Nadie se reconoce en el espejo de las cuentas de Urbaser, que según un informe técnico bajo sospecha invirtió 3,4 millones de euros en maquinaria durante una década mientras la Ciudad le pagaba casi 16 para amortizar su adquisición (y su financiación, sus reparaciones...). El portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, se ha negado a responder este viernes tajantemente a la pregunta de si, termine como termine la historia, el seguimiento del contrato se podía haber hecho mejor. Según ha explicado, hay controladores de Medio Ambiente que velan porque haga los servicios contratados, hay un consejero de Medio Ambiente que revisa sus certificaciones, un departamento de Intervención que le echa un ojo a todo y otro titular de Hacienda que refrenda la corrección de los pagos. "La perfección no existe, pero si se puede mejorar se estudiará y se hará", se ha limitado a anunciar.
A la espera de que Urbaser demuestre cuánto invirtió y cuándo (el momento en el que tendría que haber empezado a sustituir vehículos) terminó de amortizarlo todo, nadie se había dado cuenta de nada hasta que la concesión estaba muerta y casi enterrada. El único antecedente de preocupación por el estado real de este asunto en concreto que consta es el de Juan Luis Aróstegui, que buscó y encontró el expediente y en 2011 lo llevó al Pleno.
Martínez ha negado también que este asunto nunca hubiera salido a la luz si Urbaser no hubiese exigido 1,3 millones para dejar medio centenar de camiones ancianos. Según el consejero, aunque el idilio entre empresa y Gobierno no hubiese terminado en divorcio por las malas, a la hora de liquidar se hubiesen levantado las alfombras.
Ninguna autocrítica. Tampoco en la oposición. Durante más de diez años, hasta que el informe que debía encender la hoguera no llegó a sus manos, el PSOE tampoco se enteró de qué pasaba con un contrato por el que entre 2002 y 2012 se pagaron más de 150 millones de euros, el más gravoso para la Administración. Ni entre los técnicos, que sólo ahora, revisando artículo por artículo, han recordado que la empresa estaba obligada a renovar los vehículos cuando estuviesen pagados. Tampoco en los medios para los que Urbaser, por generosa, fue un asunto tabú para la polémica hasta que se despidió de Ceuta. A nadie le dio por investigar cuando los sindicatos denunciaban que la plantilla estaba usando camiones desvencijados.
Los vehículos de Contenur: 9, 8, 7, 2...
En el caso de Urbaser se trataba de más de medio centenar. En el de Contenur, la polémica que viene, se produce el mismo desbarajuste pero con apenas una decena. El Ejecutivo local y el PSOE no se ponen de acuerdo en nada más que en la Ciudad recibió 2 lavacontenedores a finales de enero. Carracao dice que tendrían que haber sido nueve, pero la oferta económica de la empresa hablaba de 8 (eso también lo ha corroborado Martínez). El interventor señala que Contenur invirtió 74 millones y parece que 5 los adquirió por la vía del 'renting', pero el consejero afirma que el Pliego de Condiciones no decía nada de maquinaria.
El cirio político y técnico es tal que el Ejecutivo ha sometido el asunto a una auditoría. "Si hay algo que reclamar, como en el caso de Urbaser, se reclamará hasta el último céntimo", ha asegurado el portavoz del Ejecutivo, cuyos técnicos ya barajaban hace una semana como cifra real de diferencia entre la inversión de Urbaser y lo abonado por la Ciudad 7,5 millones. Sin embargo, el Gobierno se ha guardado esa carta y ha trasladado a la empresa la carga de la prueba: que demuestre ella que la desviación es menor.
Por si acaso, Vivas y su equipo dicen ahora que se han guardado un as en la manga: la Ciudad no ha pagado aún los últimos 4 meses y medio de trabajo a Urbaser ni le ha devuelto la fianza de su contrato, un total de 8,5 millones (al margen de los más de 10 que reclama la empresa por servicios en el Tarajal, intereses de demora, certificaciones devueltas y el incremento salarial de 2008 para evitar una huelga en Semana Santa). Hace nada, esa mora se atribuía a que se priorizaban los pagos a pequeños proveedores en detrimento de los de las grandes empresas.
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