Es terrible que haya quienes se crean legitimados para hacer lo que quieren con recursos públicos. Lamentable, terrible e intolerable. Y penoso. Muy penoso que se asimile como normal el enchufismo, los tratos de favor, las corruptelas.
Esa terrible y asfixiante sensación generalizada de que está todo o casi todo podrido en esta pequeña ciudad a veces resulta desmotivadora. Quienes menos te lo esperas, defienden causas indefendibles a cambio de algo material. Esa es la cruda realidad.
Sin embargo, y tal vez sea idealismo puro, hay quienes nos negamos a creer que esa oscuridad sea la que tengamos que soportar sine die. Es responsabilidad de todos no permitir más la apestosa sensación de vivir rodeados por la permisividad en actitudes y acciones totalmente reprobables y criticables desde todos los planos. No podemos permitirlo ni por nosotros ni por las próximas generaciones. Es peligroso que se extienda y se normalice, más aún, la permisividad y el consentimiento implícito con actitudes que no responden a nada positivo. Igual que no se pueden permitir los castigos acordados por quienes componen la casta. Esa casta que se ha puesto de moda en los últimos años y que aquí, en Ceuta, pone de manifiesto cómo para mantener su propia situación y sus pequeños cortijos, hay quienes se unen y acuerdan acciones antidemocráticas para no perder sus privilegios prostituyendo los valores intrínsecos de la democracia.
Hacer públicas las quejas, las necesidades y las reivindicaciones de la gente de mi ciudad es mi motor principal. Me duele ver que la gente tiene miedo de hablar directamente porque temen represalias contra ellos o contra los suyos en diferentes ámbitos. Una sociedad que se sustenta en el miedo de unos a otros no produce otra cosa más que miedo normalizado y la perpetuidad del régimen. Un régimen que tiene en su cúpula a unos cuantos que movidos por intereses, como el de perpetuarse al mando, son capaces de jugar con las necesidades de las personas y de ponerle precio a todo y a todos. Es imprescindible que la democracia y sus valores deje de ser prostituida y recobre sus valores esenciales, y eso, sólo lo conseguiremos si entre todos somos capaces de armarnos de valor y frenar esta locura en la que si estás dispuesto al “si, bwana” y a la claudicación con el de arriba te abren todas las puertas y si eres rebelde estás abocado a las trincheras.
Luchar con dignidad tal vez no abra todas las puertas pero te permite seguir mirándote al espejo, reconocerte fiel a tus principios y lo más importante, mirar a los demás con la conciencia tranquila. ¿Hay algo mejor?