- Existen dos armas que, ante el peligro de perder cualquier debate, siempre saca a pasear la derecha cavernaria. Uno de ellos ya ni siquiera supone un problema para los ciudadanos españoles: ETA.

El otro, especialmente de moda estos días en las tertulias televisivas tras la Diada del 11 de septiembre, no es otro que el sentimiento independentista en Cataluña.

Un ejemplo de la obscena utilización política de este último fenómeno lo hallamos en José Luis Sastre. Nuestro senador, en unas declaraciones sobre la manifestación a favor de la Educación Pública que se celebró en nuestra ciudad el pasado 8 de septiembre, decidió atacar a CCOO y UGT, sindicatos que apoyaban la concentración, de la siguiente manera: “El sindicato CCOO, que por cierto, junto a UGT apoyan el eufemismo del derecho a decidir en Cataluña, o lo que es lo mismo, el separatismo”. Nada tenía que ver la manifestación con el problema catalán, pero el senador Sastre decidió que era conveniente acudir a las bajas pasiones, al patrioterismo de pandereta y a la inquina hacia todo lo que huela a autodeterminación, Cataluña o País Vasco. Había que decirle a la gente: “Esos que dicen que apoyan la Educación Pública son enemigos de la Nación, rechazadles”. La “antiespaña” de la que siempre se benefició el franquismo, lo mismo de siempre.

Otro ejemplo, muchísimo más grave y relevante, es Jorge Moragas, director de Gabinete de la Presidencia. Los medios de comunicación han publicado que ya en 2012, este españolista de pro, animaba a la ex novia del hijo de Jordi Pujol a tirar de la manta y destapar las corruptelas del famoso clan. ¿Por qué? Porque había que frenar el separatismo, es decir, había que utilizar la corrupción de los Pujol para poner trabas el proceso soberanista. Jorge Moragas lo sabía, las altas esferas lo sabían, pero sólo decidieron que era hora de hacerlo público en el momento en el que vieron que era posible sacar rédito político. Jordi Pujol, junto a la oligarquía catalana, ha servido fielmente durante años a los intereses del status quo español. Todos sabían que era un corrupto, pero se lo consentían. Ahora, con los independentistas más decididos que nunca a realizar su empresa, era el momento de dejarlo con el culo al aire, no por justicia, sino por interés. Así es como actúa la casta, sea española o catalana. Jorge Morgas, por simple vergüenza, debería dimitir. ¿Lo hará? Es poco probable.

Vaya por delante mi nula simpatía hacia CiU y mi desprecio hacia la también tramposa utilización de un sentimiento sin duda existente entre el pueblo catalán por parte de una burguesía catalana que jamás ha tenido otra patria que su bolsillo. Vaya también por delante mi deseo de que los catalanes continúen formando parte del Estado Español. Ahora bien, mi deseo no debe ser óbice para la democracia y no debe impedir que los catalanes y las catalanas puedan pronunciarse y decir lo que quieren ser. Después habrá que hablar, negociar y buscar soluciones políticas -que no jurídicas- a lo que es un problema político, pero ningún demócrata puede estar en contra de que un pueblo se exprese y hable. Sin duda, opinar esto será para el señor Sastre ser un peligroso antiespañol. Los que no nos ponernos pulseras con la bandera de España ni acudimos a manifestaciones berlanguianas en favor de la benemérita cuando mueren 15 compañeros inmigrantes en el mar, pensamos que lo antiespañol es recortar, bajar salarios, reprimir manifestaciones, vender el país a cachitos, tener cuentas en Suiza o hacer amnistías fiscales para los defraudadores. Pero allá cada uno con su patriotismo.