Javier Ángel Díez Nieto

 

 Sin duda, si queremos considerar detenidamente la vida de nuestra ciudad, debemos observar sus fiestas y los sentimientos de las gentes que en esos días tenemos. Por eso hoy, no estoy hablando de los simples visitantes anónimos, cuyo oficio es solamente llegar, mirar, comprar y marchar. Hoy solo quiero hablar de nuestra casa y de los que la habitamos, de lo que vemos y sentimos todos los días. Porque a fin de cuentas nosotros… solo somos gentes sencillas siempre a la cola de las pequeñas necesidades de nuestras vidas cotidianas y que nos esparcimos todos los días en tropel entre nuestras calles, comprando en el mercado y tiendas de nuestra ciudad. Y en ellas, más que oficios verdaderos solo buscamos los pequeños pretextos para seguir subsistiendo con comodidad.

Pero hoy, día 1 de noviembre, solo voy hablar de hoy…del ”Día de todos los santos” y de lo que he pensado y sentido cuando he comprado el pan de todos los días en una pastelería cercana a la Iglesia de los Remedios. Creo que todos la conocemos, es la Confitería “La Africana”, donde tan buenos pasteles y pastas nos alegran el paladar todo el año. Allí siempre está su dueño, alguien agradable y metódico, que como profesional y gran empresario, mira por la consolidación de su negocio, dándonos a los demás la alegría de disfrutar de lo que fabrica en su magnífico obrador de pastelería, que se muestra ante nuestros ojos todos los días.

Porque, su bello mostrador, solo nos muestra un lienzo de color, olor y sabor donde los golosos sueños alcanzan su esplendor. Porque su mostrador es como un bello cuadro, lleno de bellos colores, que como un gran arco iris muestran los tonos que la glotonería exige, haciendo disfrutar a nuestras papilas gustativas. Porque…allí y delante de él,  es un dilema escoger entre tanta dulcería los pasteles más apetitosos que queremos degustar. ¡Dos de estos, tres de aquellos, uno de aquí…cuantos van que quiero más! Son las palabras que se escuchan entre los numerosos compradores que dudan siempre sobre sino no han dejado el mejor en la estantería cuando con la envuelta bandeja se marchan de esta pastelería.

¡De los niños, cuando los veo pegando su naricita al cristal de los pasteles…ya ni hablo! Porque entonces, pienso que será más trabajo limpiar los cristales siempre cristalinos de la saliva, que con glotona envidia, mojan la estantería. Y esto sería materia para hablar y escribir un cuento de sueños, dulces y esperanzas de comer las cosas ricas que ante sus ojos se muestran.

Cerca y siempre inmediatas, dos amables dependientas siempre educadas, atienden a los muchos clientes que entran continuamente. Van vestidas, de rojo y blanco, y como las flores de los campos de nuestra nación recorren continuamente la estantería. Y son gentes nuestras las que continuamente entran y que ellas conocen perfectamente sus dulces y golosas apetencias. Y de esta manera educada y alegremente… ¡Saben lo que cada uno de nosotros queremos para engolosinar nuestras vidas!

Hoy…ya lo he dicho antes… ha sido otro día más y como era otro día especial, he comprado huesos de santo, que como me ha comentado una amable dependiente solo se hacen este día. Iba a por cuatro y me he llevado ocho por su amable influencia… ¡Y me he ido tan contento! Así que por la tarde me he comido hasta casi cuatro…mañana veré que hago con los demás. Todos ignoramos donde irán los pensamientos de los santos este día, pero no dudamos de donde irán sus huesos…¡A nuestra barriga siempre llena y vacía de tantas golosinas!.

Por eso… por haberme dado más golosinas de las que yo quería, escribo este artículo de costumbres de nuestra ciudad y sus calles. Para que todos sepan que si entran en dicha pastelería saldrán con muchas más cosas de las que ellos querían. ¿Pero quién… se enfrenta y gana al diablo de la golosina que tanto nos agrada deseándolas todos los días?

Termino…con ello, que todavía me quedan huesos de santos y estos solo lo hacen una vez al año. Tan solo me queda la duda…¿Tantos santos hay como para tener tanto hueso? Bien…mañana iré de nuevo a comprar el pan a la pastelería de la “Africana” como hago todos los días y seguro…seguro que aunque con ganas… no comprare ese día nada más… ¿Creo…?