El 22 de mayo de 2011, justo una semana después de la irrupción del 15M en la Puerta del Sol, el Partido Popular arrasaba en las Elecciones Autonómicas, hecho que hizo que todos esos brillantes analistas que desde un principio habían sido críticos con el movimiento de los Indignados se apresuraran a confirmar la tesis de su inoperatividad.

En cambio, las plazas continuaron viendo acampadas, asambleas y “batukadas” durante meses. Los críticos se reían, ridiculizaban y miraban por encima del hombro a los “perroflautas”. Y para más inri, el 20 de noviembre, el PP volvía a arrasar, esta vez en unas Elecciones Generales en las que conseguía mayoría absoluta. Poco a poco, dejó de haber reuniones en el ágora. La cosa estaba clara para los miopes políticos, tanto de derechas como de izquierdas: el 15M no había servido para nada y había muerto. Algunos se alegraban de manera altiva; otros lo asumían con esa resignación pesimista y derrotista (y arrogante y narcisista) de quien considera que todo lo que no sea tomar el Palacio de Invierno constituye un fracaso.

El 15M se confirmó como la mayor expresión de que algo estaba empezando a cambiar en este país. Pensar que lo que entonces logró trastocar la agenda de toda la clase política del momento fue –o es, para algunos no ya miopes, sino directamente ciegos- un fracaso porque en los meses posteriores el Partido Popular obtuvo grandes resultados o porque hoy ya no hay asambleas ni tiendas de campaña en las plazas es no entender la manera en que suelen producirse los cambios políticos.

Lo que en mayo de 2011 se inició fue la repolitización de una sociedad que posteriormente se conformaría en nuevos colectivos que empezarían a caminar, a hacer política, a tropezar, a avanzar dos pasos y retroceder uno, a equivocarse y a acertar. El 15M transmutó en distintas organizaciones porque no se puede estar todo el día sentado en plazas: tiene que haber traducciones políticas. Entonces, surgió el Frente Cívico Somos Mayoría, donde algunos comenzamos a socializarnos políticamente, y que supuso un adelanto de lo que luego sería Podemos. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca ganó impulso. Hoy, su principal representante es la alcaldesa de Barcelona y una de las dirigentes más influyentes de Cataluña y España. Los yayofalutas, la Marea Verde, la Marea Blanca, Democracia Real Ya, Juventud sin Futuro. Manifestaciones, propuestas, iniciativas, conferencias, marchas. Todo esto comenzó a ser parte de la vida diaria de muchísimas personas que nunca antes habían tenido interés en los problemas colectivos y despertaron aquel 15 de mayo. Y que recibían gran parte de su argumentario de una tertulia alternativa que se emitía por internet. Su nombre era La Tuerka y su presentador un joven profesor universitario llamado Pablo Iglesias que, tal vez entonces, no sabía que estaba destinado a ser la principal voz de los y las líderes que irían surgiendo en aquellos días.

El movimiento 15M se ha ido formando durante cuatro años. Las nuevas Cortes Generales son la mayor expresión de que, efectivamente, quienes supimos ver algo importante en aquello y mantuvimos, cuando tantos y tantas –revestidos, algunos, de análisis pretendidamente refinados- hablaban de su “evidente” fracaso, que la cosa seguía avanzando a través de otras representaciones diferentes, lógicamente diferentes, estábamos en lo cierto. Quienes pretendieron ver la traducción del 15M en las citas electorales de 2011 se equivocaron; ha sido en 2015 cuando ha dado tiempo a que la cosa madure y podamos apreciar lo que entonces no fue más que el grito que invitaba a trabajar y caminar. Hoy, el Congreso de los Diputados se parece a la calle, por mucho que duela a los mojigatos que se escandalizan con una rasta o un pantalón vaquero. Por mucho que insulten y abucheen. Hoy, en el Congreso de los Diputados, si sumamos los votos de Podemos y sus confluencias territoriales con los de Unidad Popular, hay representadas más de seis millones de voces que están nítidamente en contra de las políticas de austeridad y que reclaman, entre otras, medidas tan claras y urgentes como:

-Auditoría y reestructuración de la deuda

-Reformas fiscales progresivas

-Prohibición de las puertas giratorias

-Reforma del sistema electoral

-Subida del salario y la pensión mínimos

-Derogación de la Reforma Laboral, la LOMCE y la Ley Mordaza

-Resolución democrática del conflicto territorial

-Renta mínima garantizada

-Igualdad real entre mujeres y hombres

-Paralización inmediata de todos los desahucios sin alternativa habitacional

Aún queda mucho por hacer. Lo conseguido hasta ahora es absolutamente histórico, pero no es suficiente. El adversario también ha trabajado durante estos años. Difamando, mintiendo, inventando marcas naranjas, haciendo ruido, dando revoluciones a la máquina del fango. Hemos entrado con fuerza en el Congreso, pero sin tener la mayoría. Ellos, tampoco. Algunos analistas hablan de un “empate catastrófico”: lo viejo no tiene fuerza para una restauración; pero lo nuevo tampoco para una ruptura. Bienvenidos a la Segunda Transición. Se promete apasionante.