- Tengo amigos del PSOE y, sinceramente, siento a algunos más cerca que lejos de lo que considero mi bando político, mi sensibilidad política. En cambio, son militantes del PSOE. Y a mí no me gusta el PSOE.

Siempre discutimos mucho acerca de la aportación de los socialistas a la democracia española, un debate constante en el que suele ser común la aparición, cual defensa irreprochable, de una afirmación que, desde mi humilde opinión, considero tramposa: “El PSOE ha hecho muchas cosas buenas”. Creo que la frase, en esencia, no significa nada, ya que me parece perfectamente extrapolable a cualquier partido, organización o régimen, lo que la anula como argumento válido: si vale para todos, no vale para ninguno. Seguro que el Partido Popular también ha hecho cosas buenas. Todos hacemos cosas buenas y todos hacemos cosas malas.

Es muy difícil definir lo que es un partido en tanto que es, esto es, en esencia, centrándonos en tales o cuales medidas “positivas” o tales o cuales medidas “negativas” ha implementado. Pienso que la pregunta debiera ser más global: El Partido Socialista, ¿ha contribuido a la construcción de un mundo alternativo de valores más justos, solidarios y “socialistas” o, por el contrario, ha sido una pieza fundamental en la instauración del modelo neoliberal y del sometimiento a la lógica del mercado, en mayor o menor medida, de la vida social del país? Tal vez, mis amigos socialistas se decanten por la primera opción. Yo, sin embargo, voto por la segunda.

Ya a principios de la Transición, el PSOE asume todos los principios liberales y comienza a enarbolar la bandera de la “modernización” para dar legitimidad a algunas de sus discutibles reformas (reconversión industrial, privatizaciones). El mercado, el crecimiento, la competitividad…los “dioses” del PSOE son ya los mismos que los de un partido liberal al uso. Mientras obtiene ingresos para (al César lo que es del César) implantar buenos sistemas sanitarios, de Educación y diversos derechos sociales, el Partido Socialista modelará un imaginario colectivo y dará luz verde a otras medidas y resoluciones de carácter global que irán poco a poco cercenando las posibilidades de articular políticas de carácter social, evidenciando eso de que un partido socialdemócrata se diferencia de uno liberal hasta que estalla una crisis. Y así será: en 2011, el PSOE de Zapatero cerrará filas con el PP de Rajoy, lo que se traducirá en una enorme pérdida de credibilidad y un varapalo electoral sin precedentes.

El PSOE no constituye una amenaza para “el poder” porque el PSOE forma parte del poder. Es la cara amable de un sistema que, a través de dicha cara amable, se permite redistribuir de una forma más justa y aplicar ciertas medidas de corte social mientras las cosas van más o menos bien, pero que no duda en golpear duramente a los de abajo si lo contrario puede constituir poner en cuestión los privilegios de los de arriba, la “lógica” del mercado, el principio de rentabilidad a toda costa, las bases fundamentales de un modelo injusto por naturaleza y que el Partido Socialista asume como válido, renunciando a su transformación profunda, renunciando a “cambiar lo que hay”, y limitándose a “gestionar lo que hay” de un modo menos duro que el ala derecha del régimen: el Partido Popular. El Partido Socialista y el Partido Popular, pues, no son lo mismo, pero sí que son distintas expresiones de lo mismo, de un mismo poder que mientras uno de los dos gane permanecerá tranquilo e inalterado. Otra cosa son sus militantes.