Este domingo tendrá oficialmente 25 horas, el trámite habitual en cada otoño para volver al horario de invierno y ahorrar, según los expertos, un buen puñado de millones de euros en gasto energético. A las tres de la madrugada habrá que retrasar los relojes una hora, con lo que volverán a ser las dos. La diferencia con el país vecino volverá a ser de 60 minutos hasta el último fin de semana de marzo, dentro de seis meses, cuando habrá que hacer la operación al revés.

El cambio horario se adoptó en el año 1974 debido a la crisis del petróleo con el propósito de aprovechar mejor las horas de luz y reducir el consumo de electricidad: amanece y anochece antes, pero las horas de luz se adaptan en mayor medida al horario de las empresas, de modo que se recurre menos a la artificial en los picos de máxima productividad.

La medida del cambio de hora, según cálculos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), supone un ahorro del 3% en iluminación, lo que equivale a 300 millones de euros. De esa cantidad, noventa millones corresponden al potencial de los hogares españoles (alrededor de seis euros por hogar), mientras que los 210 millones restantes se ahorran en los edificios del terciario y en la industria, según ha explicado el IDAE en una nota.

Los especialistas aseguran que, si se compara la adaptación del ser humano a los dos cambios horarios anuales, el de otoño se tolera mejor que el de primavera porque la tendencia del ritmo biológico suele retrasarse unos 30 minutos cada día, por lo que el ajuste estival conlleva una mayor intensidad y duración de los trastornos de sueño.