44 beneficiados festejan el acceso por primera vez a sus casas en Loma Colmenar

44 beneficiados festejan el acceso por primera vez a sus casas en Loma Colmenar

- Emvicesa abre el acceso a las 44 viviendas del edificio 1 y espera hacer lo mismo la próxima semana con los edificios 2, 3 y 4

- El resto del complejo sigue con vigilancia para evitar ocupaciones

- Los nuevos inquilinos se han mostrado contentos e ilusionados a partes iguales de forma unánime


Loma Colmenar fue una fiesta esta mañana. Después de la zozobra siempre llega la calma. Este martes la promoción de vivienda pública más polémica realizada por la Ciudad ha comenzado a ver la luz al final del largo túnel. 44 de los beneficiados con uno de los alquileres de bajo coste de las 317 viviendas de Loma Colmenar han pisado por primera vez la que va a ser su casa durante los próximos años.

Tal y como ha explicado la gerente de Emvicesa, Kissy Chandiramani, se ha entregado el edificio 1 al completo. 44 viviendas repartidas en 5 bloques. Primero se firmó el contrato y se entregaron las llaves en las oficinas de la empresa de viviendas y este martes “lo que hemos hecho es quitar las protecciones de los portales y permitir que la gente entre”. Este edificio estaba clausurado desde que se finalizó la obra allá en enero de 2015. Con tanto tiempo cerrado es normal que se esperen quejas. “Ahora vendrán otras quejas. Lleva dos años cerrada y tendrán otros problemas”, ha vaticinado Chandiramani.

Pero será la historia de los próximos días. La de hoy era la de la ilusión y la sonrisa de oreja a oreja al entrar por primera vez a unas viviendas que son amplias y que al menos a simple vista no parecen acusar demasiado el tiempo cerrado.

“Hoy es un momento dulce. El único momento en el que ves a la gente reírse”, ha observado Chandiramani. Y sí. El edificio 1 de Loma Colmenar era este martes una colmena de seres humanos con historias de castigo social, de sufrimiento, ansiedad e incertidumbre en sus espaldas, que pululaban de un lado a otro, “buscando a un amigo que también le ha tocado” o preguntando si “¿alguien sabe por dónde se llega al trastero?”, pero felices. Se respiraba el buen rollo de unas viviendas que ven a un lado el hospital y al otro el cementerio, aunque entre los edificios en alguna esquina del horizonte aparece antes o después el mar.

La idea de Emvicesa es repetir el proceso el próximo martes con los edificios 2 y 3, abordar el viernes el edificio 4 y seguir poco a poco hasta completar los 9 edificios de la promoción. De momento, todos menos el número uno siguen precintados y con vigilancia policial para evitar el “riesgo de ocupación” y no añadir otro incidente más a una promoción que ha vivido desde las escenas de los gruístas en paro parando la obra durante toda una jornada hasta el esperpento final de la “lista fantasma” con el epílogo de quejas políticas y ciudadanas. El episodio judicial parece más bien uno de esos ‘spin off’ tan de moda, en el que alguno de los personajes secundarios se erige en protagonista de su propio culebrón.

Precisamente para evitar la ocupación algunos de los que ya tienen su vivienda disponible por si caso dormirán ya desde este martes entre esas cuatro paredes vacías.

De momento, este martes, quienes accedían por primera vez eran felices escoba en mano o con cualquier otra herramienta para ir acondicionando unas casas a las que aún les falta mucho para convertirse en hogares mientras escrutaban cada metro cuadrado en busca de ideas o de visualizar cómo convertirán esos huecos en un lugar confortable.

Tal era el caso, por ejemplo, de Mohamed El Laarbi Alallali y Fatima Zora, que paseaban de un lado a otro mientras correteaban por la casa, desnuda, sus hijos. Ambos tienen claro que “de momento seguiremos viviendo de alquiler dos meses más donde estamos”, mientras arreglan los contratos de luz y agua y ponen una cocina. “No tienen cocina, sabíamos, pero es nos rompe un poco los planes”. Él, en paro, esperando recibir una incapacidad por una lesión de espalda, no paraba de echar números mentales, aunque con mucha tranquilidad.

Todo el gremio de cocinas había enviado a sus comerciales más fieros a las viviendas este lunes a vender que son los más rápidos en montar. “15 días me han dicho a mí. Ya han venido a medir”, afirmaba confiada y feliz María Berruezo.

Berruezo pasará de pagar 600 euros de alquiler por un piso en Benítez a abonar 190 euros por este otro de dos habitaciones en Loma Colmenar. “Lo que me voy a ahorrar cada mes lo iré guardando para amueblar poco a poco la casa a mi gusto”, explicaba con una sonrisa de oreja a oreja y de lado a lado de la barriga en la que lleva otro futuro inquilino.

El cambio de barrio no le inquieta lo más mínimo. Y eso a pesar de que desde su casa mira cara a cara al legendario Príncipe y por la ventana le saluda una pintada en un bajo de las viviendas, también de protección contiguas al hospital: “Fuck La Police”. Ella se muda con todas sus esperanzas desde su vida en Benítez donde regenta una tienda de comestibles. Y nada ni nadie parecían este martes capaces de entristecer ni una gota su alegría.

Estefanía Barranquero va a ser su vecina. Ambas comparten juventud e ilusión. Aunque Barranquero añade experiencia en la zona “tengo muchas amigas en El Príncipe y vengo casi a diario por aquí”. Se muda desde el Morro. En este caso el ahorro es similar, de los alrededor de 200 euros que pagarán los flamantes inquilinos a los entre 500 y 600 euros que venía pagando la mayoría.

Muchos llegan sin trabajo en la familia y con muchas cargas. Es el caso de Karim y Aixa, los dos en paro, con una ayuda de 300 euros y 5 hijos desembarcan en una vivienda de 3 habitaciones que aseguran tiene el doble de metros que el alquiler social que les había facilitado la Ciudad.

Afuera en los buzones un viejo conocido de la zona. El ex presidente del Príncipe Alfonso, Laarby Mohamed. “Le ha tocado a mi hijo y aquí estamos a echarle una mano”. Mohamed es uno de los que siguió de primera mano los pasos iniciales del procedimiento judicial a la espera de ver qué pasaba con la adjudicación, su hijo, también figuraba en la ‘lista fantasma’. Debe de ser el destino.

Afuera en los buzones, mucha gente joven en busca de lo que aún les queda por ver del edificio y de su nuevo domicilio. Mientras trabajadores de las empresas de los suministros de agua, de luz y de telefonía se afanaban en rematar los últimos detalles para conectar las viviendas ya con contrato a la red general.

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