- Divide y vencerás.

Desde que se adjudicó al Emperador romano Julio César esta frase que sigue a la orden del día, y se propagó su estrategia política respecto de cómo debía gobernarse a las colonias romanas para evitar la unión de estas contra el imperio, se convirtió también en una de las frases de cabecera de muchos gobernantes a lo largo de la historia.

Esta forma de control consistía en otorgar a algunas colonias privilegios y acuerdos que otras no poseían con Roma, y de esta forma se fomentaba la envidia y las peleas eran entre ellos, sin unirse contra su verdadero opresor, el Imperio.

Y readaptada a los tiempos actuales, sigue estando a la orden del día, es la práctica habitual de la derecha. Hacer que las clases trabajadoras, las personas en desempleo, las que sufren y padecen la pobreza, a título individual o colectivo, desconfíen unas de otras en lugar de unirse contra quien realmente legitima todas las formas de opresión: el que gobierna.

Para ese propósito, el del divide et impera, Roma se valía de los métodos más variados. Entre ellos incluía el soborno, la mentira, la intriga, la desigualdad, la tentación de los ambiciosos, pequeños poderes delegados a resentidos que jamás fueron tenidos en cuenta, la delación, falsas acusaciones y el chisme fueron las mejores herramientas para el divide y reinarás. Además, era importante que las partes carecieran de acceso a toda la información y que necesitasen acudir al líder para obtener la que necesiten. El dirigente debía ocupar el centro y todo tenía que fluir hacia él, no se trataba de gestionar todos los detalles, sino de aislar las bases de poder para que no consigan coaligarse entre ellas.

Son innegables las similitudes con muchas formas de gobierno en ciudades, comunidades autónomas y por supuesto con el ejecutivo nacional. Poco hemos aprendido de la historia cuando se repiten reiterada y cíclicamente los mismos errores. Cuando la derecha, abiertamente, muestra sus tácticas como la de fidelizar los votantes conservadores a la vez que dividir y crear desconfianza entre todos los demás, realiza una apuesta que a lo largo de la historia ha inclinado la balanza a su favor en muchas situaciones.

Sin embargo, las sublevaciones y revoluciones que buscan el cambio siempre las han tenido todas o casi todas en contra durante largos períodos de tiempo antes de lograr cualquier atisbo de triunfo o victoria.

Hasta que llegan.

Ejemplos como el de Mandela, al que hasta la derecha más facha, rancia, casposa y por supuesto hipócrita, elogia ahora, no deberían caer en saco roto y permitirnos, al menos, luchar por aquello en lo que creemos. Sin dar opción a que quienes alimentan las intrigas, sobornos, mentiras, desigualdades y ambiciones personales, se salgan con la suya.

¿Utópico? NO. Sólo un poco difícil pero no es imposible. Si existe voluntad firme y sin fisuras, y esto sí que es complicado, se puede lograr. Y si no se permite la manipulación por parte de quienes están en el poder, es mucho más factible.

Entre la frase atribuída a Julio César, estratega calculador donde los hubo, al ejemplo de todo lo que simboliza Mandela y su victoria sobre los opresores a través de la lucha incesante, de la humanidad y de la resistencia, tengo muy claro cuál es más inspirador.