Tal vez lo mejor de estrenar año sea observar la ilusión y optimismo con el que la mayoría de las personas lo afrontan. Se asocia el nuevo año a una nueva etapa de la vida. Un libro con trescientas sesenta y cinco páginas por escribir y en las que cada cual, espera que se cumplan sus mejores deseos. Las ilusiones y las esperanzas se erigen en protagonistas especialmente cuando las situaciones son adversas, como las que nos ha tocado vivir a todos y a todas por culpa de la crisis. Una situación que ninguno escogimos pero cuyas consecuencias nos afectan y nos obligan a asumir.

El recién estrenado gobierno nacional viene con las maletas cargadas de medidas en forma de recortes y recargos con las que se pretende dar solución a la situación económica del país. De todas ellas, las peores son sin duda las que afectan a los que menos tienen. Tras anunciar a las personas pensionistas una subida en sus percepciones, resulta que esta subida es de sólo un uno por ciento a la que, además, afectará la subida de impuestos, es decir, que la mayoría de pensionistas no sólo se quedará como está si no que previsiblemente pierden en su capacidad de compra. Es cierto que en épocas de recesión hay que apretarse el cinturón pero cuando ese apretujón afecta más a los que menos tienen transformamos la realidad, que ya de por sí sola es dura, en injusta e insolidaria con las economías más delicadas. Desgraciadamente, las familias con menos recursos siempre se ven más perjudicadas por este tipo de medidas. Si ya costaba muchos esfuerzos salir adelante y llegar a final de mes a muchas familias, ahora que se prevé que suban los precios en algunos gastos imprescindibles (ya lo ha hecho el gas y la hipoteca de momento) las dificultades también aumentan. Frente a ello es obligatorio para todos ser solidarios. Una solidaridad interpersonal pero también y fundamentalmente una solidaridad de las administraciones públicas. La capacidad de empatía tiene que ser especialmente protagonista entre los que gestionan los recursos y las familias más necesitadas. Sólo si los que ostentan el poder ejecutivo son capaces de ponerse en la piel y el día a día de quienes menos tienen podrán adaptar los recursos de los que disponemos. Esto es aplicable a todos los niveles, nacional y local, aunque es evidente que nuestra mayor preocupación es la que afecta a los ceutíes que, en muchos casos están casi totalmente desesperanzados con poder cambiar su situación y, no hay nada peor para cualquier ser humano que perder la esperanza en algo.

Espero que el 2012 sea un buen año para todas y cada una de las personas que viven en Ceuta y espero que en el más breve plazo de tiempo dejemos de tener a más de once mil personas desempleadas y a un treinta y siete por ciento de la población local que tiene que malvivir bajo los umbrales de la pobreza.

Feliz año.