La sociedad que reposa en la industria moderna no es espectacular fortuita o superficialmente: es fundamentalmente espectaculista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, el fin no es nada y el desarrollo lo es todo. El espectáculo no conduce a ninguna parte salvo a sí mismo. Guy Debord, “La sociedad del espectáculo”.

Me sonó el móvil, miré uno de mis grupos de whatsapp y lo leí: “Pedro Sánchez acaba de llamar a “Sálvame” para convencer a Jorge Javier Vázquez de que siga votando al PSOE”. El presentador estrella de Telecinco, votante confeso de los socialistas, estaba enfadado por la complicidad de su partido con la salvajada de Tordesillas, algo que el nuevo Secretario General de los del puño y la rosa estaba decidido a remediar. Y lo hizo. Tras la llamada, Jorge Javier, reconducido al buen camino, dijo que el gesto de Sánchez le parecía una muestra de respeto hacia la audiencia. Curioso.

Asumamos que tanto Jorge Javier Vázquez como Sálvame venden un producto que el público, en forma de audiencia, sin duda compra. Ahora bien, ¿mostrar respeto por el público debe implicar legitimar el producto y a sus vendedores participando de él? Según este argumento, respetar a los toxicómanos debería implicar mostrar respeto hacia el narcotráfico y el traficante que les proporciona el producto. Tal vez para Jorge Javier Vázquez, los políticos españoles, para expresar su respeto hacia los drogadictos, debieran comenzar a hacer campaña entre los camellos, ya que como decía el presentador, “ellos también votan”. Y sí, sé que el ejemplo es extremo, aunque pienso que perfectamente válido.

Yo respeto a la audiencia de Sálvame, pero no respeto a Sálvame, pues considero que su contenido, como la “tradición” de Tordesillas, nos embrutece y nos hace peores personas. Los valores de los programas de prensa rosa nos denigran como sociedad, ensalzan parte de lo peor de nosotros mismos, nos convierten en cotillas, en seres frívolos, superficiales, egoístas y vacíos. Sálvame no contribuye a una sociedad mejor, sino a la creación de una sociedad más estúpida. ¿Es esto llamar estúpidos a los espectadores de Sálvame? No. El éxito de este tipo de programas, al igual que el hecho de que cada vez nos inunden con más y más fútbol o de que, incluso las tertulias políticas (donde, aunque el formato deje mucho que desear, sí que hay que estar, ya que lo contrario implicaría ser invisible dado que, por desgracia, no existen debates serios en prime time) adopten fórmulas de telebasura, nada tiene que ver con la capacidad intelectual del pueblo, sino con unas condiciones materiales, un orden de cosas y un contexto que propician que así sea. No es verdad eso de que “la tele pone lo que el público reclama”. Si asumimos este dogma en un escenario en el que lo banal deja cada vez menos espacio televisivo para el arte, la cultura, la información veraz o el humor inteligente sí que estaríamos llamando imbécil a la audiencia. Estaríamos diciendo que la gente pide basura porque, efectivamente, le gusta la basura.

Las sociedades son creadas, según las necesidades de los sistemas económicos, mediante la propaganda. En unos momentos (hablamos de décadas) en los que el capital necesita romper todo atisbo de esa solidaridad legitimadora de los estados de bienestar, es normal que vayan aflorando programas, como he dicho antes, que nos embrutezcan, que nos hagan egoístas y frívolos. Esa es la sociedad perfecta para la implantación de un capitalismo neoliberal que se nutre de la competitividad y el individualismo, pero volvamos a Sánchez.

Poco tiene que ver, en realidad, la acción del Secretario General de los socialistas con su opinión personal acerca de los programas amarillistas sino que, más bien, es el producto y la consecuencia de un PSOE en caída libre. Cuando uno está arriba puede elegir. Cuando se está abajo hay que explorar terrenos poco cómodos. Ni siquiera tengo una opinión firme acerca de tal estrategia de comunicación. A mí ni me gusta “Sálvame”, ni me gusta Sánchez, ni me gusta el PSOE, pero lo que sí que tengo claro es que tachar de “populistas” a los demás mientras te prestas a aparecer cinco minutos entre los cotilleos sobre el hijo de una folclórica y las últimas noticias acerca de la sexualidad de la prima de un torero es, como poco, bastante atrevido. Y más aún cuando al día siguiente, para quedar bien ante los oyentes de la COPE, te desdices de lo prometido.

- Vídeo de la llamada de Pedro Sánchez a Sálvame

- Escuche la entrevista de Pedro Sánchez en la COPE