, y al que, por la particular idiosincrasia de esta ciudad, tienen que saber de todo tipo de competencias, actuando en la mayoría de ocasiones como discípulo, pero también como maestros de todo, porque “es como una caja de costuras, en la que cuando la sacas sirve igual para arreglar un roto que un descosido”.

Quiero transmitir por escrito el mensaje de voz que he recibido, tras leer un compañero una de nuestras notas de prensa donde reivindicamos falta de equipos de protección, de test rápidos, de protocolos, de instrucciones claras, así como de la falta de adaptaciones organizativas dentro del Cuerpo:

Mensaje de voz: “-Tú sabes Ortega, todos los días nos la estamos jugando en nuestro trabajo, -pero de verdad, te lo juro, estoy libre de servicio y deseando ponerme el uniforme y salir a la calle, eh Ortega, hay momentos en los que estás de bajón, pero te juro que en mi vida he tenido tanta fuerza para ponerme el uniforme, te lo juro (se le nota en su voz esa garra), pero psicológicamente acabamos muertos, es un trabajo psicológico muy fuerte, pero (suspiro) ¿tú sabes cuál es la pregunta todos los días cuando voy a finalizar el servicio y entregar las novedades? (silencio) - ¿Cuantas denuncias hay? ¿Cuántas denuncias habéis puesto? (silencio), no nos preguntan, ¿cómo estáis? ¿Cómo lo estáis llevando? ¿Cómo están los policías? (largo silencio), es una mierda Ortega (con una voz entrecortada), es una mierda (repite de nuevo), es una puta mierda (repite acaloradamente), (ya se le nota en la voz ese llanto interno), joder que estoy en mi casa y esta gente… (casi apenas sin voz)”, y se corta el mensaje.

¿Vellos de punta, verdad? Imagine escucharlo en directo. Y sí, no es nada extraño, este es el día a día desde que implantaron en la Jefatura de Policía Local las estadísticas, porque parece que lo que importa son los números y no las personas, pero ahora... ahora se hace mucho más duro al enfrentarse a algo en lo que nadie, ni por mil pruebas psicológicas que le pongan están preparados. Al miedo a lo desconocido no se es inmune y no existe vacuna que lo cure, pero ahí están. A esta Jefatura le falta humanidad, le falta empatía, le falta ese toque de humildad, esa palmadita en la espalda de ¿Cómo estás, compañero?, ese dejar los galones encima de la mesa y ponerte en lugar del otro, por lo que está sufriendo, por lo que está padeciendo, saber de las vivencias y enfrentamientos que tiene diariamente con ese silencioso enemigo que no sabemos dónde se encuentra; quien dirige la jefatura no es magnificente, como son los grandes adalides de equipos humanos.

Los policías locales son magníficos profesionales, nos lo están demostrando diariamente, pero están huérfanos, a falta de un padre que los lidere. No necesitan un ordeno y mando, quieren que alguien les aconseje y guíe. No alguien que diga “yo”, sino que pronuncie un “nosotros”. Alguien que comparta los éxitos, no que, simplemente presuma de los suyos y, sobretodo, alguien que explique y que se implique con sus propios compañeros (si es que así los considera o así se siente), sentándose a su lado y escuchándolos.

Después de lo leído, no es de extrañar si les digo que la Jefatura de Policía Local ha tenido que reprobar el pequeño y sentido homenaje que le hicieron los compañeros de servicio a los sanitarios del Hospital Universitario, con las luces puestas en las puertas de Urgencias, símbolo de admiración. Eso lo necesitan los profesionales de ambos gremios, y no acrecentar con la reprobación la sobrecarga emocional, aumentar el estado de ansiedad y la depresión que conllevará a un estrés postraumático cuando todo esto acabe.

Que están cansados y saturados de tanto mandato sinrazón, de tanto artículo, de tanto cumplimiento de orden de servicio, de tanto tener que leer que hay cumplir en la orden con el apunto 1 que te remite al 3, pero el 4 te vuelve a derivar al 1, así hasta el 20, de forma que cuando has terminado de leerlo acaba en la misma papelera que se ha dejado para desechar alguno de los pocos guantes de los que se disponen.

¡De eso hay que quejarse señor mío!, y por eso hay que luchar, arriba, en las altas esferas; por la falta de equipos de protección, de guantes, mascarillas, gafas, trajes... por no dejar a una unidad en mitad del Príncipe a custodiar qué o quién, por dejar abandonado 1 sola unidad en los Pabellones deportivos que sirve para confinamientos de mayores y menores, más de cien personas en cada uno, etc., en ello es por lo que hay que implicarse, por ello es por lo que hay que batallar (si es la jerga que mejor entendible), para no tener a ningún policía local desprotegido en la calle, por tener coches en condiciones, por tener vestuario, por tener medios, por poseer trajes acordes al riesgo biológico al que se le obligan a que se enfrenten, que la fidelidad y la lealtad al servicio público y a los que están en la planta de arriba no debe de ser tan solo en sentido ascendente. Los agentes necesitan ver a alguien que está a su lado.

"Crucemos los dedos y que nos pille confesados, porque si nos libramos de esta batalla no será por el buen hacer de galones, será por el propio destino, pero que esta guerra la ganarán todos, y celebrarán los éxitos los que están a pie de calle"

He tratado de razonar con el Superintendente y, por activa y pasiva, le he mostrado la necesidad de una reorganización urgente en la plantilla con motivo del estado de alarma, explicando con sólidos argumentos que la propia ley de prevención de riesgos ampara esa redistribución de efectivos si lo que peligra es la salud, que hay que encapsular grupos, que no podemos permitir el aislamiento de agentes o de una Unidad, y seguimos paseando diariamente por la Jefatura a más de 100 policías.

Crucemos los dedos y que nos pille confesados, porque si nos libramos de esta batalla no será por el buen hacer de galones, será por el propio destino, pero que esta guerra la ganarán todos, y celebrarán los éxitos los que están a pie de calle.

Con la esperanza de que tenga en cuenta el contenido de esta carta, Sr. Presidente, nuestro más sincero deseo es el de un adiós, “a buen entendedor pocas palabras”. La Policía Local ansía un verdadero líder que haga a uno sentirse de nuevo Policía Local.

Quiero hacer mío aquello que le dice el personal del Grupo Antiterrorista Rural (GAR) de la Guardia Civil a su Teniente Coronel en estado grave por el coronavirus “si construyes un ejército de cien leones y su líder es un perro, los leones morirán como un perro, pero si armas un ejército de cien perros y su líder es un león, todos los perros lucharán como leones. Gracias por ser un león en la familia GAR mi Teniente Coronel, ahora más que nunca lo necesitamos en pie y haciendo lo que mejor sabe hacer, vivir por y para el GAR, en esta batalla nadie se queda atrás, coja nuestra mano e incorpórese, queda mucho por hacer, tanto en lo profesional como en lo personal, su lucha es nuestra lucha, y no vamos a perder, siempre GAR”. Va a ser muy difícil o casi imposible escucharlo en la Policía Local señor Presidente (que Dios libre a cada uno pensar sobre el coronavirus), después de toda esta pandemia alguien tendrá que tomar una decisión y depende de dos, eso sí, con el testigo en mano preparado para que no nos deje huérfanos, que la herencia que han dejado…

VIVA LA POLICÍA LOCAL!!!