En 2003, antes de convertirse en asesor personal de José Luis Rodríguez Zapatero para la Alianza de Civilizaciones, Cajal publicó el libro 'Ceuta y Melilla, Olivenza y Gibraltar ¿Dónde acaba España?' (Siglo XXI). El autor defendía la marroquinidad de Ceuta y Melilla. Y apostaba por abrir una reflexión conjunta con Rabat que remediara lo que, según él, era “una situación colonial, una afrenta a Marruecos y un elemento de desasosiego y mala conciencia nacional para España”. La obra, recordarán, levantó polvareda en las ciudades norteafricanas.

¿Dónde acaba España? Hoy, tras más de una década desde que Cajal la formulara, la disparidad de discursos en torno a las recientes entradas (y salidas) de inmigrantes a través de las fronteras de Ceuta y Melilla complica de modo extraordinario la respuesta a esta pregunta.

Echemos un vistazo a la foto que acompaña este texto. La instantánea fue tomada el 3 de abril, justo el día que fallecía Máximo Cajal. Observemos a este grupo de jóvenes encaramados a la valla de Melilla. ¿Dónde están exactamente? ¿En España? ¿En Marruecos? ¿Ni en España ni en Marruecos? Las vallas de Melilla (la primera, la segunda y la tercera) están erguidas en suelo administrado por España. Estar encaramado a una de esas vallas significa, por consiguiente, estar encaramado a una valla situada en suelo administrado por España. Y estar encaramado a una valla (o a una farola) situada en suelo administrado por España significa, en principio, que se ha entrado en España.

Pero la realidad fronteriza es compleja y sorpresiva. Las autoridades españolas consideran que los jóvenes inmigrantes no habían entrado en España, puesto que, argumentan, éstos no habían superado el cordón de Guardias Civiles que trataba de impedirlo. Es decir, no habían superado el último peldaño del llamado “dispositivo anti-intrusión”. En el momento que refleja la fotografía, los jóvenes encaramados a la valla estaban en suelo español. Pero las autoridades españolas argumentan que, desde el punto de vista administrativo, no estaban en España.

Minutos después de que se tomara esta fotografía, los jóvenes descendieron de la valla. Exhaustos –y algunos de ellos heridos y sin poder ser atendidos por la Cruz Roja-, fueron entregados a la policía marroquí por parte de la Guardia Civil.

Podemos interpretar que los jóvenes de la foto habían entrado en España. O podemos interpretar que no habían entrado. La diferencia entre ambas interpretaciones es abismal. En el primer caso entenderemos que lo que sucedió minutos después del momento reflejado en la foto fue una devolución en caliente –algo ilegal puesto que no se habrían seguido los trámites que establece la ley: identificación, tener acceso a un intérprete, etc. En el segundo caso entenderemos que se produjo un rechazo en frontera.

Una de las dos versiones parece algo más rocambolesca que la otra. Pero, en cualquier caso, ahí están las dos versiones, circulando por los medios. Que sea posible interpretar de dos maneras distintas el contenido de la fotografía constituye sólo un ejemplo más de la profunda e intrínseca arbitrariedad que anida en las fronteras. En todas las fronteras, pero de un modo especialmente significativo, en las fronteras de la Unión Europea en África.

El jueves pasado falleció Máximo Cajal. Seguimos sin saber exactamente dónde acaba España. Pero sí sabemos que cada vez son más las cámaras y las voces que nos muestran y relatan cómo acaba. Cómo acaba España y cuáles son las consecuencias de que acabe como acaba.