Para algunos, soy conservadora.

Para otros, demasiado moderna.

Para algunos, soy demasiado rebelde.

Para otros, demasiado sumisa.

Para algunos, soy inferior por ser mujer.

A otros, mi seguridad les inspira inseguridad

Lo que yo siento y expreso en este sentido, nos ha ocurrido a todas en un momento u otro de nuestra vida.

Constantemente expuestas a miradas y opiniones. Y por supuesto a prejuicios.

Nadie nos advirtió de lo difícil que es, a veces, ser una misma. Tener opinión, criterio y decisión propia.

Una más. Es lo que me considero. Una mujer más en un grupo social como es el de nuestra ciudad en el que hay mucho que hacer para salir adelante.

Aunque es evidente, soy musulmana. Como miles. Y como miles, creo perfectamente compatible mi fe con mi nacionalidad.

Siempre he respetado absolutamente las opiniones, creencias, ideologías y gustos de quienes me rodean. Pero muchas veces no he sentido esa reciprocidad. Muchas veces sentía que tenía que justificar o explicar algunas cosas. Nada que no arreglen los años. Y las experiencias.

Tengo, tenemos, nuestra propia voz.

Tenemos nuestra propia opinión.

Representantes, los justos y necesarios. Ni uno más.

Para mi, y para miles, las normas de Alah, son perfectamente compatibles con las de nuestro país.

Sin complejos.

Conforme a las primeras intento regir mi vida, mi forma de entenderla. Es lo que quiero y soy libre, AlhamduliLah, para ello. Las segundas también forman parte de mi día a día, entre otras cosas porque trabajo con ellas.

Nuestros padres, principales interesados en vernos bien y felices, nos trasladaron desde pequeñas los principios de nuestra religión. Pero también que la vida no es ningún camino de rosas y que hay que trabajar duro.

Muy duro.

Nos enseñaron a tener nuestra propia opinión y a defenderla con respeto siempre.

Nos transmitieron las bondades de nuestra fe, como hacen muchos otros padres.

Me enseñaron, como a muchas, a no agachar la cabeza ante las injusticias (ni ante los injustos) y a intentar combatirlas con todos los medios a nuestro alcance.

A no permitir que nadie nos levante la mano ni en broma.

Las musulmanas, como muchas otras mujeres, no nos sometemos a las personas.

La formación y el conocimiento son fundamentales en nuestro avance social. Son las armas principales para combatir la ignorancia. Y la manipulación. Del tipo que sea y venga de donde venga.

Sin embargo, como hoy me ha vuelto a recordar una amiga, decía Gandhi que "Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena." Así que no puedo ni quiero consentir que se criminalice a la población musulmana a consecuencia de un comentario difundido en las redes, curiosamente en un primer momento por diarios nacionales muy cercanos a la derecha.

No entiendo por qué resulta tan fácil generalizar respecto a todo un colectivo que no es responsable de las individualidades ni de los errores que cometen las personas. Cada vez que se hace, surgen miles de salvadores y salvadoras que, inconscientemente, ponen de manifiesto sus prejuicios.

Entérense: Ni las musulmanas tenemos que callar ante ningún signo de malos tratos, ni los musulmanes son potenciales maltratadores.