Existen días en los que me avergüenzo, siendo política, de la política. Siempre he creído en el valor de la humildad, por encima de todas las cosas. Este es mi credo, sin ser creyente.

Durante estos días estamos asistiendo a una ola de propuestas para realizar en Ceuta que ahogan, no por las propuestas en sí, sino por quienes las proponen y en el momento en que lo hacen.

El otro día le estaba contando a mi hija que si conseguía rellenar todos los puntos de una pizarra que tenemos en el salón, le compraba eso que a ella le hacía tanta ilusión. Ella me miró y me dijo, “mamá, no mientas, se nota que eres política porque casi nunca cumples lo que dices y siempre te estás justificando con excusas que ni entiendo, ni me las creo”.

Ángela tiene diez años, y no vota, pero sí se está fundando una imagen que, aunque es descontextualizada, se asemeja a una realidad que suena mucho más fuerte que la decencia de la mayoría de las personas que se dedican a utilizar su tiempo, y a veces su dinero, para servir a los demás, por medio de las siglas. Pero es lo que pasa cuando tocas un violín al lado de una batería, que no suena.

Actualmente, esas mismas personas que han aniquilado la sanidad y han condenado la salud al lado de una billetera, vienen ofreciendo el deseo de las cosas que hasta ahora eran imposibles, la dotación de más personal en el hospital de Ceuta y la apertura de una unidad de radioterapia.

Actualmente, esas mismas personas que suspendieron el grupo de trabajo del MECD, nada más llegar al Gobierno, deciden renovarlo. También, esas misma personas se han dado cuenta, después de quitarlo, que los centros concertados necesitan orientación para el alumnado con necesidades de apoyo educativo.

Actualmente, esas mismas personas que no han querido escuchar las quejas sobre las navieras, deciden actuar con la compañía que tiene el contrato de interés público .

Actualmente, todo esto podría tener valor si no fuera porque estamos en medio de un Gobierno en funciones, a punto de que el PP pase a la oposición, o a las puertas de unas nuevas elecciones. Y claro, hay que salir por la puerta grande, o hay que entrar con promesas electorales. Nada es casualidad. Todo es pura estrategia.

Y no, yo no me voy a perder en números, datos y estadísticas, tampoco voy a embestir contra la derecha honrando la labor de Zapatero y de los socialistas donde gobiernan, porque no quiero que me digan que el PSOE “es casi ETA”.

Lo que quiero es luchar para que mi hija, cuando le vuelva a exponer algo, me mire a los ojos y me diga, “mamá, se nota que eres política, yo confío en ti, porque si lo dices, lo haces”.

¿Cómo? Simplemente empezando, como mínimo, a ser como el resto de los mortales. En mi próximo artículo de opinión diré cómo estar en política y ganarte el respeto de la mayoría, sin morir en el intento.

Como decía Eladia Blázquez “merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas. Es una virtud, es dignidad y es la actitud de identidad más definida. Sandra López Cantero