Hace aproximadamente un año, Ignacio Aguado, actual número 1 de Ciudadanos por la Comunidad de Madrid, se enfrentaba a Ramón Espinar, actual senador de Podemos, en una tertulia de Canal 33 a raíz de las negociaciones por el famoso TTIP. Mientras el segundo mostraba su rechazo hacia las formas y el fondo de la negoción, el primero ejercía una defensa inquebrantable de los valores liberales que, según él, abalaban la idea del pacto, acusando de extremistas y populistas, para variar, a aquellos que no coincidían con su análisis.

¿Qué es el TTIP? El Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés) es un acuerdo que se está negociando entre la Unión Europea y Estados Unidos. Dos han sido las mayores polémicas que ha suscitado: 1) La opacidad con la que se están llevando a cabo las negociaciones. 2) La pérdida de soberanía que supondría su aprobación para los estados.

Con respecto a la primera cuestión, varios han sido los testimonios que dejan en evidencia el secretismo interesado que han impuesto las élites. El de Ernest Urtasun, eurodiputado de ICV, ha sido uno de ellos. Urtasun, al igual que Lola Sánchez (Podemos), pudo acceder a la “Reading room”, la habitación de seis metros cuadrados en la que se guardaban los documentos clasificados del TTIP. Allí, firmó un documento de confidencialidad y dispuso tan sólo de dos horas para poder estudiar los papeles previamente solicitados, papeles escritos en inglés y con gran cantidad de conceptos técnicos. A Urtasun se le confiscó bolígrafo, papel y teléfono móvil y no dejó de estar vigilado por el funcionario que le acompañaba. Este es sólo un ejemplo del acceso permitido a los representantes de la soberanía popular.

El otro gran problema del acuerdo no responde a las formas de su negociación, sino a su contenido. El TTIP supone, según muchos juristas y estudiosos de la Ciencia Política, todo un atentado al principio de soberanía y a la separación de poderes, al instaurar unos tribunales internacionales de arbitraje en los que las grandes multinacionales serán, materialmente, no sólo parte, sino también juez. Así, un estado que decida, por ejemplo, elevar el salario mínimo de sus ciudadanos, podrá ser denunciado por una multinacional que considere dicho acto una intromisión en sus intereses. Derecho al servicio del dinero y contra la democracia. Derecho a la carta del poder.

Tanto el Partido Popular, como PSOE y Ciudadanos están siendo cómplices del avance del Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones y del hermetismo con el que todo este tinglado se está produciendo. El mayor error del liberalismo económico, la doctrina defendida por este nuevo tripartito, es que considera que en un contexto de desigualdad, la “libertad” a secas, es decir, la desregulación, puede contribuir a la creación de igualdad y justicia. Es todo lo contrario: “En condiciones de desigualdad, la libertad oprime y la ley libera”. Entre un pobre y un rico, la libertad proclamada por el liberalismo no es más que la libertad del rico para explotar al pobre. Las leyes deben existir precisamente para garantizar la libertad del pequeño, prohibiendo la “libertad” del fuerte, prohibiendo su libertad para cercenar la libertad del de abajo. Los tratados de “libre” comercio no son más que la libertad de los poderosos, pura negación de la democracia.

Por suerte, aún hay quién se opone a tanta irracionalidad. Barcelona, que ya fue el ejemplo a seguir al inaugurar la red de ciudades refugio, se ha declarado ciudad contraria al TTIP. Ada Colau y los suyos demuestran mil veces más patriotismo que aquellos que lucen banderitas en el pecho, el coche y la muñeca. No, no todos son iguales.