En la entrevista que el diario 'El Mundo' publicaba el pasado domingo a Felipe González se le hacía una pregunta muy explícita que básicamente se circunscribía a si seguía considerando una persona de izquierdas. La respuesta no era menos concreta. Decía González: "Lo soy. Mis propuestas son solidarias, progresistas y de lucha contra la injusticia. Da igual dónde me coloquen. Sólo sé que la ideología pierde fuerza si se usa como un escudo para esconder la ausencia de ideas".

La respuesta es una manifestación personal que engarza en cierta manera con la distinción entre derecha e izquierda planteada por un pensador como Norberto Bobbio, donde la dicotomía derecha e izquierda descansa sobre los binomios igualdad-desigualdad y libertad-autoritarismo, y donde la igualdad como utopía haciendo más iguales a aquellos que son desiguales distingue a la izquierda frente a las doctrinas que postulan la preservación y desarrollo de la desigualdad como mecanismo natural de desarrollo económico.

Mayor dificultad entraña distinguir derecha e izquierda desde la perspectiva del binomio libertades-autoritarismo porque donde unos ven libertad otros ven autoritarismo y donde unos ven autoritarismo otros verán libertad. A modo de ejemplo, una norma que faculte a la madre para abortar libremente dentro de un plazo será libertad para aquél que se considere progresista pero será profundamente autoritaria para aquél que desde planteamientos contrarios vea tal facultad o derecho como una agresión a un sistema natural de relaciones imponiendo un determinado modelo atentatorio a su sistema de valores. En sentido inverso, otros podrán considerar que la libertad de acudir a una corrida de toros es un fenómeno inherente a la libertad que cada uno tiene para decidir en todo momento si ello satisface su necesidad de distraimiento, mientras que para otros en sentido contrario, dicha norma no prohibitiva de un espectáculo como el taurino resulta profundamente autoritaria porque transgrede el derecho de los animales a no ser maltratados desde la perspectiva de ser concebidos como sujetos de derechos.

El problema para la izquierda es concretizar esas propuestas solidarias, progresistas y de lucha contra la injusticia en una sociedad donde los procesos de globalización económica en su amplio sentido dificultan regulaciones tendentes a mejorar de manera homogénea relaciones laborales o protectoras vinculadas a amplias capas de población y donde los lazos sociales que existían antaño se diluyen en un profundo proceso de transformación social, donde la individualidad trasciende sobre lo colectivo de manera progresiva.

Ser de izquierdas en democracia es mantener los principios basados en recuperar los valores propios de la socialdemocracia basados en el fomento de la igualdad de oportunidades, en la solidaridad intergeneracional y en la protección de los más desfavorecidos

En este proceso de transformación donde se rompen esas cadenas de solidaridad a través de sindicatos y asociaciones es donde surge la utilidad de la pobreza para mejorar los índices macroeconómicos mientras los índices de desigualdad aumentan exponencialmente. Esa utilidad de la pobreza fue ya concebida por Edgar Furniss en su clásica obra The Position of the laborer in a System of Nationalim donde en pleno auge del mercantilismo defiende una función de oferta de trabajo inclinada hacia atrás donde el aumento de prosperidad presentada mediante un aumento del salario medio para el conjunto de la economía es perniciosa puesto que disminuye el factor trabajo. En definitiva, conviene mantener el factor trabajo en niveles de subsistencia para que lo haga competitivo.

Cuando la salida a una crisis económica pasa por precarizar relaciones laborales, destruyendo además barreras como la propia negociación colectiva que la dificulten y cuando la propia relación laboral se enmascara en situaciones ficticias como la de hacer uso por parte de algunos actores económicos de falso cooperativismo laboral o falsa economía colaborativa, la dificultad de encontrar políticas solidarias, progresistas y que combatan la injusticia social se acrecientan.

Pero ello no debe hacer renunciar a la izquierda y a todo aquél que tenga una sensibilidad de izquierdas de combatir políticas insolidarias e injustas que han obstruido el ascensor social dejando el fomento de la igualdad de oportunidades, dentro del amplio principio de igualdad, como una mera declaración programática de nuestro sistema de progreso, pero carente de contenido al fin y al cabo, por cuanto cada vez que una tasa universitaria excesiva deja fuera a un estudiante medio por razones económicas o un pensionista ha de tomar una decisión sobre su salud en base a iguales razones económicas, en realidad lo que se quiebra es el ideal de bienestar conquistado en el Siglo XX por las democracias avanzadas.

Por tanto ser de izquierdas en democracia es mantener los principios basados en recuperar los valores propios de la socialdemocracia basados en el fomento de la igualdad de oportunidades, en la solidaridad intergeneracional y en la protección de los más desfavorecidos. Ser de izquierdas en democracia es ser permanentemente reformista de un sistema cuya reforma tenga por objeto el mantenimiento y conservación de sus principios esenciales porque una sociedad más justa es una sociedad más cohesionada.