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Abdelmalik Mohamed, presidente de la Agencia para la Cooperación Transfronteriza Ceuta (ACTC)

La postura de Marruecos aceptando la devolución de los migrantes debería preocupar tanto como el salto de la valla de los migrantes.

Justificar la devolución con el convenio del 92 no se sostiene, pues el contenido de los acuerdos viene a decir que Marruecos aceptará lo que llegue a España a través de su territorio, pero es evidente que se refiere a las costas peninsulares, pues nadie se cree que Marruecos firmara dicho acuerdo pensando en Ceuta y Melilla, ya que estaría reafirmando la soberanía española sobre las dos ciudades, cosa que nunca hizo. A todo esto habría que añadir que todas las devoluciones que aceptó, a un lado las calientes, siempre fue por mar y nunca por vía terrestre; menos aún, por la vía Tarajal-Bab Sebta, mostrando así una postura inflexible y determinante al respecto.

Si ahora lo hace no es porque lo digan los Acuerdos del 92, si no porque intervienen fuerzas que no entienden de tiempos ni de barreras, pues ningún ministro ni nada parecido habría podido tomar decisión tan relevante sin la participación directa del rey. Contaba alguien, que sabe bien lo que dice, que en las reuniones en las que se sacaba a comentario Ceuta y Melilla, casi todos los asistentes se levantaban diciendo que tenían cosas que hacer y que las habían olvidado, una manera de abstenerse en temas tan sensibles y delicados. Lo que hay en la pizarra no puede borrarlo cualquier paño.

La pregunta es si tal actitud se va a mantener en el tiempo o bien es algo puntual  y necesario, todo ello para remitir un mensaje a todas esas criaturas que ven en España la ilusión que les hace saltar a riesgo de sus vidas.

La decisión de Marruecos  también contiene una muestra de indecisión y de debilidad institucional, pues de haber actuado así desde los inicios del fenómeno migratorio se habrían evitado muchas situaciones de carácter dramático,  así como la pérdida de vidas humanas, nunca suficientemente justificadas.

El cambio de postura resulta inquietante y refleja el poder de decisión de quienes detentan un poder sin límites, capaz de cargarse de un plumazo tiempos extraordinarios de dolor y máxima preocupación.

No solo cae un modo de entender la política marroquí respecto a Ceuta y Melilla, sino que también se desploma una filosofía que irradió desde las más altas esferas, que alcanzó y estableció un modelo de comportamiento respecto a Ceuta y Melilla, sobre todo en los niveles políticos y periodísticos, que nunca dejaron de conculcar la idea de ciudades ocupadas, como si en ello interviniera el propio demonio. Códigos de conducta contrarios a la mejor razón y comprensión humana, un desempeño que perdió su peculiar batalla frente a la realidad social de la inmensa mayoría de los marroquíes, que siempre vieron en Ceuta y Melilla una forma distinta de ver las cosas, como una idea simpática y atrayente para visitar por su oferta comercial.

Ahora, después de tantos años de perfil refractario, Marruecos dice sí a las devoluciones haciendo añicos su  histórica condición de no es no.

Es el momento de decir que también se deben revisar actos y actitudes, que es hora de establecer una nueva filosofía respecto a Ceuta y Melilla, presentándolas como ciudades que aportan riqueza en la medida de sus posibilidades en favor de todos los ciudadanos marroquíes que las visitan.

Las altas esferas de la política marroquí deberían hacer lo posible para que estas dos ciudades no queden descabalgadas del progreso que se observa en el norte, evitando cualquier movimiento para arrinconarlas y dejarlas a merced de su propia suerte. A la vista está que lo que fue no, ahora es sí.

No es justo.