- El patio no da para más. Es fácil llegar a la conclusión de que las luchas por el poder de la serie “Juego de Tronos” son, tan sólo, una mera y burda aproximación de lo que ocurre en nuestra patética y triste realidad política.

La prueba más palpable de la existencia de ese fuego cruzado de intereses suele encontrarse en las portadas de los tabloides o en los pasillos de los juzgados. Todas las armas son pocas para derrocar al adversario y, visto lo visto, munición no parece faltarle a ninguno de los contendientes. Aquí, el “todo vale” y la “lucha sin cuartel” están a la orden del día… y ello desde que el Poder es Poder; nada nuevo bajo el sol, está claro, aunque los podridos tiempos pasados en nada atenúan la actualidad.

Así, los casos de corrupción afloran por doquier, sin hacer distinción de siglas o colores, en mitad de la más absoluta consternación de un pueblo que, inmerso en millonarias cifras de paro, miseria y miedo, aún no ha tenido capacidad de reacción. Sin embargo, poco a poco, el hastío, la falta de soluciones ante la situación actual y el abismo tan insalvable y brutal que se ha creado entre la casta política (que cada vez se representa más a sí misma y menos a quienes aún les votan) y los ciudadanos nos van conduciendo, inexorablemente, hacia el axiomático camino del Partido Único.

La “x” de la ecuación social es muy fácil de despejar. Si el Gobierno es incapaz de ofrecer soluciones y se pliega a las exigencias de las imperantes políticas ultraliberales (cierto es que es parte de su ADN, para qué nos vamos a engañar), la oposición procura no hacer nada para, tampoco ellos, salirse del guión esperando el desgaste para acceder al poder. El problema reside en que, al margen de las formas, poco o nada distancia a las dos formaciones con opción de responsabilidad de gobernar el país… Evidencia que, poco a poco, está calando en quienes padecen en primera persona esta crisis. El mundo político en general está sufriendo tal deterioro que el propio Presidente del Gobierno (en su función de poli bueno), aludiendo al tema ha afirmado hace pocos días que en España no existía espacio para los partidos “estrafalarios”. Por su parte, la Secretaria General del PP (el poli malo) no ha dudado en sacar a relucir lo que, Al Sur del Edén, venimos diciendo desde hace tiempo: que cuando el sistema democrático se acaba se acercan tiempos de salvadores, si bien Dolores de Cospedal ha subido un peldaño afirmando que también podrían ser tiempos de generales, aludiendo directamente a posibles golpes de estado… extremo que ahora, afortunadamente, se descarta por completo, aunque oírselo decir a la que es Presidenta de Castilla La Mancha tiene su “aquel”.

Lo extremadamente peligroso de este asunto es lo seductor que puede llegar a ser, lo tentador que puede resultar recurrir a alguien para depositar la poca confianza que nos queda en quien afirme, a pleno pulmón, que puede guiarnos con seguridad hacia la salvación en medio de tanta oscuridad y mediocridad.

Cierto es que aún no ha surgido esa figura al frente de un partido amalgamado por la suma de intereses, si bien esa posibilidad para nada es imposible, de hecho en Ceuta y muchos lugares de la Costa del Sol ya surgió (¿lo recuerdan, verdad?), aunque no era el momento para el salto nacional o europeo… pero todo llegará si no somos capaces de reaccionar a tiempo.

Vendrá con piel de cordero, voz melosa, look mediático, aires mesiánicos y una luz que a todos nos deslumbrará. Caeremos todos en la cuenta, como por encanto, de que sin duda alguna en Él está la solución.

Entonces serán tiempos de cuchillos largos, no falla, está en el Abc de todos los dictadores. Todo aquel que se atreva a pensar contracorriente será, manu militari, convenientemente reconducido, reeducado y reinsertado para el mejor beneficio del conjunto de la sociedad… y el que no pueda ser recuperado será, simplemente, “apartado”. La gente de bien no tendrá nada de lo que preocuparse y todo será maravilloso, entre otras cosas porque no existirán periodistas que puedan decir lo que ocurra, ni sindicatos que protesten, ni nadie que se atreva a elevar el tono. Volveremos a escuchar, de noche y a escondidas, la BBC de turno mientras los delatores vivirán sus tiempos de oro. Insisto, lo típico en estos casos.

¿Exagerado? ¿Catastrofista? ¿Apocalíptico? Eso pensaban los que leían las advertencias que del nazismo se hizo en su época.

Evidentemente, lo más fácil sería pensar que “agua pasada no mueve molino” y que, sin duda alguna, no vamos a ser tan imbéciles de caer en la misma terrorífica trampa dos veces seguidas. Solamente dos, ¿de verdad creen que sólo serían dos? Hitler, Franco, Pinochet, Trujillo, Somoza, Stalin, Videla, Castro o los coroneles griegos son algunos de los poquísimos ejemplos que dan veracidad a lo aquí expuesto.

Pero, ¿y ahora, qué?

Pues ahora es la hora de prepararnos, de presionar, de ofrecer alternativas, de demostrar que si bien no aceptamos lo que por ahora se nos ofrece como la panacea somos capaces de construir otra clase de sociedad y ese impulso no debe, no puede ser obra de una élite intelectualoide más o menos iluminada. No, eso sí sería más de lo mismo… y para ese viaje no necesitaríamos alforjas.

Este trabajo de arquitectura social, posiblemente lento pero no por ello ineficaz, debe llevarse a cabo desde ya en todos los ámbitos. Es simple, evidente, lógico. Ricardo Mella, un pensador del que habría que desempolvar sus obras, afirmó que el único camino viable era una sociedad en la que la Libertad fuese la base, la Igualdad el medio y la Fraternidad el fin, parafraseando los principios que animaron la Revolución Francesa, madre de todas las democracias modernas.

De lo contario, de no poner en marcha todos los mecanismos que nos procuren el librepensamiento nos veremos abocados a las prohibiciones de todo lo que suponga un peligro para el Poder en su más pura esencia.

Seamos pues capaces de formarnos y de formar para oponernos a un sistema político que parece basarse en la corrupción, al tiempo que tengamos la fuerza de rechazar a los que, -a toda costa y siempre por encima de nosotros- quieren salvarnos.

Las nuevas generaciones, esas que son capaces, sin ataduras, complejos o compromisos, de cambiar el curso de la historia, tienen el deber de tomar el relevo para demostrar que todo es posible, siempre. Mi mañica preferida, que las ve venir a distancia, no se cansa de repetir que “son los jóvenes, es esa “Generación Z” quien tiene la misión y el deber de comprometerse para que todo cambie. No todo puede basarse en la queja estéril –asegura con la firmeza de quien las ha visto ya de todos los colores- por lo contrario, debemos ser capaces de ofrecer alternativas más allá de los caminos que siempre nos llevan a Roma. Tengamos la osadía, la valentía y el arrojo –afirma tajante la de Pina de Ebro- de tomar las riendas de nuestro destino de una vez por todas y demostrarle a quienes dicen mandarnos que nosotros somos quien somos y no serviles números a su amplio servicio”. Contundente.

Ojalá, como en la película de Costa Gavras magistralmente interpretada por Yves Montand, quienes hoy rechazan lo establecido sean capaces de pintar, desde la tierra hasta el cielo, con la letra “Z”, que en griego antiguo significaba “está vivo”, tan vivo como ese utópico mundo que todos deberíamos llevar en nuestros corazones.

¿Trasnochado razonamiento? ¿Cuál, el del Salvador o el del mundo nuevo?

Como siempre, usted decide… pero sea cual sea su elección, deberá tener en cuenta la fuerza de la “Generación Z”, de ellos depende todo, absolutamente todo y le aseguro que no me equivoco en lo más mínimo.