En julio de 2014, Pedro Sánchez ganaba las primarias del PSOE (sin mayoría absoluta) aupado por Susana Díaz y el grueso del aparato, representando la “derecha” del partido. Casi tres años después ha vuelto a ganarlas (esta vez con mayoría absoluta), representando lo contrario y frente al aparato. El nuevo Pedro Sánchez del puño en alto y la Internacional ha sido elegido Secretario General del Partido Socialista con un mensaje muy claro: estar lejos del PP y su criado Ciudadanos y más cerca de Podemos. No obstante, ya sabemos que no apoyará la moción de censura contra Rajoy ni piensa presentar una propia.

Sería de esperar que ante los primeros movimientos de un Secretario General que ha prometido ser Costa pero que en realidad quiere ser Macron (Pilar Velasco dixit), el activismo virtual del socialismo se rebelase y exigiera el cumplimiento del discurso dado durante el proceso electoral interno. Pero es que eso es mucho de esperar de quienes pueden optar por una opción u otra dentro de su partido, pero que, haga lo que haga el PSOE frente a las demás fuerzas políticas, socialismo siempre será “lo que haga el PSOE”.

Así, si Pedro Sánchez no apoya la moción de censura de Pablo Iglesias ni acepta la oferta de Podemos de presentar una propia, Pedro Sánchez no incumple su palabra.

Así, si Pedro Sánchez no apoya la moción de censura de Pablo Iglesias ni acepta la oferta de Podemos de presentar una propia, Pedro Sánchez no incumple su palabra. El malo es un Pablo Iglesias que se niega a ser un subalterno y propiciar un modelo como el portugués, exigiendo (¿qué se habrá creído este chico?), por el contrario, un trato de igual a igual. Inaceptable que una fuerza plebeya, por muchos votos que tenga, pretenda hablar sin plegarse al principal partido del régimen.

Podemos sería aceptable si tuviera un millón de votos y no le quedara otra que negociar con los socialistas en condiciones absolutamente desfavorables, exigiendo apenas nada y cediendo prácticamente en todo. Pero resulta que representa a cinco millones de españoles, los mismos a los que representa ahora Pedro Sánchez.

Portugal. Los defensores de la postura de Sánchez quieren ser como Portugal. Quieren que Pablo Iglesias acepte ser como Portugal, lo que nos lleva a tratar de entender qué es lo que está pasando en Portugal, que no es otra cosa que un gobierno del Partido Socialista sostenido por un 30% de los votos y el apoyo de un Bloco de Esquerda (el equivalente a Podemos) que recoge un 10%, y el sector comunista, con alrededor de un 8% de apoyo popular. Claro. Así no hay problema ni para el Partido Socialista ni para ningún régimen. En España, Podemos y el PSOE están prácticamente empatados en votos y eso es lo que nunca se ha podido consentir. Podemos sería aceptable si tuviera un millón de votos y no le quedara otra que negociar con los socialistas en condiciones absolutamente desfavorables, exigiendo apenas nada y cediendo prácticamente en todo. Pero resulta que representa a cinco millones de españoles, los mismos a los que representa ahora Pedro Sánchez.

Lo bueno de Portugal, lo exportable, es que ha sido posible un acuerdo, es el hecho en sí del acuerdo. Ahora bien, las condiciones de dicho acuerdo jamás podrán ser las mismas en España, pues la correlación de fuerzas es distina. Hablar de un modelo igual al de Portugal en un contexto absolutamente diferente al de Portugal es ignorar la realidad de las cosas. O pretender engañar al personal.