Con motivo del 14 de abril volvió el eterno debate: Monarquía o República. Yo mismo fui invitado a intercambiar impresiones junto a un miembro del Partido Popular en Onda Cero. Una charla cordial en la que, sin embargo, eché de menos argumentos acerca del tema que tratábamos. En lugar de eso, lo que me encontré por parte de mi interlocutor fue lo de siempre: el “análisis” o argumentario de los vencedores de la Guerra Civil acerca de la II República y, consecuentemente, una vergonzosa justificación del Golpe de Estado de 1936.

Independientemente del rechazo moral que a cualquier defensor del Estado de Derecho ha de producirle tal declaración de principios, a pesar que nos resultaría condenable y repugnante el hecho de que un alemán autodenominado demócrata afirmara sin rubor en antena que los culpables del nazismo no fueron los nazis, sino los socialistas, judíos, gitanos o comunistas asesinados por la barbarie de Hitler, lo que a un servidor le molestó sobremanera, en este caso, nada tuvo que ver con la moral. Insisto: lo que me molesta cuando hablamos de este tema es que no discutamos de lo que tenemos que discutir.

Las palabras no son inocentes. El término “República” en España ha sido víctima del relato franquista y el posterior “Espíritu de la Transición”. A saber: República es desorden, caos, violencia y hasta guerra. Monarquía, en cambio, es progreso, modernidad y fin del conflicto de “las dos Españas”. República es “Viejo”. Monarquía es “Nuevo”. Los monárquicos lo saben. Entienden que si en lugar de hablar, sin más, de dos modelos políticos diferentes recurren a enredarse en una “discusión” (en la que discutir se vuelve imposible) sobre la Guerra Civil, Paracuellos, Stalin o el oro de Moscú, ganan. Saben que en política, por desgracia, el follón y el jaleo suelen triunfar ante el razonamiento.

Para evitar tanta carga predeterminada, para ser justos y no llamar a errores de interpretación sobre lo que cada uno entiende que significa cada palabra, creo que lo propio sería enfocar el debate en términos democráticos: ¿Qué es más democrático, que los ciudadanos votemos a nuestro Jefe del Estado o que no le votemos? Punto. Es a partir de esa pregunta desde donde debemos tirar del hilo, desde donde debemos comenzar a poner argumentos encima de la mesa en favor de una u otra postura.<

El debate sobre la democracia es un debate filosófico. Y universal. Es decir, quien quiera esgrimir el manido: “Reino Unido y Dinamarca son democracias y tienen Monarquía” también se están saliendo del debate. Es más, no hace falta irse a ningún país: España es una democracia y tiene Monarquía. Afirmar tal obviedad es no decir nada, pues los argumentos en favor de votar al Jefe del Estado valen tanto para España como para Dinamarca, Reino Unido o Júpiter. Yo quiero que los ciudadanos puedan votar. Y lo deseo tanto para mi país como para cualquiera, del mismo modo que deseo que haya Educación Pública en todo rincón del globo.

Una Monarquía no es un elemento conformador de la democracia. Lo es la libertad de expresión. Lo son los derechos sociales, el parlamento, la presunción de inocencia, la pluralidad de partidos, el sufragio universal. En definitiva, la existencia de un Estado de Derecho. Ninguna democracia es democracia porque haya Monarquía. Más bien al contrario: pueden serlo a pesar de que haya Monarquía, a pesar de un déficit democrático como el hecho, en mi opinión, de que los ciudadanos no elijan a su Jefe del Estado.

Por lo tanto, señores monárquicos, les invito a dejar de hacer trampas en el debate, a que dejen de acudir al pasado, a hablarnos de caos y desorden, de la Transición, de nuestra historia y de tantas otras cosas susceptibles de opiniones, manipulaciones, interpretaciones históricas o prejuicios ideológicos y sociológicos y se limiten a exponer los motivos por los cuales consideran que es más positivo para todos y todas que haya una familia por encima de las demás. Expliquen, sin hablarnos de chekas, de qué campechanos son los Borbones o de lo malos que son los comunistas, por qué creen que es “igual de democrático” votar al Jefe del Estado que mantener tal cargo reservado a los integrantes de una sola familia.