Hace unos días se han publicado los datos de la Unión Europea sobre el paro en los distintos países. La tasa española había alcanzado en noviembre el 13,4%. Esto supone que más de tres millones de personas han quedado en el paro. De estos, casi 800.000 no tienen cobertura de las prestaciones de desempleo. Por sectores, el más perjudicado es el de servicios, con 1,7 millones de desempleados. Aunque también es el sector que más número de ocupados tiene, un 70% del total. Le sigue la construcción, la gran víctima de la crisis, que ya ha dejado en la calle a más de medio millón de trabajadores.

Esto, dicho así, son cifras preocupantes. Pero si le añadimos que dicha tasa de paro es la más alta de todos los países de la Unión Europea y casi el doble de la media de los Veintisiete, entonces el asunto empieza a ser algo más grave. Aunque, a juicio de políticos como Pepiño Blanco, esto son sólo datos estadísticos que deben ponerse en comparación con los grandes éxitos del gobierno en otras materias. Y para la Vicepresidenta del Gobierno, no debe ser motivo de protesta, pues en momentos de crisis lo que hay que hacer es 'arrimar el hombro'. Es decir, para uno debemos mezclar las 'churras con las merinas', y para otra, debemos de ser 'patriotas' y colaborar todos en sacar al país adelante.

Quizás sea la estadística una de las ciencias más despreciadas, y a la vez más queridas, por todo tipo de colectivos profesionales y público en general. Todo depende de quién y para qué se utilice. Lo que sí es cierto es que hay una creencia popular de que los gobiernos y los grandes institutos de análisis y recogida de datos, utilizan la estadística según su conveniencia, y moldean los datos conforme a los intereses del momento. Incluso algunos investigadores afirman no creer en los modelos matemáticos y piensan que los datos pueden ser manipulados hasta conseguir la conclusión que queremos. En el presente caso, como las estadísticas de paro no les son muy favorables a los que están en el poder, intentan camuflarlas comparándolas con otros asuntos que nada tienen que ver.

Pero esto se hace también en otros ámbitos, pues, aunque la estadística sólo recopila datos con arreglo a una técnica determinada, y los presenta de diversas formas, son los que los utilizan e interpretan, los responsables de su mayor o menor rigor. Por ejemplo, vamos a ceñirnos al ámbito jurídico. Si en un Juzgado se tienen en cuenta el número de sentencias que se dictan, pero no la mayor o menor complejidad de las mismas, o el tiempo que se tarda en dictarlas, o incluso las horas que el Juez dedica a su trabajo, entonces las conclusiones a la hora de tomar decisiones podrían estar equivocadas. Así se podría decidir poner dos Juzgados donde sólo hace falta uno, o mantener uno donde se necesitan dos. Y lo mismo pasa cuando hablamos de despachos de abogados. Si nos fijamos en el número de juicios que llevan, pero no en la dificultad de la temática que abordan, también podríamos errar en las conclusiones.

Las estadísticas de la delincuencia son otro caso de frecuentes errores. Así se afirma que los emigrantes son los causantes de la delincuencia en nuestro país, o que con la crisis económica van a incrementarse los delitos. Sin embargo no se tiene en cuenta que el escaso número de casos esclarecidos nos debe llevar a la conclusión de que las cifras de detenidos no pueden ser representativas de las características de la población delincuente real, o que hay otra serie de variables capaces de prevenir la delincuencia, como el aumento de gastos sociales.

En resumen. No todo lo que reluce es oro. A veces hay que 'levantar el velo' para ver la auténtica realidad. Y no sólo en las estadísticas, sino también en aquellas empresas que, bajo el paraguas protector de su forma jurídica societaria, esconden verdaderos intereses personales, o familiares, espurios, que nada tienen que ver con los fines de su objeto social. Y mucho menos con el interés de sus propios trabajadores.