Mucho se viene hablando de la eficiencia de la Universidad pública en el proceso de convergencia europea. También de estudios e indicadores que nos muestran la baja calidad de nuestras universidades, en relación con las de otros países. Algunos de estos datos nos los dio el Rector de la Universidad de Granada días atrás, en las visita que realizó a la Facultad de Educación y Humanidades de Ceuta, para explicarnos determinados aspectos del proceso de adaptación a las nuevas titulaciones de Grados. Otros ya los conocíamos por lo que se viene publicando.

 

La verdad es que la Universidad española sale muy mal parada en algunos aspectos. Por ejemplo, al año suspenden más del 20% de los alumnos, lo que supone un coste anual de 8.000 euros por alumno repetidor. Abandonan los estudios superiores un 30%, el doble de la Unión Europea. El 80% de las tesis doctorales en nuestro país obtienen la calificación de 'cum laude', mientras que en países como Alemania, este porcentaje no supera el 20%, lo cual podría sugerir falta de rigor en las evaluaciones. A esto habría que añadir que más de 400.000 parados son titulados superiores.

 

Sin embargo, a la hora de analizar las causas hay muchas discrepancias. Por ejemplo, que suspendan muchos alumnos puede ser un síntoma de que estos estudian poco, o de que los profesores enseñan mal. Lo mismo se puede decir de los abandonos, o de los titulados con poca preparación. Pero también algunos insisten en que es el sistema el que está mal planteado, pues el profesorado está más pendiente de los congresos y de las publicaciones, para engrosar su currículum, que de atender adecuadamente a los alumnos, y de mejorar sus técnicas de enseñanza. Otros se atreven a dar un paso más y nos hablan de que el régimen de obtención de plazas en propiedad hace que los profesores se relajen y no avancen en sus conocimientos. O incluso que el procedimiento de elección de Rector, por sufragio, no es el más adecuado y debía de cambiarse por la contratación de gestores externos.

 

Ya en el año 2003, en un estudio publicado por la Fundación BBVA, el profesor Martínez Cabrera nos daba un dato revelador: el valor medio de la relación técnica de sustitución entre profesores numerarios y no numerarios se situaban en España en 1,828. Esto quiere decir, que si aumentáramos en una unidad el número de profesores no numerarios, podríamos reducir en un 1,828 el de profesores numerarios, sin que se viese alterado el nivel de producción universitaria. O lo que es lo mismo, los profesores sin puesto estable son más eficientes y productivos que los que sí lo tienen, según ese estudio.

 

Pero también las dificultades financieras y el sistema de implantación de nuevas universidades en España, o el reparto de competencias entre Comunidades Autónomas, parece que tiene algo que ver con nuestras deficiencias. Así, en un trabajo de Martín Vallespín, publicado por el Instituto de Estudios Fiscales en 2008, se nos muestra cómo en recursos disponibles por los sistemas universitarios, los países europeos, en relación con Estados Unidos, Australia, Japón o Canadá, tienen una relativa escasez. Y que en el caso de España, seguimos estando a la cola, superando sólo a Grecia y Portugal. Incluso dentro de nuestro país, se producen importantes diferencias entre Comunidades, por la ausencia de una ley nacional de financiación de universidades. Algunes voces hablan de acudir a la financiación privada de las universidades.

 

El caso más palpable lo tenemos en Ceuta. La Universidad de Granada posee unos 7.500 metros cuadrados, ocupados por la Facultad de Educación y Humanidades, en donde se imparten las titulaciones de empresariales, informática, magisterio, psicopedagogía y educación social. Todo ello en un viejo y antiguo edificio, necesitado de múltiples reformas, y a donde se habla que también podrían venir, aunque fuera de forma provisional, los alumnos de enfermería. A estas claras deficiencias de infraestructuras se ha de sumar el complejo sistema de financiación, que aunque corresponde al Ministerio de Educación, sin embargo está siendo asumido en su mayor parte por la propia Universidad de Granada, que está financiada por la Junta de Andalucía.

 

Claro, cuando vemos todas estas carencias, y además pensamos en que la implantación de los nuevos grados se quiere hacer a coste cero, a pesar de que en Ceuta supone la puesta en marcha de un curso más en la mayoría de titulaciones, que actualmente son diplomaturas, algunos nos echamos a temblar, pues no nos salen las cuentas.

 

Evidentemente, la tendencia de la Universidad española debería ser la de los convenios entre Comunidades, para fomentar la especialización y la movilidad del estudiante, y así maximizar el aprovechamiento de los recursos existentes. Sin embargo, en Ceuta hay un factor de aislamiento añadido, lo cual debería llevar a combinar de forma inteligente una política de becas para aquellos alumnos que quisieran estudiar fuera, una potenciación del Centro Asociado de la UNED, para aquellos que les venga mejor la enseñanza a distancia, y una decidida política estatal y local de financiación de la enseñanza universitaria presencial que ofrece la Universidad de Granada en nuestra ciudad.

 

Si esto no se hace, que nadie diga luego que la eficiencia universitaria en Ceuta es baja, porque posiblemente habrá que contestarles que quizás es que alguien no quiere que lo sea. Posiblemente el ejemplo de lo ocurrido con el Hospital, universitario, pero sin escuela universitaria, sea muy elocuente. Esperemos que con el cuartel del 54 no ocurra lo mismo, por la cicatería de unos y de otros.