- Las mentiras y tergiversaciones sobre Podemos se han convertido en una costumbre.

Desde que Pablo Iglesias pretende quitarle la casa de la playa a los jubilados hasta un “Aló, Presidente” en televisión, pasando por la expropiación de la lavandería de la esquina, a nadie le sorprende prestar el oído a los disparates que cada día se vierten sobre aquellos que han pateado y trastocado el tablero político de este país.

En Ceuta, junto al tema de la frontera, hay un asunto que preocupa a muchos: los militares. Esa idea conservadora que asocia los símbolos patrios a la ultraderecha, a lo peor de nuestro país, hace que las intenciones de “recortar loco gasto militar”, como decía la famosa letra de Javier Krahe, sea vista como un ataque frontal a los soldados, a los trabajadores del Ejército, a los currelas. Nada más lejos de la realidad. Recortar el presupuesto militar no es algo de izquierdas, sino de sentido común. En un país que ocupa el segundo lugar de Europa en malnutrición infantil es un insulto a la inteligencia y a la decencia destinar miles de millones en armamento. Ojo, hablamos de armamento, de material, no de salarios de trabajadores ni puestos de trabajo.

El gasto militar en España es un escándalo, pues cuando hablamos de este gasto no debemos centrarnos sólo en lo presupuestado para el Ministerio de Defensa (el Ministerio que menos recortes sufre), sino que debemos hacer referencia a Industria, I+D y diversos cajones de sastre que extienden la pasta destinada a empresas de productos bélicos y materiales inservibles derivados de compromisos ajenos a los intereses del país hasta límites insultantes. No es casualidad que nuestro actual Ministro de Defensa, Pedro Morenés, se haya pasado la vida ganando dinero con la fabricación de armas. Todo un “señor de la guerra”.

En su artículo titulado “La gran estafa del presupuesto de Defensa 2015”, Pere Ortega nos relata las trampas fabricadas para ocultar a los españoles la verdadera cantidad de millones que nos gastamos en algo cuya función jamás ha sido la de garantizar la seguridad o el bienestar de nuestros soldados, sino el engrosamiento de las carteras de diversos hombres de negocios y los intereses geopolíticos de ciertas potencias extranjeras. No creo que querer subvertir esta situación, como pretende Podemos, sea traición a la patria. Al contrario, Podemos ya ha manifestado su apoyo a la reivindicaciones de las asociaciones del Ejército (AUME) y la Guardia Civil (AUGC), al igual que su respaldo a la causa del teniente Segura, militar acosado por los mandos del Ejército por el único delito de denunciar la corrupción de los cuarteles.

Si hay personas en el ámbito castrense que deben temer las propuestas de Podemos, esos son los representantes de la casta militar heredada del anterior régimen jamás depurado, nunca los soldados, nunca las víctimas del maltrato, de la “jerarquía”, de la “disciplina” y del despotismo de un Ejército aún por democratizar y modernizar.