Recuerdo un artículo de Juan Luis Aróstegui en el que, a colación del vergonzante pacto alcanzado entre Sánchez y Rivera tras el 20-D, emitía una legítima crítica al comportamiento de ciertos jóvenes socialistas ceutíes que, en su día, habían parecido albergar, por encima de siglas y lealtades partidistas, cierto compromiso real con los valores de la izquierda. Todo quedó en nada cuando comenzaron a defender sin pudor alguno un acuerdo que, se ha demostrado, siempre fue perfectamente asumible por el Partido Popular. Asumían que “socialismo es lo que hace el PSOE”.

El nacimiento del PSOE no se produjo hace 137 años, como a sus fieles les encanta repetir con fervor y orgullo. Este PSOE nace en 1974. Con el liderazgo de Felipe González surgido de aquel Congreso de Suresnes, el Partido Socialista, desaparecido durante una lucha contra la dictadura protagonizada por el PCE, emprenderá entonces un camino acorde con los designios marcados por el stablishment. Reconversiones industriales, reformas laborales, OTAN, Maastricht, GAL, corrupción. Muchas serán las traiciones del partido socialista al socialismo. No obstante, debido a la falta de competidores, siempre conservará su lugar en el sistema del turno. Incluso la constitucionalización del neoliberalismo a través de la reforma del 135CE aparecerá como algo perdonable. Una cosa era defender medidas indefendibles; otra muy distinta, defender que le das el Gobierno al que, en el imaginario de la mayoría, constituía, hasta hace poco, tu principal adversario. Hardcore.

La irrupción de Podemos en el escenario político ha terminado provocando la, por lo menos aparente, muerte del PSOE. Desde el 25 de mayo de 2014, el trasfondo de toda la discusión estratégica en el seno del Partido Socialista giraba en torno a cómo evitar ser devorados por la emergencia de los representantes del cambio. Como bien afirma Manolo Monereo, las credenciales que con su “decisión basada en la no decisión” presentaba Pedro Sánchez ante los poderes fácticos consistían en la demostración de que por él pasaba la única alternativa a regalarle la figura de Jefe de la oposición a Pablo Iglesias. Finalmente, el régimen ha optado por asumir que el bipartidismo es historia. En esta nueva fase, toca Gran Coalición. Toca sacrificar al PSOE para salvar el régimen. Una vez gobierne Rajoy, ya veremos.

Mientras tanto, nos toca, una vez más, asistir avergonzados a la defensa a ultranza del PSOE y su Gran Coalición por parte de aquellos que, insultando la memoria de toda la lucha emancipadora, parecen haber interiorizado, cual replicantes, que “socialismo es lo que hace el PSOE”. La culpa es de Podemos, afirman. Pura decrepitud.