Desde antes de ser elegida alcaldesa, Manuela Carmena tuvo que enfrentarse a diversas calumnias. Durante la campaña, una sobresalió: Esperanza Aguirre, enajenada, acusaba a la ex jueza, amenazada por ETA, de simpatizar con ETA. Ya sabemos que para el PP, todo lo que no sea nacionalcatolicismo es ETA. Hasta ahí nada nuevo.

Carmena consiguió los apoyos que no logró la Thatcher española y Ahora Madrid se hizo con la alcaldía. Imperdonable. A partir de ahí, lo que se ha hecho con la alcaldesa en los medios reaccionarios no tiene nombre. La Razón, el panfleto de Marhuenda, famoso por sus vomitivas y deontológicamente censurables portadas, decidió que una señora en bañador disfrutando de sus vacaciones era de interés público. Y así apareció Manuela en primera plana. Carmena es libre de gastarse su dinero en lo que quiera. Si hubiera querido pagarse unas vacaciones de lujo hubiera estado en su derecho. Pero no lo hizo, aunque La Razón afirmó que sí. ¿Fue la única mentira? No. En la foto, la señora aparecía flor en mano. El periódico dijo que esa especie estaba en peligro de extinción, cosa también desmentida. Ridículo, aunque no excepcional. Por desgracia.

Antes que los de Marhuenda, los chicos de ABC ya hicieron gala de su habilidad para transitar en el esperpento a la hora de intentar desacreditar. En su día, Carmena montó una tienda solidaria de ropa de bebés para la reinserción de presas. ¿Es posible ver algo malo ahí? Efectivamente. A finales de mayo, recién celebradas las Elecciones, el diario monárquico nos abría los ojos: la tienda estaba en una zona de bares y los patucos picaban. Noticia de interés nacional que revelaba las verdaderas y oscuras intenciones de la jueza bolchevique.

En un debate televisivo al que acudí, un representante del PP, tras hablar de “carmenadas”, calificó a Carmena de “patética”. Este mismo señor escribe acerca del lenguaje “bélico” de Podemos al hablar de “líneas rojas” (un concepto, por cierto, que no ha introducido Podemos en política, sino que se usa continuamente y que, además, Podemos apenas usa, sino que le es atribuido). Estaría bien que revisara aquel debate y se percatara de cuantas veces utiliza él, que tanto recela de tan violentas formas dialécticas, el concepto de “arma” electoral. Por ejemplo.

¿Qué es una “carmenada”? “Carmenada” es el término con que PP y acólitos se refieren a las políticas madrileñas que pretenden ridiculizar, manipulándolas y reduciéndolas hasta el absurdo. A veces la jugada les sale más o menos bien. Otras, sin embargo, como en el caso de la ropa de los Reyes Magos, hacen el tonto. O la tonta.

Cayetana Álvarez de Toledo, ex diputada del PP y dirigente de FAES, culpó en twitter a Carmena de que su hija se percatara de que el disfraz del rey Gaspar fuese eso: un disfraz. “Jamás te lo perdonaré, Carmena”, escribió. Su gilipollez, con perdón, no tuvo el efecto deseado y el cachondeo fue mayúsculo. Ella se enfadó e insultó a quienes se reían de su tontería. Ante esto, y poniéndonos más serios, conviene hacer caso a Geógrafo Subjetivo, analista político en redes (nada cercano a Podemos, por cierto), y repasar trayectorias políticas para hacernos una idea de las prioridades morales de la tal Cayetana, alguien que le echa en cara a una alcaldesa la perspicacia de una niña y que, sin embargo, no tiene reparos a la hora de votar en favor del repago de tratamientos hospitalarios. Como apunta el Geógrafo en su artículo: eso sí es imperdonable.

Lo cierto es que bajo la polémica inventada sobre los trajes de los Reyes Magos, como en las bobadas de los patucos, las “reinas magas” o la flor en peligro de extinción, subyace algo mayor: la caverna no puede mantener su absurdo discurso de que todo lo relacionado con Podemos es caos, pobreza, totalitarismo, etc. Al contrario, ven que estamos mostrando a la gente sus mentiras. Que no queremos acabar con las tradiciones, ni quemamos iglesias, ni comemos niños. Que no somos ETA, ni Stalin, ni camboyanos sedientos de venganza proletaria. Que somos gente normal que sólo aspira a algo tan modesto, y a la vez tan ambicioso, como mejorar la vida de la gente. Que gobernamos mejor que ellos. Germán Cano da en el clavo: “Les encantaría vernos como ateos marginales, pero no pueden soportar que incorporemos y ampliemos lo que entienden como ‘sus’ valores. Estamos aprendiendo”. Pues eso. Sigamos aprendiendo. Sigamos sonriendo.