Silvio Ageloff

Siempre he tenido a gala dormir a pierna suelta durante la noche, aunque he de confesar que ya la edad empieza a pasar factura. Cuando me desvelo y tardo en coger otra vez el sueño, suelo acudir a mi vieja radio portátil y trato de escuchar la emisora que esté en el dial, siempre que no sea fútbol. Y cuando estoy a punto de sucumbir al sueño, en un esfurzo casi sobrehumano, la apago, si me da tiempo.

       La madrugada suele ser el lugar perfecto para evacuar opiniones de tal naturaleza que, por el contrario, uno casi no se atrevería a manifestarlas a plena luz del día. La madrugada tiene tal magia, tal encantamiento, es tan hechicera, que nos invita a sincerarnos y a sacar ideas, más o menos peregrinas, del magín que, insisto, a plena luz del día acaso sentiríamos cierto pudor, cierto recato, para contárselas a alguien, y menos en una emisora de radio.

A este respecto, en la madrugada del 16 de agosto, a eso de las cinco, encendí la radio y me encontré con el programa de Radio Nacional “He venido aquí a hablar de lo mío”, desconocido para mí, obviamente, presentado por una tal Lara López, con dos invitados, uno de ellos era el escritor Ray Loriga, y el otro, Santiago Tarbernero, al parecer, cineasta.

Acerté a escuchar, ya iniciado el programa, lo que vino a ser un largo diálogo entre los citados Ray Loriga y Santiago Tabernero, siendo el papel de Lara López muy secundario, que, afortunadamente, trató de mantenerse un tanto al margen de las opiniones de los dos hombres. Tal vez estuviera tan sorprendida, como yo lo estaba, por lo que decían los invitados. Debo confesar que la naturaleza del diálogo de los dos invitados hizo que el sueño se negara a venir, también es cierto que yo hacia ímprobos esfuerzos por no dormirme.

Es tal la naturaleza del diálogo entre Ray Loriga y Santiago Tabernero que no me resisto a transcribirlo en sus partes más sorprendentes. Helo aquí:

– Santiago Tabernero: “Tenemos muy mala suerte en un mundo que sigue estando gobernado, seguimos estando gobernados por la ‘testosterona blanca’, y a la mujer le está costando tanto llegar a, a…”

       – Ray Loriga: “Bueno, es la historia de débil, un poco la condición masculina, ¿no?, es la historia del débil…”

       – Santiago Tabernero: “Yo siempre he pensado que hay una raza superior, ‘que es la negra’, y hay un ‘sexo superior’, que es ‘el femenino’. Y… la historia del débil ha hecho que estemos gobernados históricamente por el sexo débil  –“por la agresividad del hombre”, le interrumpe Ray Loriga–, y la ‘raza débil que es la blanca’. Es tremendo”.

       – Lara López: “Finalmente, es el miedo, ¿no?”

       – Ray Loriga: “Claro, el miedo es el que hace que muerda el perro. Y el miedo de los hombres, que somos muy miedosos, pues ha inventado todas estas parafernalias de la espada, el escudo, la pistola, el bate de béisbol, y (risas) todas las tonterías estas que tienen mucha gracia, pero que acaban siendo la condena de muchas posiciones, alguna incluso físicamente, digamos, en un país con unas ratios de maltrato femenino –“¡Madre mía!”, le interrumpe Santiago Tabernero–, es una cosa tremenda, debería pararse un momento el barco, y ponernos a pensar en esto, ¿no?, más urgente que otras cuestiones, pero todo viene del miedo histérico del débil”.

       Sorprendente diálogo, o, tal vez, no tanto debido a los tiempos en que vivimos. Parece un “diálogo para besugos”, sacado del viejo TBO. De este diálogo se desprende, como se se ve meridianamente claro, que uno y otro invitado, Loriga y Tabernero, sienten “endofobia”, odio contra su propia raza, la blanca, y “misandria”, odio contra sí mismo por ser hombres. Endofobia y misandria. He ahí el núcleo del diálogo. Ambas se relacionan con el odio, pero no tengo noticias de que ambos individuos hayan sido denunciados en el tribunal correspondiente por delitos de ‘odio’, odio hacia la raza blanca y odio hacia los hombres. ¿Y si en ese diálogo, por el contrario, se hubiese deslizado “odio contra la raza negra” y rechazo a las mujeres, “misoginia” explícita? ¿Habría intervenido el fiscal “anti odio”?

       Llama la atención que estos dos personajes, que pasan por pertenecer a la élite de la “intelectualidad”, no son dos indocumentados. ¿Entonces? La postura de estos dos “pájaros noctívagos” es común entre elementos pertenecientes a la esfera marxista cultural, hablamos de la izquierda marxista. Esta postura de descalificación del hombre y exaltación de la mujer, así como de la descalificación del hombre blanco y elevación del hombre negro, forma parte de la dialéctica de la izquierda en cuanto a la casuística de estos tiempos confusos y extraños. Y, por consiguiente, si no formas parte de este pensamiento, eres un paria, eres un marginado, un racista y un misógino del copón.

       Y eso de la “testosterona blanca” (ingenioso, eso sí) es el colmo del uso del lenguaje con ánimo de adscribirlo a una postura determinada, en este caso, de darle un matiz “racista”, es tomar la parte por el todo. La palabra “testosterona” nos remite en nuestro imaginario al machismo y el adjetivo “blanca”, al hombre blanco, a la raza blanca –machismo blanco, violencia blanca–, para así excluir a la raza negra, que es lo que se pretende con el sintagma “tetosterona blanca”. Como si no se dieran casos de machismo y violencia entre los negros. ¡Anda que no!

       ¿Y qué me dicen de que “hay una raza superior, que es la negra”? No hay que darle más vueltas y considerarlo una frivolidad, producto de la magia de la madrugada, que es proclive a tirar de la lengua y evacuar manifestaciones peregrinas sin base científica alguna. Una butade, una salida extravagante  e ingeniosa de clara intención provocadora. Se trata de provocar, de mear fuera del tiesto, en suma, se trata de singularizarse de la masa y pasar por ingenioso y ocurrente. ¿Quién si no ha levantado esta magnífica y enorme civilización en la que estamos inmersos en Occidente? ¿La raza negra? ¡Anda ya! Eso no se lo cree el Santiago Tabernero ni harto de vino y de algo más.

       Escribía más arriba que la madrugada es lugar idóneo en donde se es proclive a manifestaciones tan estrambóticas, tan extravagantes, como las de estos dos individuos, que Ray Loriga, entre risas, se deja caer con que “el miedo de los hombres (…) ha inventado todas estas parafernalias de la espada, el escudo, la pistola, el bate de béisbol y todas las tonterías estas que tienen mucha gracia pero que acaban siendo la condena de muchas posiciones, alguna incluso físicamente, digamos, en un país con unas ratios de maltrato femenino”. La cita es larga pero he aquí meridianamente claro cómo la magia de la madrugada ha hecho estragos en las manifestaciones de Loriga, relacionando esas armas y artefactos que cita con “ratios de maltrato femenino”. Otra provocación.

Si el uno y el otro han tenido ocasión de escuchar por la mañana del día siguiente las declaraciones que hicieron en la madrugada del 16, pudiera ser que, como poco, se sonrojen y avergüencen de haberlas dicho. Como decía Adamo en su canción La Noche: “La noche, me hace al volver, enloquecer”. Tal vez Ray Loriga y Santiago Tabernero enloquecieron y se les fue la lengua.