DÍA INTERNACIONAL

Educación, la verdadera medicina para el Asperger

Educación, la verdadera medicina para el Asperger
Stand informativo por el Día Internacional del Síndrome de Asperger
Día Internacional del Asperger

A Pablo -Super Pablo para sus amigos y familiares- le diagnosticaron síndrome de Asperger con seis años. Hoy 15 años después cursa los estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Pablo y su padre Juan Muñoz, presidente de la Asociación Asperger de Ceuta, son el ejemplo viviente de que la educación y el compromiso y resistencia al desaliento de las familias son la mejor medicina para alguien con este trastorno. 

Los problemas ya los ponen los demás. El primero el periodista, al hablar de “enfermedad”. “No es una enfermedad, es un trastorno”, corrige Muñoz con paciencia. Este martes han instalado un stand en la plaza de los Reyes para conmemorar el Día Internacional del Asperger y seguir luchando para visibilizar su situación, sus necesidades y la falta de información, por ejemplo, para lograr que se deje de incluir a las personas con Asperger dentro del Trastornos del Espectro Autista (TEA) siguiendo la baremación estadounidense y no la europea, añadiendo más confusión aun.

La primera clave para entender que no es una enfermedad es las áreas implicadas, que incluyen, obviamente la sanidad, quien diagnostica, pero también el sistema educativos la única y verdadera medicina para los Asperger. “Esto no se soluciona con una pastilla, sino con educación en emociones y en el comportamiento”. Y ahí es donde naufragamos. “Estamos muy encima de los centros educativos en los que estaño nuestros hijos para que se lleven adelante los proyectos que hacemos e la asociación, pero el profesorado no está adecuado a esta situación y dentro del ámbito de la sanidad tampoco. En Salud Mental los psiquiatras vienen y están nada, seis meses y vuelta a empezar. Y cambias de colegio y vuelta a empezar”.

Ema el campo de la salud, la asociación ceutí cuenta con el apoyo de su igual en Sevilla,  que les presta total colaboración y hacia la que derivan los casos. Pero en la educación la situación es más compleja, admite. “Ese es nuestro campo de batalla, sobre todo por la gran incomprensión que encuentra ele niño con síndrome de Asperger”, explica Muñoz, “es un niño que necesita espacios tranquilos, necesita adaptaciones en el ámbito educacional (…) saber que él aprende de forma distinta, no necesita grandes cosas, solo un poco de atención, pero el profesor no suele dar una importancia especial al alumno con Asperger”. Y no se trata de creara aulas específicas para ellos, todo lo contrario, necesitan socializar aunque o sepan hacerlo, necesitan pertenecer al grupo, aunque les cueste, explica con pasión Juan Muñoz. No hacen falta más aulas, hacen falta más docentes.

Ellos siguen intentándolo, recordando a la Dirección Provincial de Educación que estañan ahí, que existen y que tienen proyectos educativos desarrollados para ellos, que es necesaria una formación específica para el profesorado. Pero de momento nada, lamenta Muñoz que, recuerda, eso sí, que la implicación de la familia ha de ser plena, pues es crucial. Bien lo sabe Juan Muñoz, que lleva 15 años luchando con su hijo, entrevistándose con cada nuevo profesor para que tuviese claro sus pautas, sufriendo con los problemas de acoso escolar durante la Secundaria, contra la prejuicios y contra el desconocimiento. Quince años en los que la familia al completo realizó un viaje tan duro, complicado y doloroso, pero finalmente reconfortante, como su hijo Pablo, desde el diagnóstico de Asperger a la Universidad de Sevilla.

Juan Muñoz, presidente de la Asociación Asperger

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