Juan Manuel Parrado Sobrino

Allá por el siglo XIX el hispanista Terence Hughes hablaba de los españoles con claridad, sin morderse la lengua. “La exageración en todo es el principal vicio de España. No hay en toda la península una sola ciudad que no sea «muy noble, muy leal y muy heroica», una sola corporación que no sea «excelentísima» o «ilustrísima» ni un solo cuerpo militar que no sea célebre por su valor e inigualable en su bravura; no hay granuja en Castilla que no se considere noble ni bandolero en Andalucía que no se llame a sí mismo soldado; no hay hombre que no se haga llamar «Don» ni mujer que no sea «Doña»; no hay botarate que no sea un erudito ni tampoco poetastro que no sea en Europa una celebridad”.

Pero aún hay más. Viajeros como Samuel Widdrington o William Jacob dejaron constancia de sus viajes por nuestro país mostrando otra característica española, que es el conformismo o resignación ante las adversidades o injusticias, haciendo especial hincapié en la paciencia ante la ineficacia de la administración o la arbitrariedad de las decisiones del Gobierno. Lo hicieron de forma elegante, diciendo cosas como que “las características de la nación son la paciencia y la perseverancia, no el entusiasmo ni el esfuerzo apasionado”. De lo cual se desprende que el mito de la pasión latina se podría considerar acotado en exclusividad de puertas de alcoba para dentro.

Dejando a un lado esas pomposas referencias a británicos de hace casi dos siglos, en realidad no es necesario que venga nadie a restregarnos nuestras miserias ni a recordarnos lo dados que somos a la exageración. No hay más que ver la que montamos cuando murió Chanquete o cuando el pezón de Sabrina tomó vida propia, por poner dos ejemplos ochenteros. En cuanto a la resignación, eso sí, los tiempos están cambiando. Ahora somos… cómo decirlo… más reivindicativos, menos conformistas… menos españoles, vaya. Ahora tenemos a representantes tan poco españoles (en el sentido exclusivamente de ser rebeldes y reivindicativos, no piensen mal) como Pablo Iglesias (el de este siglo) o Pedro Sánchez, que luchan contra las injusticias, tal y como ya hacía Paco Martínez Soria en Don erre que erre (salvando las distancias porque éste desarrolló su labor heroica todavía en la época del NODO y a aquéllos podría salirles urticaria al saber de semejante comparación).

Sin embargo ambas características, la exageración y la paciencia o conformismo ante la ineficacia de la administración o del gobierno, son dignas de tener en cuenta a la hora de hacer un análisis de la situación en que nos encontramos y de buscar explicaciones, especialmente en Ceuta. La primera porque puede invalidar las conclusiones a las que se lleguen, argumentando que la situación no es tan mala, que estamos exagerando y la segunda característica porque podría justificar peligrosamente las razones para mantener esta situación drástica indefinidamente sin mover un dedo, es decir, porque somos conformistas y pacientes.

Vale, vale, lo sé, lo que he dicho puede parecer demasiado teórico y retorcido. Pondré algunos ejemplos que nos ilustren.

Hace unas semanas sin ir más lejos desde la delegación del gobierno se utilizó el recurso de la exageración española para intentar minimizar el dramatismo de la situación en la frontera. Concretamente, el Delegado afirmó que la situación no era tan caótica, dejando en evidencia que todo el que afirmara lo contrario estaba exagerando como buen español. Claro que fue demasiado evidente la pasada de la frenada en el uso de ese recurso y tuvo que matizar posteriormente sus palabras. Y paradójicamente utilizó de nuevo la exageración en sentido contrario, al afirmar que el problema no era de gestión sino de capacidad porque, evidentemente, Tetuán no cabe en Ceuta. Quizás sugerir que todo Tetuán intenta entrar diariamente hacia Ceuta resultó exagerado, pero somos comprensivos, él también es español.

El camino para aprobar un nuevo PGOU es una exageración en sí mismo. El Consejero hace lo que puede porque le ha tocado ahora a él la china después de… no sé cuántos consejeros ya. Y para ello no duda en echar mano de nuevo a la exageración (de los demás) para defender su postura. Según parece es exagerado por parte de todos, oposición, empresarios, arquitectos, abogados, haber exigido una aprobación de un documento tan importante y complejo antes de verano de 2017, debemos ser conscientes de ello. Mucho más de diez años de trabajos, de borrones y cuenta nueva, de dinero tirado a la basura literalmente durante ese tiempo no es suficiente, debemos ser pacientes. Y para ello… mejor no ponerse más plazos, ya está bien de compromisos, el Gobierno está cansado de incumplir su palabra. Mejor una declaración de intenciones, y listos: su objetivo es trabajar para intentar aprobarlo antes del final de legislatura. ¿No es más fácil así? Los españoles es que somos muy exagerados, menos mal que pasamos por el aro de la paciencia…

Respecto a nuestra economía y al paro, de nuevo aparece un informe que viene a decir que somos demasiado exagerados al hablar del paro en Ceuta. Pero esta vez son los números los que ponen en evidencia este hecho. Podría parecer que contar con una tasa de paro de más del 23% según la EPA, que nos sitúa en el top 5 de autonomías con más paro en uno de los países con más paro de Europa podría resultar demoledor para hacer una radiografía de nuestra economía. Sin embargo, lo que el mismo INE da, el mismo INE quita. En el reciente informe sobre indicadores urbanos 2017, Ceuta de nuevo aparece en el top 15 de las ciudades españolas con más dinero disponible por unidad familiar, con 33.753 euros de renta media por hogar. ¿Cómo es esto posible? ¿De verdad somos exagerados diciendo que tenemos un problema de paro? Por supuesto, hay una trampa. La explicación está en la desigualdad social galopante que soportamos. Unos pocos ganan mucho, sobre todo gracias a cierto nivel funcionarial y eso hace subir la media, y muchos ganan muy poco. Esta vez son los mismos números macroeconómicos los que abonan el campo para poder hacer exageraciones para defender o atacar una u otra postura. Es un claro ejemplo de que las exageraciones en el caso de sesgar la información pueden distorsionar las conclusiones de un análisis riguroso. ¡Hasta los números adolecen de características españolas!

¿Y qué decir de los casos de corrupción? La corrupción es sin duda el gran paradigma de nuestro carácter español. Concurren nuestras dos características al dedillo. La primera reacción ante la alarma y la indignación social siempre es la misma por parte del acusado, tachar de exagerado al acusador, apelar a la presunción de inocencia, aducir que son casos aislados, justificar que se trata de errores contables o administrativos o incluso hablar de persecución política en toda regla. Cómo olvidar aquella inmortal explicación de que son solamente unos pocos garbanzos negros, como si de un puchero se tratara, y no un pucherazo. Pues seguramente tendrán razón, somos unos exagerados. Sobre todo cuando vemos que la situación se mantiene igual. El español echa mano a su resignación y paciencia y de nuevo vuelve a votar a los responsables de haber permitido esa corrupción. ¿Cómo si no se explica que el PSOE haya sido votado en Andalucía, o el PP lo haya sido en España y también en Ceuta?

Hasta ahora muchas de esas cosas eran inexplicables, pero gracias a esos extranjeros que supieron retratar acertadamente nuestra idiosincrasia entendemos todo un poquito mejor.