EN EXTINCIÓN

El Gobierno ahoga las ‘volaeras’ después de prometerles en febrero 500.000€ para renovar los secaderos

El Gobierno ahoga las ‘volaeras’ después de prometerles en febrero 500.000€ para renovar los secaderos
salazones rafaeles
Uno de los veteranos de la volaera Los Rafaeles.

Fue en Ceuta, en la noche de los tiempos, donde se inventaron las mariscadas. Fue hace mucho, mucho tiempo, cuando el mejor hogar al que podía aspirar una familia no era un chalet con piscina, sino una cueva como la de Benzú, Cabililla con vistas. Fue poco después, ya en el alba de los tiempos, cuando el poso de civilizaciones en tránsito y conquista del territorio dejó para la posteridad una de las primeras técnicas que se conocieron y se siguen usando para la conserva de alimentos frescos. Frescos como el mar que rodea la ciudad y que hace que desde dónde la memoria se pierde y empieza la historia, los moradores -hoy residentes- de Ceuta hayan gozado de buen pescado. Y también de pescado en salazón para su conserva. Esa honda tradición enraizada en el carácter de un pueblo mediterráneo está a punto de desaparecer, como ya desparecieron un día las conserveras.

Las ‘volaeras’ viven el día a día como lo hace una especie amenazada de extinción sin saber si habrá mañana para esa tradición tan ceutí.

El Gobierno de la Ciudad parece decidido a dejar morir el invento de milenios ante una inacción que está aquejada en los últimos años de una falta total de determinación o plan al respecto. Quedan ocho y apenas dos o tres caras de menos 70 años se huelen en temporada las manos a pescado y sal.

De nada ha servido el proyecto de Salazones de Ceuta auspiciado e impulsado por Keke Raggio que ha tenido que echar la persiana ante la intensa persecución a la que se ha visto sometido en los últimos tiempos, precisamente por el Gobierno.

El Ejecutivo de la Ciudad Autónoma ha pasado de prometer a los maestros salazoneros una inversión de 500.000 euros en febrero para renovarles las instalaciones y facilitar que cumplieran con las condiciones higiénico sanitarias a ordenar inspecciones de Sanidad a las propias ‘volaeras’ a mediados de junio y pocos días después a los bares que apostaron por participar en la acción dinamizadora del sector de la asociación, la ruta de la tapa del salazón.

El despropósito gubernativo llegó a tal extremo que Salazones decidió comprar a los bares atún seco envasado y etiquetado en Barbate para que ante la duda tiraran el secado en el Chorrillo y evitar que Sanidad les pudiera obsequiar con una multa. Ningún bar fue amonestado, al menos no por el uso de pescado seco para sus preparaciones. Nada se sabe de las inspecciones realizadas en la explanada del Chorrillo. De momento.

Lo cuentan unos veteranos en el sector, Los Rafaeles, cuyo cartel, como el de todos los demás, luce como luce gracias al esfuerzo dinamizador realizado en 2016 precisamente por la Asociación Salzone, que en febrero se sentaron llamados por la Administración por el entonces gerente de Servicios Turísticos, Rafael Montero: 500.000 euros de inversión, módulos de dos plantas, arriba para secar el pescado con facilidad para hacerlo dentro de mosquiteras y abajo para atender al público. “Son los que luego han puesto en las playas”, apuntillan en La Pesquera, sus vecinos.

Aunque, los más veteranos creen que eso les habría resuelto poco y que la inversión que requieren no es tan grande. Nadie hace ascos a eso. Los Rafaeles lamentan que les dieran el plan ya cocinado, sin haber consultado con ellos de forma previa cuáles eran sus necesidades. No lo dicen, pero visto desde fuera, pareciera que los módulos se iban a comprar sí o sí, y que si no sirven para los secaderos, sirven para las playas.

“Nosotros con que nos cambien los hierros y nos pongan unos módulos como los que tenemos, pero nuevos, nos alcanza. Con seis u ocho mil euros por secadero nos llega, no hace falta que se gasten medio millón de euros”, apunta uno de los Rafaeles.

salazones

“Tiramos todo porque nos dijeron que en junio tendríamos los módulos nuevos y luego como no cumplieron tuvimos que ir pidiendo prestado y favores para poder abrir esta temporada”, dejan caer en La Pesquera.

“Una vez que el pobre Keke ha tirado la toalla, a nosotros han dejado de molestarnos”, apuntan en La Pesquera. “Pero no sabemos lo que va a pasar”, apostillan llenos de incertidumbre en Los Rafaeles. Y es que en Salzone han tirado la toalla, conscientes de que parte de la persecución –así se lo explicitaron en Sanidad- tenía que ver con los fondos públicos que la asociación recibía: 6.000 euros, para dinamizar el sector.

Una labor hecha con entusiasmo que ha servido para prestigiar la labor de los artesanos y poner en el foco un sector que todos creen en el Chorillo “se perderá”. “Mi bisabuelo ya secaba pescado en el Tarajal y es una pena”, apuntan desde la Pesquera. “Pagamos impuestos a Costas por este espacio”, dejan caer en Los Rafaeles. Y si tienen que tirar un cable para tener luz se lo han costeado ellos: 700 euros.

La labor de Salzone en estos dos años escasos había servido para meter el salazón ceutí en algunos establecimientos de hostelería locales, para colocar Ceuta como destino turístico gastronómico sostenible (ironía) en algunos importantes foros, a los que la Administración a pesar del cable lanzado por Salzone no ha prestado la menor atención y ha renunciado a acudir a participar en las reuniones en algunos casos. A Salzone le han reclamado para sumarse a varias plataformas que tratan de agrupar a artesanos como los del Chorillo en diversos puntos del mapa nacional para poner en valor artes y oficios que en muchos casos aportan valor más allá del económico, el de la cultura, el de la tradición, el de la raigambre que viene de la noche de los tiempos. Nada de eso parece que vaya a tener continuidad.

Raggio se despidió en julio del proyecto acosado por las inspecciones de Sanidad y por una hostilidad manifiesta desde la Administración. El concurso de la tapa de salazones se canceló. “Hablé con la directora de Sanidad y Consumo para que pare, que yo dimitía y Salzone desparecía”, ha explicado Raggio. Y a raíz de esa comunicación cesó el hostigamiento.

En el chat que mantenía la organización sin ánimo de lucro con los hosteleros, todo fueron palabras sentidas y agradecimiento mutuo entre las barras y la organización para evidenciar que al menos se intentó, que alguien movió ficha por pura pasión personal. La apuesta está muerta y si nadie mueve ficha en el Gobierno es probable que la tradición milenaria desparezca y todas  las puertas abiertas al futuro por Salzone con el sector del salazón acaben cerrándose y sin tan siquiera hacer ruido. Nadie sabe tampoco si las inspecciones de Sanidad puedan decidir cerrar los secaderos para siempre y este sea el verano del último salazón ceutí.

El Gobierno ahoga las ‘volaeras’ después de prometerles en febrero 500.000€ para renovar los secaderos


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