Los vigías de la salud pública
Sanidad Exterior ferry
Sanidad Exterior ferry

Eran, hasta ahora, los funcionarios invisibles de la sanidad. Basta con ver el emplazamiento de sus oficinas, casi escondidos en un discreto local en un costado de la Estación Marítima. Su servicio era y es esencial, pero probablemente no les conozca si no ha viajado a algún país lejano o ha peregrinado a La Meca y ha tenido que vacunarse. Quizá alguna vez se ha cruzado con ellos, ataviados con sus chalecos distintivos y el sello del Ministerio de Sanidad, casi sin verlos. Ahora, su presencia es constante. Son las primeras personas que ven a este lado del Estrecho los pasajeros que bajan de cada ferri.

Su papel, hasta el 14 de marzo, era (y sigue siendo) “vigilancia y control de los posibles riesgos para la salud derivados de la importación, exportación o tránsito de mercancías, y del tráfico internacional de viajeros”. Su labor siempre había sido la de controlar una posible epidemia, cerciorarse de que los barcos que procedían de destinos internacionales estuvieran en perfectas condiciones, vigilar que no viajara ningún pasajero o tripulante enfermo que pudiera traer consigo una enfermedad peligrosa. En caso de peligro sanitario en una frontera, son la máxima autoridad. Pero el SARS-CoV-2 cambió el escenario, obligando a Sanidad Exterior a cambiar su perspectiva en Ceuta. Con el puerto prácticamente cerrado salvo para el abastecimiento de mercancía y la línea de pasajeros reducida al mínimo, el peligro a vigilar no podía venir de fuera de terceros países. Había que cambiar la mirada, el peligro venía ahora del interior de nuestras fronteras. Y en ese nuevo escenario, la línea marítima que une Ceuta con la Península “quedaba en el aire”, explica Nacho Rus, director de Sanidad Exterior en Ceuta.

“Durante estos dos meses nos hemos hecho cargo de la Estación Marítima, lo nuestro es el tráfico internacional, buques que vinieran de terceros países, pero con esto, la Estación marítima, el ferri y el trayecto Algeciras-Ceuta quedaba un poco en el aire”, explica Rus. No fue necesaria la orden, asumieron su papel en esta crisis, era necesario vigilar la línea del Estrecho y estaban ellos y el trabajo era el mismo, explican, velar por la salud pública.

“Durante estos dos meses nos hemos hecho cargo de la Estación Marítima, lo nuestro es el tráfico internacional, buques que vinieran de terceros países, pero con esto, la Estación marítima, el ferri y el trayecto Algeciras-Ceuta quedaba un poco en el aire”

“Tomamos medidas, inspeccionamos los ferris y elaboramos un formulario con datos epidemiológicos y sobre todo datos de localización, lo que se llama un LPT, se utiliza en los aeropuertos de nivel internacional para casos como este”, explica Isabel Revilla, una de las dos médicos de Sanidad Exterior en Ceuta. Ellos han hecho durante la cuarentena el trabajo previo de los rastreadores de Ingesa. “Si los rastreadores detectan algún caso y quieren controlar contactos que hayan podido tener entrada por el puerto, ya tenemos esos datos de localización y también los epidemiológicos”.“Si hablas con ellos hay datos que te llaman atención, te dicen, por ejemplo, que vienen del médico, o del hospital y se clasifican y se agrupan por colectivos de riesgo o procedencia”, añade Rosana Laita, una de las enfermeras de Sanidad Exterior. Una información añadida de mucho valor para los rastreadores y que alcanza incluso a los pasajeros españoles que llegan del extranjero. “Si a un aeropuerto llega alguien que declara en ese formulario que viene a Ceuta, el aeropuerto nos manda el formulario a nosotros y hacemos el control de los 14 días de cuarentena de esas personas”, explica Isabel Revilla. Además de los ceutíes que han logrado salir de Marruecos en un barco desde Tánger a Málaga, han llegado tres ceutíes procedentes de Alemania, Irlanda y Estados Unidos.

Son labores que se han añadido a las que ya realizaban, como el control higiénico sanitario de los barcos que cruzan el Estrecho, el traslado y control de cadáveres a través de fronteras  o la vigilancia sanitaria de los buques que viene de terceros países. “Todos los buques tienen que llevar certificado sanitario a bordo que tiene una validez de seis meses, cuando se pasan esos seis meses tiene que volver a solicitarlo en el primer puerto que tocan”, explica Revilla, “para ello, se hace una visita y se controlan todos los indicadores, puede ser que tenga alguna falta y se le da un tiempo para subsanarlo y aparece en el certificado para que cuando llegue al siguiente puerto se compruebe que se ha solucionado, hay una comunicación permanente entre todos los puertos europeos”

Desescalada

En la actualidad, ya con ambas orillas en fase 2, se ha ido desescalando también el control en los barcos. Ya no hacen el cuestionario LPD. Ya no vienen solo un puñado de viajeros como durante la cuarentena, la media diaria ronda ahora los 40, aunque ha habido picos de 80 a medida que se ha ido retomando la actividad. Aunque hay días, uno en concreto, que quedará para su recuerdo, como aquel ferri que llegó en la noche de un sábado con un solo pasajero. “Movieron el Passió solo para ese pasajero”, recuerdan.

“A la gente le suele dar seguridad ver signos de control, quizá influye también que estamos en un contexto de aislamiento geográfico, una sensación que quizá no tiene tanto alguien que va de Sevilla a Córdoba"

Tampoco hacen ya las tomas de temperatura, ahora es la compañía Balearía quien toma la temperatura a todos los pasajeros. Saben que es una medida que se está extendiendo, pero también son conscientes de que una toma de temperatura con infrarrojos no es precisamente concluyente. La medición tienen un notable margen de error y, además, la fiebre no es un síntoma  que por sí mismo sea definitivo, pueden ser muchas las causas. Aun así, también son conscientes que los pasajeros se sienten más tranquilos. No hay rechazo a que alguien invada nuestra intimidad y nos mida la temperatura corporal, todo lo contrario. “Lo agradecen”, asegura el responsable de Sanidad Exterior, “te pedían ellos que les tomaras la temperatura, en general las medidas sanitarias no molestan”. Y no le falta razón, todos llevamos un hipocondríaco dentro. 

“A la gente le suele dar seguridad ver signos de control, quizá influye también que estamos en un contexto de aislamiento geográfico, una sensación que quizá no tiene tanto alguien que va de Sevilla a Córdoba, no se le pasaría por la cabeza que en la linde de la provincia le vayan tomar la temperatura, pero esta sensación de estar en una isla hace que la gente quiera estar más protegida, que haya más control”, razona Isabel Revilla.

La pandemia ha cambiado necesariamente la manera de viajar, también en barco. El Puerto trabaja en habilitar accesos y salidas por circuitos separados en la Estación Marítima, que contará con una zona estanca de acceso donde se instalaran arcos detectores de temperatura para filtrar el acceso a las instalaciones portuarias; toma de temperatura para acceder a los buques sin que se crucen los pasajeros que embarcan con los que desembarcan, que saldrán de la Estación por una pasarela directamente desde la zona de acceso a los buques, que deberán limitar su aforo y distanciar a los pasajeros y extremar las medidas de higiene y limpieza. Medidas que a buen seguro ralentizarán (aún más) el embarque de pasajeros y que cambiarán la forma de trabajar. 

La incógnita es saber hasta cuándo duraran estas medidas. “Cuando vuelva una cierta normalidad, yo creo que no será posible mantener todas las medidas, probablemente desaparecerá el control de temperatura y se mantendrá la distancia social y el higiene de manos”, aventura Rus, dejando claro que todo depende de la evolución de la pandemia. “Permanecerán algunas medidas, por lo menos hasta que no haya vacuna o medicación específica”. 

Incógnitas que solo pude resolver el tiempo. De momento, en Sanidad Exterior avanzan en su propia desescalada y recuperan parte de su normalidad con la reapertura del centro de vacunación, aunque sea de forma simbólica. Saben que aun tardará mucho en aparecer el primer viajero con rumbo a un país lejano.

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