“Nosotros planteamos que Podemos es un instrumento, Podemos es un método, Podemos no es un fin, no es una marca para que nos sintamos orgullosos de su nombre. Podemos es un mecanismo para cambiar las cosas, y en los municipios y en las ciudades hay mucha gente que llevaba mucho tiempo cambiando las cosas, y no puede ser que porque nosotros tengamos ahora una marca que funciona muy bien y que las encuestas la ponen muy por arriba vayamos a despreciar todo ese trabajo que gente en ciudades y municipios ha hecho. Podemos es un instrumento para empoderar a la gente, no es una marca para presumir y decir ‘Yo soy de Podemos y tú estás fuera de estas cosas’”. Esto lo decía Pablo Iglesias en el plató de la Sexta Noche la semana pasada tras un comentario del presentador Iñaki López acerca de las opiniones de ciertos círculos Podemos sobre la pertenencia o no de partidos como Izquierda Unida a eso que ya todos conocemos como “la casta”. Y es que mucha es la confusión acerca de lo que significa el término. Algunos han llegado al absurdo extremo de denominar casta a todo aquel que ya hacía política antes de la irrupción de Podemos, un adanismo que sólo conduce a disparatados enfrentamientos entre todos aquellos dispuestos a sumar en pos de un verdadero cambio político y social.

La política es una de las labores más nobles a las que puede dedicarse el ser humano. Es la política la que hace posible mejorar nuestras condiciones de vida, la que hace que podamos ir a un hospital si estamos enfermos, que nuestros hijos puedan acudir a una escuela o que todo el mundo pueda dormir bajo un techo. Todos deberíamos estar interesados en la política. El término “idiota” proviene del griego y se refería, precisamente, a aquel ciudadano que no participaba en los asuntos públicos que tanto a él como al resto afectaban de manera directa y rotunda. La “casta” popularizada por Podemos no hace referencia a aquel que lleva toda la vida haciendo política, sino al que, dando validez a aquello que decía Engels de que el estado es el mecanismo mediante el cual la clase económicamente dominante se convierte en clase políticamente dominante, ha utilizado las instituciones públicas en beneficio de la élite oligárquica y en perjuicio de las mayorías sociales. Conviene no confundir los términos y no volvernos locos.

Por supuesto que a Podemos, hoy por hoy, le perjudicaría pactar o coaligarse con cualquier partido político, sea o no de la casta. Sería una traición a su propia esencia, a su método asambleario y ciudadanista. El pacto de despachos es algo que ni tan siquiera puede contemplarse en los círculos de Podemos. Ahora bien, asumir la necesidad de una estrategia que rompe con los mecanismos tradicionales de la política no puede derivar en un desprecio hacia todas esas personas que llevan años o incluso décadas partiéndose la cara, encajando calumnias de medios de comunicación partidistas, trabajando, con sus aciertos y sus muchos errores, en una línea progresista e inclusiva, del mismo modo que no podemos caer en la trampa de tirar por la borda todos los logros de la lucha sindical por el hecho de que haya sinvergüenzas que, desde una posición adquirida gracias al esfuerzo de los humildes, manchen el nombre de algo tan necesario como el sindicalismo participando de escándalos como el de los EREs o las tarjetas de Bankia. Con esta gente, tolerancia cero. El daño que le hacen a la lucha es incalculable y sólo beneficia a aquellos deseosos de un mundo sin sindicatos ni mecanismos de protección para los trabajadores.

Lo que vaya a hacer Podemos a nivel municipal es todavía una incógnita. Por un lado, hay que ser inteligentes y asumir que el objetivo son las generales, ser conscientes de que es desde la Administración Central desde donde pueden llevarse a cabo medidas que subviertan las actuales políticas de recortes y logren hacer irreversible el cambio. Cualquier error de cálculo que se cometa de aquí a noviembre de 2015 puede costar muy caro, por no hablar de la complejidad que entraña trasladar los principios políticos a la gestión de entramados locales desconocidos para muchos que, por primera vez, se acercan a la política municipalista. No obstante, visto desde otra óptica, no es menos cierto que dejar pasar los comicios de mayo puede desmovilizar a unos círculos que han hecho de la ilusión su principal arma. Todo esto, sumado a la posibilidad de incentivar candidaturas ciudadanas conformadas por diferentes movimientos sociales, ha de seguir siendo estudiado, reflexionado y discutido de aquí a mayo, poniendo en la balanza voluntad y operatividad, sopesando pros y contras y siempre desde la humildad y el respeto hacia quienes lucharon y luchan desde mucho antes que nosotros. “Porque fueron somos, porque somos serán”.