Juan Redondo

Que la ciudad está sucia es mas que evidente y sin duda hay que pedir responsabilidades. En principio la primera responsable es la empresa que se hizo con la concesión del servicio a través de una baja temeraria, a sabiendas de antemano que no podría cumplir con lo licitado, pero eso no importaba, lo primero era hacerse con el contrato y después ya vendrían las correspondientes inyecciones económicas con sucesivas ampliaciones. Eso sí, por lo visto lo que no tuvieron en cuenta es que el tope máximo estaba tasado, equivocándose hasta en eso a la hora de licitar.

Por lo que se ve, estos acaparadores de licitaciones subvencionadas, están acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo, aprovechándose de las carencias que existen en la fiscalización e inspección de este tipo de contratos por parte de la Ciudad. Pero en este caso en concreto, es muy difícil ocultar las deficiencias en el servicio y ante lo que es tan evidente, el asunto no tarda mucho en saltar a la opinión pública. Es entonces cuando los responsables políticos, que se ven al descubierto y sin respuestas para sus habituales tejemanejes, intentan echar balones fuera, tirando con fogueo y afirmando que están trabajando en las soluciones y en el pertinente expediente sancionador a la empresa adjudicataria, todo ello cuando ya no les queda más remedio claro.

Es tal el desastre que mucho me temo que la única solución pasará porque la Ciudad tenga que hacerse directamente cargo de las tareas encomendadas a la empresa TRACE, reasignando tal labor, a esa empresa "milagro" llamada TRAGSA. En cualquier caso la pregunta es clara, ¿se sancionará a la empresa saliente por su fiasco? o al final y como siempre ocurre será el contribuyente el que acabe pagándolo todo. En breve seguro que tendremos la respuesta.

Aunque lo peor del asunto viene a la hora de hablar de los puestos de trabajo, los cuales siempre quedan comprometidos ante situaciones de este tipo. En todo esto se ha demostrado que poco a nada ha importado lo concerniente a este punto, pues en las bajas temerarias es precisamente en ese apartado donde se suele escatimar, reduciendo en operarios y condiciones laborales.

Esto solo es la punta del iceberg, pues visto lo visto habrá que revisar más de una de estas adjudicaciones, caso de la recogida de cartones, ruedas, electrodomésticos, pilas, aceites, escombros, mantenimiento del alcantarillado o el traslado de la basura a la península, todos ellos cifrados en montantes astronómicos y que casualmente casi siempre recaen en dos o tres empresas que con el tiempo han acabado monopolizándolo todo.