GUÍA PARA SEGUIR EL ESTRENO DE LA CISO

Una sinfónica para cantarle a la alegría pura

Una sinfónica para cantarle a la alegría pura
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Irene Gómez Calado, directora de la CISO, durante el ensayo del jueves.

La Ceuta International Symphony Orchestra debutará de la mano de dos grandes: Schumann y Beethoven, con dos partituras con un denominador común: la alegría. Lo explica el tercer pilar del proyecto de la CISO, la músicóloga Consuelo Pérez Colodrero, que desgrana el contexto vital de los dos genios, en el momento cumbre de su carrera.

Cuando esta noche salga del Teatro Auditorio del Revellín después de haber asistido al estreno de la Ceuta International Symphony Orchestra, aún resonarán en su cabeza los acordes del apoteósico final de la Sinfonía número 7 de op. 92, de Ludwig van Beethoven y una extraña sensación hervirá en su pecho. Se llama alegría. La culpa la tiene ese la mayor que usó Beethoven y el tono popular de danzas escocesas y austriacas que uso para rematar la sinfonía. Poco más de media hora en las que Beethoven le llevará de un lugar oscuro al más luminoso que haya conocido, el mismo camino que habrá recorrido poco antes con el concierto para piano en la menor de Schumann.

Son las dos composiciones escogidas por la CISO para debutar. Dos cantos a la alegría pura, al amor inocente, a la felicidad. Lo explica con pasión Consuelo Pérez Colodrero, musicóloga de la Universidad de Granada y el tercer pilar de la Ceuta International Symphony Orchestra. Eduardo Hernández, ideólogo del proyecto, es el talento musical; Irene Gómez-Calado lleva la música en su batuta y Pérez Colodrero es la perspectiva, la Historia, la música vista como un ser vivo en la CISO.

Y todas las respuestas están en una nota: La

Ella es la encargada de desmenuzar lo que será el estreno de la joven orquesta, qué y por qué lo tocarán. Y todas las respuestas están en una nota: La, presente en las mejores melodías de amor de la historia de la música, desde el Giovanni de Mozart a las dos piezas que sonarán en el estreno de la CISO. “Si el tenor canta en la mayor, la protagonista cae rendida de amor, seguro”, bromea la musicóloga en su conferencia previa a la noche de estreno en la Biblioteca Pública de Ceuta.

Ensayo de la CISO-1

Pérez Colodrero es musicóloga, y eso significa que  es parte músico, parte antropólogo, parte historiador y sabe que el contexto es vital para entender cualquier arte, también la música. La elección de las dos partituras de Beethoven y Schumann no es casual, son ambas hijas de la felicidad. Compuestas ambas en el siglo XIX, antes, en 1811 la séptima sinfonía, en 1845 el concierto para piano; y ambas fueron escritas en el mayor periodo de felicidad de sus compositores.

En el caso de Beethoven fue escrita en un balneario suizo, en compañía de Goethe, y al tiempo que empezaba ya la Octava y esbozaba la Novena sinfonías, lo que sería su cumbre creativa y, probablemente, de la Historia de la Música. Un tiempo, además, en el que el genio alemán, perdidamente enamorado, escribe su célebre ‘Carta a una amada inmortal’, probablemente a Antonieta Brentano, señala Consuelo Pérez Colodrero. Un escenario similar al de Robert Schumann, recién casado con Clara Wieck, al que la musicóloga de la UGR atribuye, aludiendo a las crónicas de la época, el éxito mayúsculo del concierto para piano. Schumann, feliz, llenó de referencias a su esposa la pieza.

Ambos, sin saberlo, estaban en su momento más feliz y, además, el último

Ambos, sin saberlo, estaban en su momento más feliz y, además, el último. Ambos cosecharon un enorme éxito, ninguno pudo saborearlo del todo. Apenas diez años después de escribir la Séptima y poco después del inmenso éxito de la Novena, Beethoven fue apagándose, retirado y en soledad en Viena. Schumann corrió peor suerte. Poco después de su éxito intentó suicidarse y terminó internado en un sanatorio mental, víctima muy probablemente de un episodio de esquizofrenia.

Un contexto vital e histórico que da un nuevo enfoque a dos composiciones que brillan ahora con más fuerza. Testigos de la alegría pura, del amor verdadero que, además, son una ruptura con los esquemas musicales de la época, marcando dos nuevas cimas líricas y sentando las bases musicales de lo que significa la felicidad.

Esta noche -recuerde la lección de historia de Consuelo Pérez Colodrero- cuando salga del Teatro Auditorio del Revellín, después de haber asistido al estreno de la Ceuta International Symphony Orchestra, y aún resuenen en su cabeza los acordes del apoteósico final de la Sinfonía número 7 de op. 92, de Ludwig van Beethoven, no se resista, baile. Y si le preguntan qué hace, responda que Wagner dejó dicho que ese ‘allegro con brío’ que acabas de escuchar “es la apoteosis de la danza, el más noble acto de movimiento corporal incorporado en un molde sonoro ideal”. Y cualquiera discute a Wagner.

Una sinfónica para cantarle a la alegría pura


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