Hace ya más de un año, el catedrático de Derecho Constitucional, Javier Pérez Royo, publicaba una reflexión en ctxt.es en la que, al amparo del artículo 22.2 CE (“Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delitos son ilegales”), planteaba que ya existían indicios suficientes de actividad delictiva como para que el Ministerio Fiscal iniciara una investigación con el fin de concluir si había o no motivos para declarar ilegal al Partido Popular. El hecho de que algunas de nuestras máximas autoridades en el estudio del Derecho se preguntasen si el partido del Gobierno tenía más que ver con una organización criminal que con una asociación política evidenciaba el dramatismo del momento que se atravesaba. Creo que no cabe duda de que la situación de podredumbre moral en el Partido Popular se nos presenta hoy mucho más alarmante que entonces, llegando a un punto de pura excepcionalidad y auténtico peligro para la conservación del Estado de Derecho.

En este contexto, la iniciativa de Podemos de comenzar una ronda de contactos con partidos políticos, sindicatos y sociedad civil para impulsar una moción de censura contra el gobierno adquiere la consideración de imperativo ético, así como inconmensurable es el grado de patetismo alcanzado por uno de los partidos que sostienen a Rajoy, el PSOE, en las argumentaciones esgrimidas para, una vez más, situarse del lado del Partido Popular.

De la cúpula socialista era de esperar. A algunos, sin embargo, les ha sorprendido la reacción de cierta militancia. No es mi caso. Debo confesar —por lo que al menos veo en Ceuta— que ya apenas hago distinción entre los jefes y unos militantes que, como autómatas, han demostrado que no tienen problema en defender un postulado y su contrario, en enarbolar banderas casi revolucionarias por la mañana y cerrar trincheras en la defensa del socioliberalismo por la tarde. Y para muestra un botón. En Ceuta, los mismos socialistas que defendieron a capa y espada la derechización de Pedro Sánchez, hoy (más o menos) se muestran a favor de la moción de censura (o no se pronuncian demasiado en contra), acusan al “susanismo” de ser de derechas y hasta hablan de plurinacionalidad. No obstante, quienes el pasado año acusaban a su partido de derechizarse tras el acuerdo con Ciudadanos, dan hoy la cara por los postulados estéticamente más conservadores y reproducen sin pudor las mentiras que personajes sin credibilidad como Antonio Hernando escupen contra la moción de censura.

Curiosamente, estos últimos dicen que hacer oposición es defender presupuestos diferentes a los del PP y que, en el caso de llevar a cabo una moción de censura, antes hay que avisar a los demás grupos políticos.  Olvidan los jefes (e ignoran los súbditos) que el día antes del anuncio de la moción, Podemos presentaba en rueda de prensa unos Presupuestos Generales alternativos a los de Rajoy; mienten los jefes (y reproducen su mentira los súbditos) cuando dicen que no se avisó; y olvidan los jefes (e ignoran los súbditos) que cuando el PSOE anunció su moción de censura contra el PP en Murcia no se negoció nada previamente con Podemos. Aun así, Podemos apoyó la moción porque era lo que había que hacer.

Lo que invita a pensar todo esta sucesión de despropósitos argumentales en el seno de las filas (al menos las locales) socialistas es que las ideas son lo de menos a la hora de posicionarse de un lado u otro en las diferentes (y naturales) disputas internas. Parece que la misión principal es la de imitar al estomagante Hernando, erigiéndose en auténticos burócratas de partido. La dinámica es siempre la misma: verborrea izquierdista cuando tu facción no es la que está en la dirección; coincidencia total con Ciudadanos y PP cuando estás al mando. Por supuesto, habrá loables excepciones.

Mi conclusión es que la oposición representada por el socialismo español (da igual si sanchista o susanista) al PP hace cierta, actualizándola a nuestros días, la explicación que del poema de Antonio Machado acerca de “las dos Españas” hacía Luis García Montero: una España de Cánovas y otra de Sagasta, pero a fin de cuentas dos Españas al servicio de un mismo objetivo: los intereses de la oligarquía. Con Podemos eso se ha acabado, dibujándose un escenario en el que aquellos que aún pretenden engañar a la gente tratando de identificar al PSOE con algo diferente a las políticas neoliberales del PP no pueden hacer otra cosa salvo el ridículo. Por eso les molesta la moción de censura. Porque les coloca frente al espejo de la complicidad y la vergüenza.