- Existe un pensamiento inconscientemente reaccionario que de manera continua pretende anular cualquier tipo de debate en torno a cuestiones que a todos nos afectan.

La mirada acrítica y conformista debe ser la única aceptable cuando analizamos el pasado. O lo que de pasado queda en el presente. Este es el mantra inoculado.

Así, los guardianes de lo que es o no es correcto discutir, ridiculizan mediante peregrinos argumentos las disputas ideológicas que pueden poner en cuestión su asentada –y negada- ideología conservadora. El hecho de que algo sea “historia”, de que “siempre haya sido así”, es factor suficiente para que no se toque. Porque, al parecer, tocarlo hiere sensibilidades. Apenas importa que lo contrario, el hecho de no tocarlo, también las hiera y que la única forma de solucionar los conflictos en democracia sea, precisamente, rescatándolos del olvido, ponerlos encima de la mesa y discutirlos para poder llegar a un punto de encuentro en el que la mayoría pueda sentirse cómoda y no haya vencedores que pretendan hacer pasar como bien común la humillación y derrota del contrario. Si el hecho de que existan calles dedicadas a golpistas y torturadores causa indignación en una parte considerable de la sociedad, la solución pasará, antes que nada, por reconocer que existe un problema y respetar a quienes lo plantean.

Lo mismo ocurre con el 12 de octubre. Es evidente que para muchos, tal fecha, debido a lo que se conmemora, no es la más acertada para celebrar la Fiesta Nacional. Cuando esta opinión se plantea, dos suelen ser las reacciones al respecto. La primera de ellas recurre al insulto que articula la estupidez de quienes lo escupen. Debido a la pereza que causa eso de poner el cerebro a funcionar, este primer grupo se muestra incapaz de comprender que el debate no responde a la idoneidad o no de que exista un día de Fiesta Nacional en el que los españoles y las españolas celebremos nuestros vínculos en común, sino al día escogido para ello. “Si no te gusta, pues no hagas fiesta”. Esta frase la he leído por ahí. El absurdo de esta pandilla ni siquiera merece una contestación. Su necedad les retrata.

La segunda postura, sin embargo, y siempre que se exprese con respeto, es más respetable. Y también, rebatible. Consiste en anular el posible debate en torno al 12 de octubre acudiendo a que otros países democráticos conmemoran gestas en la que también se mató. Un argumento más que llamativo. En primer lugar, habría que decir que el hecho de que otros hagan algo no implica que ese algo esté bien. Por otro lado, es curioso que muchos de quiénes esgrimen tal argumentación, al hablar de nuestra Guerra Civil, sean los primeros en equiparar al Ejército Republicano con el franquista bajo la tan famosa frase de: “Los dos mataron”. Parece que el hecho de empuñar las armas sólo es un factor negativo en ciertos casos. Siempre, por cierto, en la misma dirección.

Dicho esto, pasemos al ejemplo de tres países comúnmente considerados como democráticos: Estados Unidos, Francia e Italia. Los estadounidenses, como es sabido, celebran su fiesta nacional el 4 de julio, día en el que se firmó la Declaración de Independencia que les liberaba formalmente del Imperio británico. Francia celebra el 14 de julio en conmemoración de la toma de la Bastilla, inicio de la Revolución de 1789. La fiesta nacional de los italianos es el 2 de junio en honor al referéndum de 1946 mediante el que el pueblo optó por la República como forma de gobierno tras la oscuridad del fascismo. También es día de celebraciones el 25 de abril, en recuerdo al abandono definitivo del país por parte de los nazifascistas. Estos tres ejemplos ilustran una enorme diferencia con respecto al caso español: en los tres casos, lo que se celebra es una liberación.

Estados Unidos celebra la libertad arrancada a los británicos; Francia celebra el fin del Antiguo Régimen; Italia celebra el fin de una dictadura brutal y de la guerra. España, sin embargo, escogió una fecha que significa todo lo contrario: cuando el Imperio Español cruzó el charco, no lo hizo para liberar, sino para esclavizar, explotar y exterminar a toda una población. Creo que el matiz que nos separa de las otras conmemoraciones es importante. Creo.

Del mismo modo que el debate no gira en torno a si debemos o no tener un día de Fiesta Nacional, tampoco gira en torno al hecho, que por sí solo no significa nada, de que se matara o se dejara de matar, sino al POR QUÉ y PARA QUÉ. No es lo mismo matar para liberarte, como hicieron los estadounidenses o los franceses en las revoluciones que con orgullo recuerdan y celebran, que hacerlo para oprimir. No es lo mismo defenderse de la explotación que explotar.

Aun con todo, debo decir que la polémica sobre el 12 de octubre ni siquiera responde tanto a un análisis histórico (a ver el ayer con los ojos del presente) como a lo que significa HOY, a la idea que nos formamos HOY de lo que significa España y ser español. Las fechas escogidas para celebrar nuestro patrimonio inmaterial común tienen como función repetirnos lo que somos y debemos ser. Por eso, siempre serán terreno de disputa política. Y en democracia, estas disputas deben ser aceptadas, respetadas y debatidas.