Nunca pensé que “el hacer” traería consecuencias tan negativas para un sector que no ha entendido que cada persona hace con su vida lo que persiga. Me refiero a un entorno que no es tan personal, tan cercano, pero que sí está sabiendo roer poco a poco los cimientos de una tela que asfixia, pero no ataja. Esta fijación, en algunas ocasiones hacia mi persona, puede ser por varios motivos, pero que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo tengo las mías, y aunque reconozco que hay días en los que me siento culpable por reivindicar, junto a mis compañeros y compañeras, inmediatamente esa sensación se disipa gracias a un coraje adquirido con el tiempo. Ya lo decía Anaïs Nin, “la vida se contrae y expande en proporción directa a nuestro coraje”.

Cuando leo o escucho algunos comentarios, algunos hasta de ataques a mis relaciones personales, pienso en la maldad de la gente o en la dentera para confundir la lealtad y mi amistad, con otras cosas. Para mí, la obsesión es el estado de la persona que tiene en la mente una idea, una palabra o una imagen fija o permanente y se encuentra dominada por ella. Según como se mire, esta descripción puede tener muchas connotaciones y yo me quedo con una, la obsesión que te hace no tirar nunca la toalla, no rendirte, luchar ¿Por qué? Porque en la vida si no es con convicción, valentía, energía, persistencia y fuerza, no se consigue nada, o más bien se logra muy poco.

Así que sí, me declaro una loca obsesiva del ruido de la justicia, porque sin esa obsesión quizás el camino de piedras que te suelen poner en la vida no lo estaría caminando en estos momentos y estaría anclada en la permisividad o en la avaricia.

Me explico mejor. Cuando digo permisividad me refiero a las personas inertes y vacías de carisma suficiente, para conseguir con ilusión y entusiasmo un objetivo personal o grupal. En Ceuta hay mucho por hacer. Y cuando digo avaricia me refiero a quienes escalan a costa de las demás personas, o están acostumbradas a llegar a la meta empujadas por la mentira y el interés exclusivo de llegar, aunque una vez en la cima se limiten a preocuparse más por mantenerse en esa posición, que lanzarse con valor ante una realidad que nos disipa día a día. Y sí, he decidido hacer este artículo de opinión para revelar que no voy a dejar esa obsesión que me empuja a cambiar las cosas, avanzar, e intentar permanecer en un mundo donde prime el sentido común. Y nada más por eso, exclusivamente por eso, el viaje habrá merecido la pena, porque como decía Aristóteles: “la excelencia moral es el resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia. Templados realizando actos de templazas, y valientes realizando actos de valentía.”. Y las personas con valor hacen una gran mayoría.

Sigamos.