Francisco Javier Amieva

Te has ido tan de repente, tanto, que aún no somos conscientes de tu ausencia. Nos quedan días para seguir noqueados ante el crochet que nos ha dado la inesperada noticia de tu perdida.
 

Y te vas cuando más faltas nos hacías.

Ahora con un partido convulso, que más que una organización política parece una olla a presión, nos dejas para demostrarnos que debemos de preocuparnos por lo que de verdad importa, dejando de lado riñas internas y dando ejemplo para con las siglas, como así hiciste en tu última aparición pública, pues el cainismo pasa a un segundo plano en detrimento de la convicción de hacer lo mejor para tu partido y, por ende, para el de España.

Tan catalana y tan andaluza, una característica esencial que hacia fueras llamada a ser parte de la solución de un conflicto nacionalista que precisa del dialogo como herramienta exclusiva para propiciar una salida que no deje heridos a ambos sentimientos y que nos mantenga unidos desde el punto de vista territorial con un adecuado equilibrio.

Te abriste paso entre muchos militares que criticaban tu posición de ministra de Defensa, por el mero hecho de haber nacido mujer. Pero tú, ni corta ni perezosa y preñada hasta la boca los pusiste a todos, literalmente, firmes. Rompiendo, ya no un techo de cristal, sino una cúpula de plomo que coronaba la sociedad española hasta el momento.

Tuviste el coraje de querer liderar el partido y, tan sólo, 22 votos te lo impidieron en el último Congreso Federal con delegados. Yo te recuerdo por aquellos pasillos del hotel en Sevilla siempre acompañada de tu equipo y siempre con una sonrisa amable para con tus compañeros y compañeras a pesar del resultado favorable al otro candidato.

Ahora te volverás a reencontrar con tu querido Pedro Zerolo, con José Antonio Alonso, Ernest Lluc y tantas otras figuras que hacían grande al socialismo y que tanto echamos de menos en estas épocas de confrontaciones y desavenencias internas.

Una rara avis en la política, pues a pesar de que contabas con un corazón imperfecto, sí mantenías su pureza hecho que, por desgracia, en la actualidad brilla por su ausencia.


 

Gracias por todo, Carme.